Entrevista a Mykola Polishchuk

Presidente de la Cruz Roja de Ucrania: “La ayuda humanitaria es un objetivo de guerra para Rusia”

Mykola Polishchuck ha recibido en Madrid la Medalla de Oro de la Cruz Roja española de manos de la reina Letizia

Mykola Polishchuk , presidente de la Cruz Roja de Ucrania, en la sede de Cruz Roja en Madrid durante su viaje para recibir la Medalla de Oro de la federación española de la oenegé, el 30 de mayo.

Mykola Polishchuk , presidente de la Cruz Roja de Ucrania, en la sede de Cruz Roja en Madrid durante su viaje para recibir la Medalla de Oro de la federación española de la oenegé, el 30 de mayo. / David Castro

Juan José Fernández

Al neurocirujano Mykola Polishchuck le ha contado su esposa que estos días toma una medicación para relajarse, "dejar de oír el ruido de los bombardeos” en Kyiv. Lo cuenta el presidente de la Cruz Roja de Ucrania en un descanso de su viaje a Madrid, adonde ha acudido para recibir la Medalla de Oro de la Cruz Roja española, y en plena semana en que los drones aparecen cuatro veces al día en el cielo de la capital de su país.

“Cuatro veces al día”, repite enfatizando con cuatro dedos, buscando comprensión con la mirada. A pesar del peligro, “no nos podemos ir de Kyiv -dice-; no debemos irnos de allí; hay que quedarse como se han quedado tantos”. En 2021, tras haber creado un sistema de neurocirugía de emergencia en Ucrania, y gobernado como ministro de Salud en el ejecutivo del presidente Yushenko, y dirigido una reforma sanitaria en el país… fue elegido presidente de la Cruz Roja de Ucrania tras dos años de interinidad. "Creía que iba a ser por tres meses", cuenta. Le ha tocado en la mayor crisis existencial de su país desde el Holodomor, la hambruna que mató a más de dos millones de ucranianos, entre ellos seis hijos de su abuelo paterno.

Mykola Polishchuk nació en 1944 en Lipyaten, una aldea campesina de la provincia de Vinnitsa. El Holodomor estalinista -“aquella matanza de limpieza étnica”, califica- había asolado el país once años antes, pero le quedaba aún a Ucrania sufrir de nuevo la holod, el hambre, en la posguerra. “En 1946 y 1947 no había hombres para el campo; no había qué plantar; no había con qué cultivar…”, relata este médico de 79 años, hijo de un combatiente soviético que había vuelto del frente con discapacidad severa. En aldeas como la suya los que se libraron de morir de hambre “escondían como podían la poca comida que les quedaba entre balas de forraje; así se salvaron”, cuenta.

El presidente de la Cruz Roja de Ucrania vino al mundo durante la II Guerra Mundial, y ha llegado a la vejez asomándose al riesgo de una tercera. Vejez, que no ancianidad; mucho menos decrepitud: es un tipo enérgico, activo, conversador. Su truco es “no parar”, dice llevándose al cráneo el dedo índice. Ha escrito 36 libros, la mayoría científicos pero también políticos, y anda ahora metiendo su testimonio político y de vida en otro que ya titula ‘En medio de dos siglos’.

Polishchuk preside una red solidaria que ha proporcionado ya artículos de primera necesidad a 13,4 millones de personas, ayuda médica primara a 517.653 enfermos, un espacio “amigable” a 117.065 niños y apoyo psicosocial a 429.407 afligidos por la guerra. Sus 8.000 voluntarios llevan repartidos 6,5 millones de kits de alimentos y 2,3 millones de artículos de higiene. La bendición de la comida y el jabón, lo primero que echa en falta aquel al que un misil le destruyó la casa.

-La Cruz Roja ucraniana está haciendo un esfuerzo descomunal, doctor.

-Sí, y gracias a la ayuda del pueblo y a otras muchas ayudas. En 2017 el Estado dejó de financiar a la Cruz Roja, pero con la ayuda de empresas concienciadas, las federaciones internacionales y del Comité Internacional de la Cruz Roja pudimos mantener la estructura de la Cruz Roja de Ucrania, que ha demostrado su eficacia en la guerra. Hoy la Cruz Roja es la más grande organización humanitaria después de la propia ONU. Podemos funcionar así gracias también al apoyo español. Y quisiera destacar que el presidente Zelensky apoya mucho a los voluntarios.

-Los voluntarios, los convoyes, las sedes de la Cruz Roja… ¿todo eso se está viendo atacado en la guerra?

