Crimen organizado

Mafiosos en España: las fuerzas de seguridad centran sus búsquedas en los invisibles de la 'Ndrangheta

La logística del tráfico de cocaína y hachís, su principal negocio en la Costa del Sol y Levante

Detención en Fuengirola de Mario Palamara, ejecutivo de la ’Ndrangheta, el 11 de octubre de 2022.

Detención en Fuengirola de Mario Palamara, ejecutivo de la ’Ndrangheta, el 11 de octubre de 2022. / CNP

Juan José Fernández

Cuando, hace ahora un año, una patrulla de la Guardia Civil de un pueblo de Alicante se encontró a un joven marroquí tirado en la calle, en esa acera afloraba otro brote del fenómeno criminal que lleva años incubándose en Levante. El marroquí mostraba muchas magulladuras, propias de una gran paliza. En el cuartel contó a los guardias que acababa de huir de un piso de la playa de San Juan, que lo habían capturado en Murcia, que lo retenían dos italianos muy violentos, que le pegaban, que tenían subfusiles...

El marroquí era guarda de una carga de hachís que su banda alijaba para mafiosos italianos, y en algún momento del encargo los magrebíes habían engañado a los clientes. Los italianos, enojados, lo tenían de rehén.

Las fuentes consultadas en la Policía y la Guardia Civil describen un estadio postembrionario de implantación de la Cosa Nostra, la Camorra y la ‘Ndrangheta en España. Sobre todo la calabresa, que lidera el mundo mafioso ante la decadencia de la primera y el violento desorden de la segunda. Hace ya tiempo que este país dejó de ser solo lugar de escondite para cuando la Guardia di Finanza apretara en Calabria, Sicilia, Nápoles, Milán o Roma. Ya tiene un decenio la constatación de que España es una importante base externa de operaciones del crimen organizado italiano.

Infiltrados

El caso de Alicante es síntoma, y las operaciones recientes contra la ‘Ndrangheta en España son modelo. El golpe que a esa organización dieron la Guardia Civil y la policía italiana el 12 de septiembre pasado lo es tanto por su carácter multitudinario -32 detenidos-, como por su dispersión -40 registros en Ibiza, Tenerife, Barcelona y Málaga- y el camino del dinero.

La red se dedicaba a la cocaína -guardaba casi cinco kilos-, anfetamina -18 kilos-, marihuana -600 plantas- y la logística del hachís. Y para blanquear el dinero ganado habían invertido en el ladrillo.

La Policía Nacional ha hecho suficientes operaciones contra mafiosos expatriados como para que la Udyco (Unidad contra la Droga y el Crimen Organizado) tenga un específico Grupo Contra las Mafias Italianas y Cárteles Balcánicos, cuya experiencia es todo un prontuario de la infiltración en España.

Fuentes de esa unidad confirman que las colonias mafiosas blanquean aquí beneficios en la compra de pisos y chalés en zonas turísticas, Madrid y Barcelona. “Aquí compran inmuebles, locales, hoteles, abren negocios, restaurantes italianos…”, relata la fuente de la Policía. La contaminación de la economía legal es la gran preocupación de la lucha antimafia.

Un restaurante italiano había regentado en Galapagar el mafioso siciliano Gioacchino Gammino, disidente de la Cosa Nostra. Y había reconvertido otro negocio en una frutería a nombre de Manuel Mormino en la misma localidad madrileña cuando lo encontró la Policía, en enero del 22, tras 20 años de fuga.

Foto de la ficha policial de Pasquale Bonavota, miembro de la 'Ndrangheta buscado por Italia en toda Europa.

Foto de la ficha policial de Pasquale Bonavota, miembro de la 'Ndrangheta buscado por Italia en toda Europa. / Ministerio del Interior de Italia

Pasquale Bonavota, miembro buscado de la ‘Ndrangheta -escondido quizá en un rincón de Calabria o, puede, si estuviera vivo, en algún chalé de nuestra costa mediterránea-, estaba negociando la compra de una firma italiana de videojuegos en 2018, cuando se borró del mapa.

Bonavota aporta rasgos para un retrato del mafioso calabrés fugitivo. Es un asesino condenado a cadena perpetua. La violencia ha teñido su vida. Siendo adolescente, se vio en medio de un tiroteo que en su tierra recuerdan como ‘la masacre de la Epifanía’. En el pueblo de Sant’Onofrio, el día de Reyes de 1991 miembros de un clan rival de la vecina aldea de Stafanaconi irrumpieron ante la iglesia de Maria Santissima delle Grazie con pistolas y un fusil Kalashnikov. Buscaban a los Bonavota. Dos parientes de Pasquale quedaron muertos en la plaza, y heridos once. El muchacho alcanzaría su mayoría de edad viendo a su clan preparar y ejecutar la venganza. Seis años después, Vincenzo, su padre, también fue asesinado.

