El reto estratégico del rearme
Trump empuja a Europa a la defensa propia

Entrenamiento de un soldado ucraniano y su instructor español en Almería, en el marco de la misión EUMAM. / EMAD

Un joven de Bolonia, de Burdeos o de Alicante… ¿estaría dispuesto a jugarse la vida por Letonia, o por Groenlandia? Lejos de su aparente histrionismo, la pregunta y su previsible respuesta ayudan a describir la diferencia entre la cultura de defensa de una federación de 50 estados, como la que hoy gobierna Donald Trump, donde soldados de Idaho y Texas responden a una misma llamada, y la unión de 27 estados que, en Europa, se plantea ahora cómo defenderse por sí misma.
“Vamos camino de quedarnos solos”, advierte el general Miguel Ángel Ballesteros, exdirector del Departamento de Seguridad Nacional, a tenor de las advertencias de Trump y su secretario de Defensa, Pete Hegseth, que remueven los cimientos de la OTAN. Y el temblor del edificio coge a Europa “en actitud reactiva. Lo peor es tener que reaccionar cuando ya tienes el problema encima”, lamenta un oficial de la Armada que firma análisis en el Instituto Español de Estudios Estratégicos y otros foros militares.
Europa aborda el desafío de un rearme ante las potencias del mundo, porque “la alternativa es sentarse a la mesa o acabar siendo parte del menú”, según aserto de Josep Borrell, el anterior alto representante para la seguridad y la diplomacia europeas, que repetía a menudo y que suscribe hoy Kaja Kallas, su sucesora.

La hoy alta representante europea para la política exterior y de seguridad, Kaja Kallas, con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en una visita de este a Estonia en enero de 2024 / Gobierno de Estonia
Así, se rasca el bolsillo con una incipiente disposición anual de 1.000 millones de euros en innovación militar. Según las conclusiones alcanzadas por el Parlamento Europeo en plena guerra de Ucrania por su supervivencia, son 100.000 millones anuales los que necesita la UE para ponerse al día y no depender de nadie.
“Europa ha comenzado a reaccionar por donde debe: la industria -explica un general de división del Ejército de Tierra-. La conciencia de defensa europea vendrá después, pese a tantos años de cómodo pacifismo”. Puede que persista esa actitud, o quizá cambie según crezcan la soledad y la amenaza. Corrobora por su parte Ballesteros que “tarde o temprano Europa llegará a la conclusión de que no todo el mundo es bueno”.
Hace frío en Bruselas
A estas alturas del año, el frío se hace intenso en Bruselas, gélido en la neblinosa campa de césped que separa aparcamiento y complejo de oficinas en el cuartel general de la OTAN. En el interior hay un hall de siete pisos de alto, por cuyos ascensores y escaleras, con luz artificial que completa la que el invierno regatea en el exterior, hormiguean los uniformes azules y caqui y los trajes civiles de ejecutivos y diplomáticos que en todas direcciones acuden a briefings, reuniones parciales, o quints, y tomas de contacto.
El clima es una metáfora. De ese hall ha salido el último anuncio publicitario de la Alianza, que claramente apremia a Europa. Ya no habla de naciones unidas en sus valores, como solía hacer la Alianza en tiempos de Joe Biden. sino de dinero: “Si no gastamos juntos más ahora para prevenir la guerra, pagaremos un precio más, más, más alto después”, enfatiza el secretario general, Mark Rutte, en un spot que concluye: “Acelerando la inversión en defensa ayudamos a mantener a nuestra gente segura”. Y otro anuncio, solo dos días más viejo, proclama sobre imágenes de cañones, cazas y soldados: “Sin seguridad no hay libertad. Debemos incrementar el gasto en defensa”.

