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Crónica desde Buenos Aires: la ciudad con sed de dólares

El frenesí cambiario vuelve a hacer temblar a la capital argentina

Varios transeúntes pasean por delante de una oficina de cambio de moneda en Buenos Aires.

Varios transeúntes pasean por delante de una oficina de cambio de moneda en Buenos Aires. / EFE

Abel Gilbert

Hay canciones que los argentinos olvidarían por completo si no fuera porque una crisis cambiaria las refresca con pasmosa actualidad. 'Yo soy capaz de cualquier cosa por un dólar/ imagínate lo que haría por dos, entregaría a mi propia señora/ conseguiría a mi propio señor', cantaba Ignacio Copani en 1991 bajo los efectos de una voraz devaluación. 'Por un dólar' podría haber sido escrita la semana pasada, cuando la moneda norteamericana volvió a hacer cimbrar a esta ciudad. Los mercados rugieron y trastabilló el Gobierno del fantasmal Alberto Fernández. Temblaron los corazones y los bolsillos de millones de personas que piensan y sueñan con las efigies de los billetes.

Argentina tiene escasas reservas internacionales y consume más divisas de las que su genera. La sed de dólares se manifiesta en momentos de engañosa tranquilidad y en los días de zozobra. Los comercios cuelgan carteles en los que avisan que se acepta esa moneda como medio de pago. Pero, ¿a qué cotización? Hace dos semanas, se necesitaban 388 pesos para comprar un dólar en el mercado negro. El 17 de abril ya se necesitaba 418 pesos y el lunes 24 del pasado mes, 462. Al otro día saltó a 500, para bajar unos 25 pesos. Nadie sabe cuándo volverán las horas de frenesí cambiario. Siempre hay que estar preparados y nunca alcanza para prevenirse.

En el centro financiero de esta capital, la llamada city, se puede palpar el ritmo con el que se mueve el precio. "Cambio, cambio", vocea un hombre o una mujer en la calle Florida. "Dólares, euros, reales", añade. Ya no se esconde, como en los tiempos de prescripciones en el que los llamados "arbolitos" informaban furtivamente de su presencia y disposición al negocio en el mercado negro. Se trata, ahora, de gritar bien fuerte, hacerse oír y ver. Los compradores y vendedores suelen ser colombianos o venezolanos. Son tantos, que un oído atento podría escucharlos como un coro que entona lo mismo. Una vez pactado un monto, materializan el intercambio en una "cueva", como se llaman esos locales y oficinas.

Impacto cotidiano

Es esa montaña rusa que impacta en los precios de los comercios barriales, desata picos inflacionarios y ataques de nervios que convierten a la canción de Copani en el espejo grotesco donde se sienten reflejados tantos argentinos. 'Por un dólar me haría de la CIA y a mi madre y a mi padre y a mi hermana mataría'. Esa inquietud latente es hija de una historia de tropiezos. Como explican Mariana Luzzi y Ariel Wilkis en El dólar. Historia de una moneda argentina (1939-2019), esa moneda va más allá de sus funciones naturales, el ahorro, la inversión y las transacciones inmobiliarias. Se trata de "un artefacto público de interpretación de la realidad económica y política que ningún ciudadano del país puede obviar". Por eso, del dólar hablan los taxistas y los empleados públicos, aunque no lo posean ni acaparen, porque solo es el usufructo de una minoría.

El dólar comenzó a instalarse como tema de conversación casi cotidiano durante la última dictadura, cuando se fortaleció artificialmente la moneda local, solo con fines especulativos. "El que apuesta al dólar, pierde", dijo en 1981 el ministro de Economía Lorenzo Sigaut. Su voluntad de sostener el precio artificial de la divisa resultó en vano. El peso argentino se derrumbó un 30% y arrastró al régimen castrense. El eclipse de Raúl Alfonsín, el primer presidente de la transición democrática, quedó asociado a esas corridas cambiarias que lo obligaron a adelantar el traspaso de mando. Tres años más tarde, Domingo Cavallo, un funcionario de aquella dictadura, fue convocado por el peronista Carlos Menem para manejar la economía. Lo que hizo fue establecer una paridad entre el peso y el dólar que una década más tarde se hizo trizas con el "corralito financiero" que terminó con la gestión de Fernando de la Rúa. 

El mayor préstamo del FMI

"El que depositó dólares, recibirá dólares", garantizó el presidente interino Eduardo Duhalde, al apenas asumir, en 2002. Se trató de una promesa incumplible a corto plazo que enervó a los ahorristas estafados. La presidenta Cristina Kirchner también tuvo sus contratiempos. Lo mismo que su sucesor, el derechista Mauricio Macri, quien obtuvo el mayor préstamo de la historia del Fondo Monetario Internacional (FMI): 45.000 millones de dólares. Fernández ha refinanciado esa pesada deuda y se ha hundido políticamente para cumplir con los compromisos de pago. Su lealtad al ajuste no le evitó tormentas y augura otras tempestades.

El desencanto con el peronismo le abre por primera vez las puertas a la ultraderecha. El economista, excantante de rock y especialista en sexo tántrico, Javier Milei, promete eliminar el Banco Central y la dolarización completa de la economía como panacea. Ya no se trataría de pensar ocasionalmente "en dólares" sino adoptar a la moneda como propia. "La dolarización no es adecuada para Argentina", dijo Jorge Remes Lenicov, el ministro de Economía de Duhalde que terminó en 2002, devaluación mediante, con la fantasía de que un peso era equivalente a un dólar. A pesar de las prevenciones de muchos economistas, Milei se posiciona cada vez mejor en las encuestas, y hasta podría ser presidente. Una estrofa de aquella canción de Copani puede ser profética: 'Por un dólar a usted lo votaría, por un dólar tal vez me bañaría'. 

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