Energía nuclear

La apuesta nuclear de Francia avanza con pies de plomo

El Gobierno de Emmanuel Macron impulsa la construcción de 6 nuevos reactores en el horizonte de 2035 y contempla un total de 14 hacia 2050 | Esta promoción de la energía del átomo choca con las dificultades de las centrales actuales y la delicada situación financiera de EDF

El presidente francés, Emmanuel Macron.

El presidente francés, Emmanuel Macron. / EFE

Enric Bonet

Una apuesta por la energía del átomo cueste lo que cueste. Después de una visión oscilante durante su primer mandato, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha hecho de las centrales nucleares un pilar de su estrategia para afrontar la transición energética y ecológica. El dirigente centrista quiere construir seis nuevos reactores hacia 2035. Contempla ocho más en el horizonte de 2050, lo que elevaría a 14 las plantas de este tipo que verían la luz en las próximas tres décadas. Una política energética que resulta antagónica a la de Alemania y que genera un intenso debate en las altas esferas en Bruselas.

La Asamblea Nacional francesa aprobó el 21 de marzo una ley que agiliza los procedimientos administrativos y los plazos para construir nuevas centrales. También suprime el objetivo de reducir al 50% el peso de la energía del átomo en el mix eléctrico en 2035. Con 56 reactores, el sector nuclear representa cerca del 70% de la producción de electricidad en Francia, el país en el mundo en que esta energía tiene un mayor peso, seguido por Ucrania (55%). Un porcentaje que bajó el año pasado al 62% debido a los problemas de corrosión y mantenimiento que sufrieron numerosas centrales francesas. 

A pesar de haber sido debatida en uno de los momentos de mayor dificultad de Macron —debido a su pulso con los sindicatos por la reforma de las pensiones—, esta nueva ley nuclear fue aprobada en primera instancia con comodidad, con 402 votos a favor y 130 en contra. Este respaldo refleja el actual consenso político y social sobre la energía del átomo en el país vecino, donde se considera prácticamente como un emblema nacional.

Parecen haber pasado siglos desde el shock en la opinión pública que supuso el accidente de Fukushima en 2011. La actual crisis energética ha resultado clave para reforzar el discurso pronuclear en Francia. Apuestan por ella desde el macronismo hasta la ultraderecha de Marine Le Pen, pasando por Los Republicanos (afines al PP) y el Partido Comunista.

Un parque nuclear envejecido

Pese a este consenso, la apuesta nuclear francesa avanza con pies de plomo. Las últimas centrales que entraron en funcionamiento lo hicieron en 2002. Después de que su construcción empezara en 2007, el reactor de Flamanville (noroeste) sufrió numerosos retrasos. No está prevista su culminación hasta mediados del año que viene. Este proyecto ha supuesto una inversión de 13.000 millones de euros para la empresa estatal EDF, propietaria de todos los reactores del país.

De los 56 reactores, casi 40 de ellos fueron construidos hace prácticamente cuatro décadas. Este envejecimiento del parque nuclear contribuyó a los problemas de corrosión y las tareas de mantenimiento efectuadas el año pasado. 26 de los 56 reactores dejaron de funcionar a mediados de 2022 a causa de ello. Unas turbulencias que resultaron fatales para EDF, que sufrió una bajada de un 30% de su producción de electricidad. 

A causa de estos problemas y de algunos mecanismos barrocos del liberalizado mercado europeo de la energía, esta empresa tuvo que comprar electricidad al precio del mercado —llegó a situarse en unos 500 euros el MW/h— y luego la vendía a sus competidores a un precio reglamentado de 46,2 euros el MW/h. Una tormenta perfecta que propició que cerrara el ejercicio con unas pérdidas de 17.900 millones de euros. El grupo no solo sufrió este déficit récord, sino que también acumula una deuda de 64.500 millones de euros.

La nacionalización de EDF

Por consiguiente, el Ejecutivo centrista anunció en julio su voluntad de que el Estado se hiciera con el 100% del capital de EDF —entonces disponía del 84%—, aunque no detalló sus intenciones. ¿Se trataba de una nacionalización? ¿O de un rescate para luego privatizarla? 

"Decidió nacionalizar EDF porque no sabía qué hacer con la empresa. Pero cuando hizo ese anuncio, tendría que haber presentado una hoja de ruta", explica a El Periódico, del grupo Prensa Ibérica, Thierry Bros, profesor en Sciences Po Paris. Este experto en el sector se muestra crítico con los titubeos de Macron, al principio favorable al cierre de centrales y con reducir la producción de las nucleares y en 2021 dio un giro copernicano e hizo de esta energía la piedra angular de la transición energética: "El Gobierno no tuvo una estrategia clara en esta materia durante cinco años y ahora se ven los efectos de ello".

"Cuando hice una visita oficial a las oficinas del Ministerio de Economía el pasado otoño, descubrí un plan oculto para privatizar las partes de EDF dedicadas a las energías renovables y la distribución de electricidad y mantener el grupo como un productor de energía nuclear", afirma el diputado socialista Philippe Brun. Estas intenciones fueron negadas oficialmente por el Gobierno, aunque en su primer mandato Macron ya había impulsado una iniciativa parecida. Debido a ello, este representante impulsó una proposición de ley para garantizar "una verdadera nacionalización de EDF". 

Pese a la oposición de la coalición presidencial, la Asamblea Nacional aprobó en febrero este texto con el voto del conjunto de los representantes de la oposición. El Senado lo ha ratificado a principios de abril. "Esta ley obliga al Gobierno a pasar por el Parlamento para cualquier reorganización de EDF", recuerda Brun. Es decir, limita el margen de maniobra de Macron para reestructurar la empresa y buscar vías de financiación para construir los nuevos reactores, unas infraestructuras que suelen ser muy costosas. De hecho, estas fuentes de financiación incentivan el actual pulso entre Francia y Alemania para que la nuclear sea considerada (o no) como una energía verde.

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