NATO
Contra quienes piensan que el abismo de soledad de Europa es coyuntural, que solo durará la legislatura de Trump, esgrime el general de división: “Y dentro de cuatro años, ¿nos podemos fiar de lo que pase en Estados Unidos? Han amnistiado a los que tomaron el Capitolio ¡y con muertos por medio! ¿Alguien puede apostar por lo que pasará allí en cuatro años? La lección aprendida es que no podemos estar en manos de Estados Unidos”.
Por lo pronto sí hay una apuesta segura. Se hacía en ese hall de Bruselas dos años antes de la derrota electoral de Kamala Harris, y es el cambio de carisma estratégico americano. Un capitán de navío español experto en la OTAN ya resumía a este diario en 2022 la nueva prioridad: “La Casa Blanca lleva tiempo girando el cuello al este, su oeste, China, y todos los despachos del Pentágono, todo el aparato, lo ha percibido y se alinea en ese rumbo”.
130 brigadas
“La defensa colectiva de Europa depende de la OTAN, es decir, de EE.UU. Eso no va a cambiar a corto o medio plazo”, matiza un jefe militar asesor de Moncloa. “Estados Unidos no va a dejar su implicación con la OTAN, pero sí va a obligar a que sus aliados europeos pongan más dinero”, centra el marino analista.
Toda la UE gastó en 2024 en defensa 327.000 millones de euros, una media europea del 1,9% del PIB. La norteamericana es del 3,7%. Pero “el problema no es tanto llegar a una cifra como en qué gastar. Hay dinero, pero no hay una estrategia europea de la defensa”.
Cuando se construya, esa estrategia deberá pasar por un aumento de la movilización de personal europeo. Hoy EEUU tiene cerca de 70.000 militares en Europa, de los que 34.894 están en Alemania, más de 12.000 en Italia, más de 10.000 en Francia y más de 3.000 e España. En el refuerzo de la defensa europea ante Rusia, la OTAN planea ser capaz de desplegar 100.000 efectivos en solo diez días en caso de conflicto. “Y esas tropas tendrán que ser europeas, pues a Estados Unidos no le da tiempo a llegar con tanta gente en tan poco tiempo”, explica el analista.
El diseño nació en la cumbre de Madrid (2022). Al final, Europa deberá poder contar con 130 brigadas, al menos cuatro divisiones multinacionales. “No habrá un único ejército europeo -descarta el general de Tierra-, pero quizá sí fuerzas capaces de cooperar con el mismo material, y no con 12 tipos diferentes de carro de combate”.
Negar la guerra
Pero ni él ni ninguno de los militares consultados se muestra muy optimista. “Somos escépticos, sí -admite el almirante Juan Rodríguez Garat, que fue jefe de la Flota y hoy es un reputado autor y conferenciante. Es difícil creer en un ejército europeo sin sacrificar soberanía y sin condicionar el desarrollo de la industria de defensa”.
No obstante “algo se está moviendo respecto al gasto de defensa de la UE, y parece más sólido que en momentos anteriores -aprecia un coronel, oteador para Defensa de las tendencias estratégicas-. La tarea es formidable, exigirá sacrificios, será difícil de vender a la ciudadanía y necesita de mecanismos que alivien la previsible carga de los Estados. Que se hable de no contabilizar inversiones en defensa para el techo de gasto -lo ha contado este diario- o de intervención del Banco Europeo de Inversiones demuestra que se buscan soluciones pragmáticas”.
Y el pragmatismo pasa, dice el marino analista, por un cambio de cultura en Europa: “Negar la guerra no te exime de ella. La guerra existe, aunque reneguemos de ella, igual que la enfermedad existe, aunque no seas en absoluto su partidario”.
Cambio de paradigma
Europa se apresta a doblar la esquina sin que nadie en Estrasburgo o Bruselas, o en las 27 capitales, pueda asegurar que no tropezará en el giro. Ningún intento anterior de construir un ejército europeo pudo superar la arraigada soberanía de los estados Pero parte de esos particularismos perdieron prestigio a la vista de las divisiones acorazadas rusas violando la frontera de Ucrania hace ya tres años.
Una primera reacción europea dejó una regla de compra de armamento: que el 40% sea conjunto, y que el 35% sea de la UE. La medida, no obstante, no ha evitado que de 40.000 millones de euros aportados por la Unión a la defensa de Ucrania, el 75% de ese dinero de contribuyentes europeos se haya ido a material made in USA.
Inevitable: sin ese material Kiev no habría aguantado tres meses, y las matanzas de civiles como en Bucha habrían menudeado en la cruenta y desesperada guerra de guerrillas a la que Ucrania se habría visto obligada.
Cansancio
El ministerio de defensa ucraniano ha lanzado una nueva campaña de reclutamiento: un millón de grivnas (46.000 euros) de sueldo al año, “formación con estándar OTAN” y exención de leva forzosa durante un año al acabar el contrato. La campaña va dirigida a jóvenes de entre 24… y 18 años.
Ucrania sufre el agotamiento de efectivos humanos, pero que en el Donbás y Zaporiya se recurra ya a quintas del biberón no es un asunto que rivalice aquí en las teles con Montoya, el impuesto al salario mínimo o las andanzas de una variada colección de golfos con las mascarillas. Certifica el marino analista que “no es igual la percepción de la amenaza aquí que en el Báltico o Polonia”.
Y ve una razón para el desinterés en esta punta del continente: “La última amenaza exterior que tuvo España fue Napoleón”; desde entonces este país ha vivido “ensimismado en sus guerras civiles, y no en las europeas”.
Napoleón ad portas
Momento de recordar al general Bonaparte. Su caballería pisaba Mestre, Marghera y San Giuliano en 1797, a las puertas de una Venecia que bostezaba en su lujo inveterado. Acostumbrados los dogos a subcontratar su milicia, un trabajo que ningún veneciano quería por no abandonar el mucho más rentable y cómodo comercio, no pudieron atajar, primero, la desestabilización impulsada por Francia, y después la amenaza de esos regimientos plantados mirando al gran canal. La serenísima república, sin mercenarios ni proxys, simplemente dejó de existir, disuelta en la historia un día de mayo.

