América Latina

Argentina, un país insomne

La gran mayoría de la población tiene problemas para dormir, desvelada por una crisis económica que devora todas las ilusiones

Una compradora paga en una tienda de frutas y verduras en un mercado de Buenos Aires.

Una compradora paga en una tienda de frutas y verduras en un mercado de Buenos Aires. / Reuters

Abel Gilbert

"Mientras la noche abrigue, amor/ yo subiré a tu alcoba/ En tu cielo me reuniré/ Y en tus labios me perderé para soñar", cantaba Luis Alberto Spinetta en 2008. La canción de una de las grandes referencias del rock argentino forma parte del disco 'Un mañana'. La imposibilidad de soñar con días mejores y la necesidad de un sueño apacible son sin embargo carencias convergentes en el presente. De acuerdo con una investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), un 75,95% de las personas consultadas tienen problemas para dormir y un 38,61% de ellas padecen insomnio o un sueño interrumpido. Una de las razones de esta perturbación tiene que ver con la ausencia de horizontes. Como dice otra canción muy popular, del grupo Los Redonditos de Ricota: "el futuro llegó hace rato", y no es nada halagüeño.

"No me dejen soñando solo, sueñen conmigo, vamos a cambiar el mundo", arengó el presidente Alberto Fernández la semana pasada. Él tiene, además, un sueño personal: ser reelecto en los comicios de octubre. Por el momento, los sondeos no lo invitan al optimismo. "Estoy seguro que el Frente de Todos va a ganar", se empecina en decir no obstante Fernández en relación a la suerte de la coalición de distintas vertientes del peronismo que gobierna desde fines de 2019. "Llegó el momento de volver a soñar juntos", ha asegurado por su parte el alcalde capitalino y aspirante a la presidencia por la derecha, Horacio Rodríguez Larreta.

La llamada al sueño compartido es un lugar común de la política. Sin embargo, los párpados no se cierran con facilidad cuando pesadillas de algún orden se experimentan despierto. De hecho, el 54,55% de los entrevistados por la encuesta de la Facultada de Psicología reconoció estar en medio de una crisis, especialmente económica, y eso no invita al sosiego.

La pesadilla inflacionaria

A diferencia de lo que plantea la canción de Spinetta, la noche de muchos argentinos trae todo tipo de preocupaciones, según la investigación que se ha propuesto "conocer el estado psicológico de la población". En medio de temperaturas cercanas a los 40 grados que, desde ya, no invitan a dormir plácidamente, ocasionales cortes de luz y de agua, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) acaba de confirmar que la inflación de febrero ha sido de 6,6%. De esta manera, el coste de la vida acumulado durante los últimos 12 meses es de 102,2%. La carne y sus derivados, los demás alimentos y las bebidas no alcohólicas registraron los mayores incrementos y arrastraron a otros productos. Hay que retroceder tres décadas para encontrarse con un número aproximado. El alza incesante de los precios y el dinero que no alcanza son situaciones tan presentes en la vida cotidiana que no se desvanecen a la hora de cerrar los ojos.

El estudio de la Facultad de Psicología recuerda que la pandemia abrió las grandes puertas del insomnio. A la vez, la inseguridad, el desencanto con la situación política, el paro y la precariedad laboral son algunos de los factores que condicionan las emociones de los argentinos. Sin embargo, es el miedo a que todo empeore en la economía lo que agudiza los trastornos, en especial en las personas más cerca de caer en la pobreza en un país donde un 40% de la población ya siente su azote. Una reciente medición da cuenta que una familia de cuatro integrantes que habita en la ciudad de Buenos Aires, la más rica de Argentina, necesitó en febrero percibir ingresos de por lo menos 264 euros para para no ser considerada indigente y unos 470 euros para no ser pobre. La pertenencia a una austera clase media reclama unos 750 euros.

No es tan sencillo alcanzar ninguna de esas cifras para una parte de los habitantes de este país. "Los participantes con un nivel socioeconómico autopercibido más bajo y con un nivel educativo más bajo, así como menor edad, mostraron los niveles más altos de malestar psicológico", se señala en la investigación de la UBA. Los riesgos son también crecientes en los más jóvenes quienes.

Más protestas

El centro de la capital argentina se vio sacudido a comienzo de la semana por el acampe frente al ministerio de Desarrollo Social de miles de personas que, a pesar de un calor flamígero, reclamaron contra la decisión del Gobierno peronista de recortar los subsidios a los sectores menos favorecidos. Hombres, mujeres y niños se manifestaron a lo largo de 48 horas. En la ciudad sin sueño, la misma que, décadas atrás, se dejaba llevar por la vida nocturna de los restaurantes, cafeterías, teatros y librerías que cerraban de madrugada, los perdedores de siempre trataron de dormir en las calles aledañas al ministerio. Lo hicieron aun sabiendo de que sus pedidos no serían contemplados. La llamada Unidad Piquetera, que nuclea a varias organizaciones sociales, no solo pide que se mantengan las ayudas estatales. También exigen trabajo genuino, un seguro de paro, asistencia a los comedores populares y la entrega de herramientas comprometidas para desarrollos comunitarios. Sus dirigentes, se les reprocha, persiguen un sueño modesto pero al mismo tiempo imposible.