-Mire, el 25 de febrero de 2022, el primer día de guerra, nos destruyeron la oficina de Cruz Roja en el 'oblast' [provincia] de Óbolon. Había allí una persona dueña de una gran oficina, y la dio para que la Cruz Roja pudiera organizarse. Hemos ocultado dónde está la oficina, y hemos descentralizado los paquetes de ayuda humanitaria para que sea más difícil atacarlos. Había centros de ayuda humanitaria en Odesa, Kherson, Kharkiv y Zaporiya, y todos ellos han sido atacados. Hoy la ayuda humanitaria es objetivo de guerra para Rusia.

-Pero eso es un crimen de guerra.

-'Da'. Han muerto voluntarios.

-¿Cuántos?

-'Ni'. Intentamos no hablar de esto. Son de Kherson, de Odesa, de Kharkiv y de la región de Bucha, pero no hablar de esto es el procedimiento en nuestra organización.

Mykola Polishchuk , presidente de la Cruz Roja de Ucrania.

Mykola Polishchuk , presidente de la Cruz Roja de Ucrania. / David Castro

Se ha ensombrecido el semblante de Polishchuk, borrada la sonrisa con que confirmaba lo bien que se encuentra en este viaje. Hacía cuatro lustros que no volvía por España este neurocirujano que antes de estudiar medicina fue profesor de matemáticas en su región. Todavía recuerda vivamente sus viajes a Barcelona, a Montserrat, a Valencia y a Navarra. Y no olvida el banquete nupcial de los reyes Felipe y Letizia, en el que participó con su mujer.

"Nos gustó mucho cómo servían la comida. Era deliciosa”, dice. También recuerda “una excelente clínica oncológica que visité en Pamplona”. A la entrevista se ha presentado ataviado con una vishivanka azul y blanca. Lleva la blusa tradicional ucraniana, con sus bordados en el pecho, “porque para nosotros es como si fuera una bandera”, explica.

-Hay una incógnita informativa clave en que nadie consigue desentrañar. ¿Cuántos muertos ha costado ya esta guerra?

-No le puedo decir. Quizá el Comité Internacional de la Cruz Roja, que se encarga de actuar en territorio de ambas partes del conflicto. Nosotros actuamos en territorio no invadido, y las federaciones locales de la Cruz Roja, en España, en Portugal, en Italia... nos ayuda. Es una red de ayuda que abarca 193 países.

-¿En algún momento ha hablado con el presidente de la Cruz Roja de Rusia?

-Nunca voy a hablar con él. No hay contacto, ni lo queremos. Con los enemigos tendrá que hablar el Comité Internacional. Ellos, los de Rusia, ayudan al ejército ruso; ellos roban nuestra ayuda humanitaria en Donetsk y Luhansk y la dan como si se tratara de ayuda humanitaria rusa. Por eso nunca tendremos contacto con ellos.

-¿Cuál es el material que más acuciantemente precisa la Cruz Roja en Ucrania?

-Necesitamos cualquier ayuda, cogeríamos cualquier ayuda. La más urgente, y también para la reconstrucción de Ucrania, para programas medicosociales, para programas de rehabilitación psicosocial...

-Cuando acabe la guerra, Ucrania será, ciertamente, un país lleno de personas heridas psíquicamente, no solo físicamente.

-Hoy ya lo es. Hoy, ya, necesitamos esa ayuda; no después.

En las jornadas primeras de la guerra, jóvenes voluntarios de la organización que preside repartieron un millón y medio de paquetes de ayuda que llegaban de diversas partes del mundo. Polishchuk recuerda a los jóvenes extenuados, durmiendo en el suelo de la sede de Cruz Roja en Kyiv en interminables noches a oscuras.

La falta de luz asedió a este hombre en la niñez y le ha vuelto a rodear ahora, este mismo invierno, cuando Rusia ha atacado las centrales de energía. Cuando Polischuk era niño aún faltaba para que, en 1974, los vecinos de los pueblos de Ucrania consiguieran por fin permiso para salir. “Y como no podía viajar, me leí todos los libros de la biblioteca. Acabé la escuela en 1961, y entré en la universidad en 1963, y en mi pueblo no hubo luz eléctrica hasta 1965”.

Este veterano se pasó 21 años leyendo y estudiando a la luz de las velas, como a veces hacen ahora sus seis nietos, de entre 9 y doce años de edad, en un sótano.

-El presidente de la Cruz Roja ucraniana es también el abuelo Mykola. ¿Qué cree que sus nietos no deberán olvidar nunca de esta guerra?

-No es que deban, es que no podrán. Creo que mis nietos no van a olvidar muchas cosas. Cuando eres un niño y sales para el colegio, y explota una bomba en el cielo, sobre tu cabeza, y te tienes que ocultar corriendo en un refugio… eso no se olvida nunca.

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