Un carro de combate Leopard 2 polaco durante las maniobras Defender Europe 2022 / Kacper Pempel REUTERS
“A ver qué pasa en Alemania dentro de unos días”, dice el general de división. Quizá reaccione la actual Europa, pese a la polarización, el tedio y las trolas. "Nuestras élites, no solo las políticas, necesitan un Pearl Harbour europeo para que reaccionen", aventura un experto en injerencia y desestabilización de la Seguridad del Estado. En Madrid, desde su despacho en el Ministerio de Defensa, el coronel opina: “La percepción de unos EEUU impredecibles está llevando a buscar mecanismos para un empujón definitivo a la defensa europea. Puede que sea una última oportunidad”.
Visitando al Tigre
En un hangar de Airbus en Albacete, cerca de las pistas de Los Llanos, de las que despegan atronadoramente los cazas Eurofighter, en el centro de un espacio donde epatar a las visitas se alza un helicóptero de combate Tigre. Bajo los focos se ven imponentes las toberas, como ojos de insecto, el hocico apto para cañón y ametralladora, o las garras laterales para misiles antitanque.
Suelen visitar a esta aeronave europea potenciales clientes internacionales, ingenieros y comitivas del CESEDEN (Centro de Estudios de la Defensa Nacional) en viaje de formación. En una de estas visitas, enseguida se conversa para comparar el Tigre con el Apache norteamericano, el helicóptero por el que ha optado Marruecos. Y un alto docente de una escuela de ingeniería de la Universidad Politécnica de Madrid se fija en un detalle: allí se ensamblan aeronaves europeas de combate, "pero no veo ningún centro de FP en el perímetro capaz de formar los técnicos que necesita AIRBUS y el resto de empresas radicadas. Lo hacemos mal".
La charla de la comitiva es trasunto de las cosas de la defensa en Europa. “Estados Unidos lo tiene difícil: quiere que Europa aumente su gasto en defensa, pero no quiere que deje de comprarle armamento, ni que se erija en competidor industrial militar de relieve”, señala el marino analista.

