Crisis y guerras

En Oriente Próximo, los musulmanes viven su Ramadán más insípido

Desde Egipto y Marruecos, pasando por el Líbano, Túnez, Siria o Turquía, los fieles del islam sufren la creciente inflación, la devaluación de sus monedas locales y la escasez agravada por la guerra en Ucrania en medio de crisis económicas, conflictos y desastres naturales

El Iftar, la comida para romper el ayuno al ponerse el sol durante el mes del Ramadán.

El Iftar, la comida para romper el ayuno al ponerse el sol durante el mes del Ramadán.

Adrià Rocha Cutiller, Marc Ferrà, Andrea López-Tomàs

Hay rincones del mundo donde cualquier iftar, la comida para romper el ayuno al ponerse el sol durante el mes del Ramadán, puede verse inmediatamente interrumpido. La violencia de unos soldados o las bombas que caen desde el cielo son las que lo detienen en Palestina o Yemen, anclados en conflictos sin fecha de caducidad. Pero, en otros destinos, como el Líbano, Túnez, Marruecos o Egipto, unas feroces crisis económicas impiden que ese banquete tenga lugar. En las castigadas Siria y Turquía, se le añade la ausencia de un techo que proteja sus celebraciones.

En la región de Oriente Próximo, donde se importa más del 90% de los alimentos, los musulmanes viven su Ramadán más humilde. Según el Islam, el ayuno acerca a los fieles a Dios y les recuerda el sufrimiento de los pobres. Cada vez más, es su propia pobreza la que se refleja en sus crecientemente escasos iftars. 

Sin dulces en las miserias egipcia y libanesa

En Egipto, la situación ha llegado a decisiones que bordean la humillación. El aumento de los precios y la pérdida del 50% del valor de la libra egipcia han motivado a algunas de las pastelerías más famosas del país a ofrecer la posibilidad de comprar a plazos los famosos dulces típicos del 'kunafa'. Esta masa de queso, cubierta por cabello de ángel y almíbar, puede ser pagada en tres meses sin intereses solo por el gusto de disfrutarla una sola noche. Casi el 30% de los 100 millones de egipcios viven en la pobreza, según datos oficiales. En enero, la inflación anual alcanzó un nuevo máximo a medida que sigue cayendo la moneda local. 

La guerra en Ucrania vino a agravar una situación ya de por sí tocada por la pandemia y la austeridad del gobierno del mayor importador de trigo del mundo. Estas consecuencias se han notado también en el Líbano, instalado en el cuarto año de una de las peores crisis económicas de todo el planeta desde 1850, de acuerdo al Banco Mundial. Con la mayor cantidad de refugiados per cápita del mundo, el país sufre una inflación del 123% en cifras del mes de enero. 

El iftar es inasequible para el 80% de las personas en el país, según la organización American Near East Refugee Aid (ANERA). La libra libanesa ha perdido un 98% de su valor frente al dólar estadounidense desde finales del 2019. En un país donde sólo el 10% de la población cobra en dólares, los supermercados y otros comercios llevan desde principios de marzo mostrando sus precios en esta divisa. El plato estrella del Ramadán, la ensalada 'fattush' que combina 14 ingredientes diversos, vale tres veces más que el año pasado. Su precio es 40 veces más caro que antes del inicio de la crisis económica en el 2019. 

Turquía y Siria: ayuno sobre los escombros del terremoto

Entre las nuevas ciudades de tiendas de campaña levantadas alrededor de los escombros del terremoto, cada tarde al caer el sol, cientos de miles hacen cola. El Ramadán, para los creyentes musulmanes, es el mes de encuentros con familiares y amigos, reuniones constantes y multitudinarias entre allegados y seres queridos.

Pero este 2023, el Ramadán, en las regiones del sureste de Turquía y el noroeste de Siria, las más afectadas por el terremoto de febrero, el mes sagrado del islam representa otra cosa: vidas en suspenso en tiendas de campaña, condiciones difíciles, casas derruidas, familiares perdidos y, sobre todo, colas para recibir la comida para romper o empezar el ayuno, dependiendo de la hora.

En Turquía, según explica el gobierno turco, Estado y organizaciones reparten cada día dos millones de menús a los ciudadanos que aún están en las regiones del terremoto, atrapados en tiendas de campaña o containers de mercancías reciclados.

En el noroeste de Siria, con la ayuda humanitaria y los alimentos entrando a cuentagotas a través de la frontera turca, el Ramadán se vive distinto. “Este Ramadán es el más difícil que he vivido nunca, porque todo está muy caro y porque dependemos de las comidas que nos dan las oenegés”, explica Mariam Halul, una madre de familia que perdió su casa en el terremoto, a la televisión catarí 'Al Jazeera'. 

En la región del noroeste sirio, en la actualidad, viven en torno a 4,5 millones de personas, la mayoría de los cuales son desplazados de guerra. El 90% de ellos, según datos de la ONU, necesita la ayuda humanitaria para sobrevivir.

Al norte, en Turquía, a pesar de que sí llega la ayuda, este Ramadán también es el más excepcional que se recuerda en décadas. “En los campos, todo se consigue a través de colas. Para conseguir tampones, ir al baño, ducharse, comida…”, explica al periódico 'Cumhurriet' una diputada opositora turca, residente en la provincia más afectada, Hatay: “Todo se consigue así, y en un 70% de los casos, al final de la cola, la respuesta que reciben muchos ciudadanos es ‘ya no quedan’ o ‘ya no hay’. La situación es desesperada”.

La sequía que arrastra el Magreb

El aumento de precios también pasa factura a los platos tradicionales magrebíes que no pueden faltar en la mesa de Ramadán. Muchos de los ingredientes imprescindibles para la 'harira' o la 'chorba', dos sopas muy populares, se han encarecido. “Este año la 'harira' que compras en la calle, no sabe tanto a tomate, tiene más gusto a harina”, lamenta Sofía en Rabat. Las últimas cifras oficiales apuntan que la inflación interanual de los productos alimentarios ha alcanzado el 20% en el país norteafricano. Además, durante el mes sagrado muchos productos suben todavía más, como ocurre en España durante la Navidad.

En Túnez, además del encarecimiento de las compras, la ciudadanía afronta este mes con miedo al desabastecimiento de productos básicos provocado por la crisis económica que afronta el país. En los mercados argelinos el precio de la cebolla es lo que más ha indignado: se ha multiplicado por tres en un año.

Además del contexto internacional marcado por la guerra en Ucrania, la sequía que hace tres años que golpea la región también está detrás de este aumento. Las lluvias son escasas y los pozos cada vez están más vacíos. “El cultivo de cebolla necesita mucha agua. Con la sequía que hay en el país, se está dificultando la producción”, explica un agricultor argelino al medio local 'TSA'.

Más a largo plazo, el mayor temor de los agricultores es el cultivo de cereales, especialmente el trigo. Marruecos ya activó la semana pasada una alerta naranja por altas temperaturas al sur del país y el termómetro ya alcanzó los 40 grados a inicios de la primavera. En los medios locales hablan de “fase crítica” de estos cultivos y los expertos alertan que si no llueve las próximas semanas peligrarán las cosechas previstas para los próximos meses.