Guerra en Oriente Próximo
¿Qué pasa en Siria? 5 claves de la ola de violencia sectaria que pone en riesgo la transición pacífica
Desde el jueves de la semana pasada, las fuerzas de seguridad de Damasco han repelido una ofensiva a gran escala de milicianos leales al depuesto expresidente Bashar el Asad, cuyos ataques han despertado actos de venganza y violaciones contra la minoría alauí

Fuerzas de seguridad del Gobierno sirio se desplegan en Latakia, ante la ola de violencia de leales de Asad. / OMAR ALBAM / AP

Pocos concilian el sueño en Siria desde este jueves por la noche: desde entonces, en un ataque organizado a gran escala por milicianos leales el depuesto y huido expresidente sirio, Bashar el Asad, los combates entre estos guerrilleros y fuerzas de seguridad de Damasco se han multiplicado por toda la costa mediterránea siria, poniendo en riesgo la transición pacífica en el país árabe. Este lunes por la mañana, el Gobierno ha anunciado el final de las operaciones militares en la región.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), más de 1.400 personas —al menos 970 de las cuales son civiles— han muerto en estos combates y en matanzas y actos de venganza posteriores, realizados, en gran parte, por milicianos vinculados con Damasco, que culpan a la minoría alauí —de la que provenía Asad— de los crímenes de guerra, violaciones de derechos humanos y torturas cometidas durante el mandato del expresidente sirio, ahora exiliado en Moscú.
A continuación explicamos los entresijos de esta última ola de violencia en Siria —la más mortal de los últimos años— en cinco claves:
Todo empezó el pasado jueves por la noche. En varios ataques coordinados en la costa siria, cerca de las ciudades de Latakia y Tartús, hombres armados tendieron una emboscada y asesinaron, en varios puntos, a fuerzas de seguridad de Damasco en la zona. Durante la madrugada del viernes y hasta bien entrado el sábado, estos hombres armados leales a Asad que llevaban escondidos en las montañas de la región desde la caída del régimen, en diciembre de 2024, llegaron a controlar completamente varios pueblos y localidades del mediterráneo sirio.
Desde el domingo, sin embargo, soldados de Damasco retomaron el control de la mayoría de zonas, y los combates han cesado en su gran mayoría aparte de, aún, pequeñas escaramuzas y emboscadas en carreteras y regiones más aisladas. Sin embargo, la tensión sigue disparada, ante la posibilidad de nuevos ataques y, sobre todo, de violencia en la región, a pesar de que Damasco asegure haber sofocado la insurrección de leales a Asad.
Ante los ataques de los grupos leales a Asad, el Gobierno de Damasco, liderado por Ahmed al Sharaa, anunció una movilización general de soldados y milicianos hacia Latakia y el Tartús, en el primer gran examen del recién reformado Ejército regular sirio, creado a partir de la milicia que lideraba Al Sharaa, Hayat Tahrir al Sham (HTS), y otras milicias opositoras sirias.
Así, grupos de combatientes leales a Damasco, sin un plan ni jerarquía claras, se dirigieron a la región y asesinaron a sangre fría a familias y pueblos enteros en actos de venganza y violencia sectaria contra la minoría alauí del país. Esta minoría musulmana, de la que provenían los Asad, es vista por muchos antiguos rebeldes y opositores como cómplice del anterior régimen de Damasco en su represión brutal durante sus cinco décadas de poder en Siria.
El OSDH cifra en más de 970 los civiles asesinados desde jueves en la costa mediterránea siria. Algunos de ellos, sin embargo, también han muerto a manos de milicianos leales a Asad.
"Cualquiera que haya estado involucrado en asesinatos, maltratos o haya sobrepasado la autoridad del Estado en contra de la población civil será ajusticiado con toda la decisión posible. Nadie está por encima de la ley", dijo, en un discurso este domingo por la noche, Al Sharaa, que anunció la creación de un comité judicial y civil —en el que hay ciudadanos alauíes— para juzgar a todos los soldados o milicianos que hayan atacado o asesinado a civiles durante los últimos días. Hasta la fecha, tan solo unos pocos han sido detenidos y encarcelados.
"Hoy estamos en un momento crucial, y tenemos enfrente un gran peligro: intentos del régimen caído y sus patrocinadores extranjeros de incitar más violencia y de llevar a nuestro país de nuevo ante una guerra civil. Quieren destruir la estabilidad y unidad que intentamos recuperar", continuó Al Sharaa, que ve cómo su plan gubernamental para la transición política en el país ha quedado en pausa.
Siria, la semana pasada, debía anunciar un nuevo gobierno de transición que sirva para, junto con un nuevo comité constitucional, dirigir el país hasta las primeras elecciones presidenciales post-Asad, dentro de "dos o tres años". Esta hoja de ruta, ante el conflicto en la costa mediterránea siria, ha quedado en segundo plano.
Cuando, el pasado 8 de diciembre, Asad huyó de Damasco en dirección a Moscú, su Ejército se desintegró por completo. Sus soldados, ante el derrumbamiento del régimen, abandonaron sus tanques, posiciones y uniformes, y desaparecieron. Muchos, los rangos más bajos, volvieron a sus pueblos y viviendas.
Los oficiales y altos cargos, sin embargo, temerosos de ser encausados, intentaron escapar en dirección, sobre todo, al Líbano e Irak. Unos pocos se refugiaron en las montañas de Latakia y el Tartús, donde han permanecido hasta ahora.
Estos son los que han protagonizado esta última oleada de ataques y de hecho, entre los detenidos hay miembros de la Guardia Revolucionaria y de la Cuarta División del Ejército sirio, el antiguo cuerpo de élite militar de Asad, cuyo líder era el hermano pequeño del presidente, Maher al Asad. Maher se escapó junto con su hermano a Rusia, y el hombre, de 57 años, era conocido en Siria por ser el líder de la facción más brutal y violenta del antiguo régimen, y por dominar el tráfico y producción de Captagon en el país árabe.
Aunque sin nombrarlos, el Gobierno sirio ha estado, cada vez de forma más abierta, culpando a Rusia e Irán —los aliados de Asad— de estar detrás e incitar la ofensiva lanzada por los milicianos leales al expresidente sirio, que ha sido acompañada por una gran oleada de desinformación en redes sociales.
Dos días antes del inicio de los ataques, de hecho, la prensa iraní anunció a bombo y platillo la formación de una nueva milicia siria, el Frente Islámico de Resistencia, un nombre muy usado por Teherán para defender su movimiento de milicias regionales, el Eje de la Resistencia, en la lucha del país persa contra Israel y Estados Unidos en la región.
Hay más. Damasco asegura haber incautado armamento y herramientas de comunicación antes no disponibles para Asad, y que habrían llegado a Siria de la mano de Hizbulá —otra milicia aliada de Irán— desde la frontera del Líbano.
En Latakia y Tartús, además, Rusia posee dos bases militares que Moscú, como ha afirmado en los últimos meses, desea mantener. Desde la caída de Asad, Rusia ha cerrado por completo, pero sus puertas se abrieron este viernes pasado para hospedar a supuestos civiles de la zona buscando protección de los combates y violencia sectaria. Estos civiles realizaron varias manifestaciones dentro de las bases rusas para reclamarle a Moscú que intervenga en el conflicto.
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