Cazas suecos en unos ejercicios aeronavales de la OTAN / NATO Archives
Es rara la relación atlántica. “Aún tenemos una diversidad de calibres, de buques, de aviones, que encarece mucho nuestra defensa”, dice, y enumera, tras el buque insignia europeo, el portaviones Charles De Gaulle, la imaginaria escuadra formada por el Juan Carlos I, el Cavour italiano y otros barcos en variado séquito. Europa tiene 120 fragatas y EEUU 105 buques similares, de la clase Burke o Ticonderoga. Menos, pero más uniformes.
Pensando en la Luna
Se especula sobre si Europa se pagará su defensa, abandonando el arrullo veneciano, o preferirá su habitual fragmentación militar. Ponerse al nivel de EEUU es “una tarea formidable” dice el ejecutivo de Defensa. Cuando estaba (más) activo, Borrell lamentaba que “Europa es un hervíboro en un mundo de carnívoros”.
El hervíboro se ha ido quedando en una esquina de los avances tecnológicos. Este diario ha estado preguntando a militares en la misma semana que la UE anunció una inversión de 200.000 millones en busca de una inteligencia artificial propia. Pero el escalón tecnológico con EE.UU. y China sigue siendo enorme. “¿Sabes por qué China tiene esa ambición con la Luna? En la cara oculta hace el frío suficiente para mantener ordenadores de computación cuántica con mucho menos gasto energético…”, explica el profesor de la Politécnica madrileña. Cuando en lo militar ya no intervenga solo la inteligencia artificial, también la computación cuántica, la inferioridad de Europa podría ser insalvable.

Soldados del Grupo Táctico Acorazado Málaga cruzan un canal en Bernoxxo Piskie (Polonia) en abril de 2024 / EMAD
Explica a este diario el almirante Rodríguez Garat que dos puntos hacen imposible la plena soberanía militar tecnológica y nuclear de Europa: “El primero es el enorme coste de algunas capacidades difíciles de compartir, sobre todo en el área de inteligencia y mando y control. El segundo, y más importante, es la adhesión de la UE al Tratado de No Proliferación. El arsenal atómico francés es… francés”.
El ingeniero Jorge García, director comercial para Europa y Norteamérica en Indra, empresa destacada en la industria española de defensa, cree que la UE podrá algún día superar el escalón, aunque no cree que eso lo vea la actual generación de ingenieros. “Primero hay que gastar bien”, dice. Y señala un detalle: hoy Europa invierte en su defensa un tercio de lo que gasta Estados Unidos, pero no tiene ni un tercio de las capacidades militares americanas. La razón es la dispersión: “Europa no es como Estados Unidos: tiene más de cinco tipos de aviones de combate distintos, múltiples tipos de blindados…”
A desminar
Otro spot de la Alianza Atlántica aplaude en redes sociales a soldados cosacos y a sus adiestradores occidentales. “La OTAN está con todos los ucranianos que bravamente defienden su libertad”, dice. Se emitió el 28 de diciembre; aún no se había celebrado la insólita ceremonia de toma del poder de Trump. Al hilo de la conversación del americano con Putin obviando a los europeos, el anuncio suena hoy algo extemporáneo, como una canción del verano.

Dos momentos de un spot de la OTAN en apoyo a Ucrania, emitido el 28 de diciembre de 2024 en redes sociales. / El Periódico
Ahora que parece que Ucrania se verá obligada a aceptar la ley del más fuerte, en la Europa que solo pudo detener, no vencer, a Putin surge la pregunta de quién pone más. Y hay respuestas aquí. Un general del Aire, joven y con gran responsabilidad entre manos, repone: “Ojo: todo es relativo. Algunos países dedican un 5% de PIB a defensa, pero los cazas para cuidar su espacio aéreo los envía España...”
“¿Quién puso más? Ellos”, dice otro joven jefe, de Tierra, que participó en el adiestramiento de reclutas ucranianos en la Academia de Infantería, en Toledo. Es un argumento emocional, pese a que, en esta guerra que dicen que va a terminar, la principal lección que han recibido los instructores españoles es no tomarles aprecio a estos alumnos. “Es mejor, porque muchos no volverán. Se sufre cuando pierdes contacto y no sabes qué ha sido de ellos”.
En el campo de ejercicios de Toledo se ve a los ucranianos en un pinar removiendo la tierra, acariciándola con detectores de metales. Aprenden a desactivar minas. Desminar es lo que va a tocar ahora, dadas las circunstancias.
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