Adolescentes y horarios

Dormir más y sacar mejores notas: los efectos de retrasar la hora de entrada en institutos de EEUU

Los estados de California y Florida han aprobado leyes para fijar horas mínimas de inicio y decenas de distritos escolares han ido realizando cambios

Estudiantes en una clase del instituto Santa Fe South, en Oklahoma City.

Estudiantes en una clase del instituto Santa Fe South, en Oklahoma City. / Reuters

Idoya Noain

En Estados Unidos el movimiento en favor de retrasar el inicio de las clases en las escuelas secundarias e institutos (el equivalente a secundaria y bachillerato) empezó a generarse en los años 90 y ha ido ganando fuerza en los últimos años, incluso antes de que la pandemia dejara una estela de problemas intensificados de salud mental en los más jóvenes. Decenas de distritos escolares en todo el país han ido realizando cambios y de momento dos estados, California y Florida, han aprobado leyes imponiendo para todo el sistema escolar público horas de inicio mínimas: las ocho de la mañana para alumnos de entre 10 y 13 años, y a las ocho y media para chavales de 14 a 18.

Al menos ocho estados más estudian legislación similar, cuatro más que en 2022, según los datos de la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales, y la de Nueva York, por ejemplo, no permitiría a ninguna escuela empezar antes de las 8.30 de la mañana.

La idea de retrasar el inicio de las clases la respaldan y promocionan numerosas asociaciones académicas y profesionales de salud. Desde 2014 lo hacen la Academia Americana de Medicina del Sueño y la Academia de Pediatría, que considera la privación del sueño como un problema de salud pública. En 2016 se sumó la Asociación Médica Americana. Y también los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) se oponen al inicio excesivamente temprano de las clases.

Ritmos circadianos

La base de esa posición es científica. Los cambios en los ritmos circadianos que se producen en la adolescencia no cuadran con los horarios escolares estadounidenses, donde el 42% de los institutos empiezan las clases antes de las 8 de la mañana y el 82% antes de las ocho y media, según los últimos datos disponibles, de 2020. Cerca del 78% de alumnos de bachillerato duermen menos de ocho horas en una noche de jornada escolar, por debajo de la recomendación de entre ocho y diez horas para los adolescentes de entre 13 y 18 años. Y la falta de sueño se ha asociado a numerosos problemaspeores resultados escolares, obesidad, disfunciones en el metabolismo, más síntomas depresivos incluyendo pensamientos suicidas, comportamientos de riesgolesiones deportivas y más accidentes de tráfico.

Los estudios

Numerosos análisis han probado el impacto positivo del retraso del comienzo de las clases. Cuando se estudió por ejemplo en 2016 un retraso de una hora aplicado en Seattle se vio que los estudiantes habían ganado 34 minutos de sueño y subían un 4,5% en las notas medias, además de mejorar los índices de asistencia. Horacio de la Iglesia, uno de los autores de aquel estudio, señaló que “pedir a un adolescente que esté despierto y alerta a las 7.30 de la mañana es como pedir a un adulto que esté activo y alerta a las 5.30”.

Otro estudio publicado en noviembre del año pasado en el ‘Journal of Clinical Sleep Medicine’, que analizó 28 escuelas que retrasaron sus horarios de inicio entre 1999 y 2017 y que incluyó el foco del impacto de factores socioeconómicos y de raza, detectó un 10% de mejoría en los índices de graduación de alumnos y de 7,44% en el caso de estudiantes económicamente más desfavorecidos, así como un 3% de incremento en el nivel de asistencia.

California fue el estado pionero en aprobar legislación para todo el sistema público con la ley de 2019, que daba tres años de plazo para aplicar los cambios y entró plenamente en vigor en verano del año pasado. Y el modelo se ha seguido en la ley firmada este mes en Florida, que replica ese mismo esquema de adaptación gradual en tres años a los nuevos horarios.

La polémica

Los cambios, no obstante, también despiertan polémica. En los casos de California y Florida, por ejemplo, las leyes han contado con oposición de sindicatos de profesores, algunos distritos escolares y también algunos padres. Estos defienden que las decisiones sobre los horarios se deben tomar a nivel local dependiendo de las necesidades y critican que no se escuchara suficiente a la comunidad, algo que también movió al gobernador previo de California, Jerry Brown, a rechazar usar lo que llamó “enfoque de modelo de talla única” (la ley californiana solo tiene excepciones para algunas escuelas de zonas rurales).

Entre los argumentos para oponerse a las leyes se suele citar su impacto económico en los distritos y escuelas, pues pueden volverse necesarios, por ejemplo, más autobuses y conductores. Se apunta además a las dificultades de muchos padres para coordinar sus vidas laborales con los nuevos horarios de sus hijos y preocupa que el inicio más tardío de las clases alargue como consecuencia hasta demasiado tarde actividades deportivas o extracurriculares.