Invisibles

Bonavota yace en alguna fosa o quizá piensa en su jubilación en cualquier punto del mundo. Interpol define a la ‘Ndrangheta como la única organización criminal italiana que tiene infraestructura en los cinco continentes.

Hay por tanto muchos pajares en los que buscar estas agujas. Si Gioacchino Gammino era, además de prófugo, pizzero y frutero, Mario Palamara pasaba por modesto turista afincado en Fuengirola. Tenía documentación falsa, y se desplazaba en bici, con bermudas, zapatillas y una camiseta de Armani Exchange cuando lo detuvo la Policía el pasado 11 de octubre.

Hombre, de mediana edad, con papeles falsos, que se ha venido sin mujer ni hijos, conocido de la policía, con dinero pero muy discreto, invisible entre la masa de residentes italianos de la costa… La Policía describe así al mafioso italiano instalado en España, cuya prioridad es pasar inadvertido.

Ese último detalle explica que la inmigración mafiosa italiana no cultive en España el 'pizzo' o cobro de una iguala por protección a tenderos y empresarios.

Lejos de ser un apacible inmigrante, sobre Palamara pesaban desde 2015 cuatro órdenes europeas de detención por narcotráfico, asociación mafiosa, blanqueo de capitales, falsificación y soborno. En la estructura familiar de la ‘Ndrangheta lo había alzado como autónomo una buena agenda de suministradores colombianos, útil para importar cocaína a Calabria.

Por qué España

Palamara podía haber hallado refugio más seguro en Cali o Bogotá, pero necesitaba permanecer en la plataforma europea de narcoimportación en que está convertida España.

Dicen en la Udyco que rara vez el capo de la ‘Ndrangheta toca son sus manos la mercancía ilegal con que mercadea, ni frecuenta el menudeo de la trata de mujeres. Las ramas importantes de esa arborescente estructura familiar se ocupan más de la logística del gran narcotráfico, o del tráfico de armas, la contrata pública o el asalto a otras bandas. Acarrear fardos de hachís lo dejan a peones marroquís emigrados a Italia, que se traen a España.

Pero se siguen encontrando parientes calabreses en escalones bajos del negocio. Dos de ellos, entre siete tripulantes, iban a bordo del pesquero interceptado a 335 millas de Dakar (Senegal) en febrero pasado. Le acababa de trasvasar 805 kilos de cocaína un barco nodriza. La traían para España.

Han sido también detectados operando con un escuadrón de montenegrinos en el tráfico de drogas a su paso por Canarias. La Guardia Civil de Tenerife compartió en agosto pasado una operación de Europol para desarticular un grupo de la ‘Ndrangheta que fletó un velero con 6,1 toneladas de cocaína en la bodega.

El cemento de la mafia calabresa es el vínculo de sangre, el parentesco, antídoto contra la traición interna; pero sus actividades son multinacionales. Y para comerciar con coca y hachís es calve la posición geográfica de este país.

Lo es tanto para el comercio clandestino principal como para las llamadas “oficinas bastardas”, que no están reconocidas por la red, como la que, regentada por el hijo de un capo mediano, intentó en marzo del año pasado enviar de Málaga a Turín 279 pelotas de hachís ocultas en el falso suelo de una autocaravana. España les interesa “por la cercanía con Marruecos y porque en unas horas vas en coche de Barcelona a Milán”, explica una de las fuentes policiales.

Relajados

No obstante, sigue siendo el escondite sigue siendo razón frecuente para venir a España, porque la presión policial haya mordido a algún mafioso clave, o haya sido incautada alguna agenda elocuente. Cuando, el pasado 13 de diciembre, la operación Blue Notte de la Guardia di Finanza se saldó con el apresamiento de 130 mafiosos en Calabria y Sicilia, puede que mucha gente no tocada en las cercanías del punto narco del muelle de Giogia Tauro sintieran una apremiante necesidad de venir aquí.

Y puede que sus nombres fluyan por las alertas de la red de Interpol I-Can y la red @ON de Europol, liderada por la italiana Direzione Investigativa Antimafia. En los últimos tres años se han nutrido de información compartida, que llevó, entre otros golpes, a la detención en agosto de 2021 de Domenico Paviaglianiti, alto jefe de la 'Ndrangheta.

Hasta su localización no se sabía que ese aparente jubilado de 60 años, que portaba 6.000 euros y usaba seis móviles, se escondía en Madrid: se había tirado del hilo de información compartida sobre sus familiares, que le habían acogido antes en Barcelona.

Puede que, por crecer, los clanes vayan perdiendo parte de la invisibilidad que era su ventaja en España. En Torrevieja (Alicante), el Servicio de Información de la Guardia Civil detectó en 2022 una rara reunión de italianos. Algunos llegaban al punto de cita en coche… con otros dos coches detrás. A veces los mafiosos celebran cónclaves visibles, con convoyes de escolta. Y eso es todo lo contrario a su prioridad de pasar desapercibido.

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