Turbulencias diplomáticas

Turbulencias en las relaciones entre Francia y Marruecos: ¿vuelven a enfriarse sus históricos vínculos?

Las autoridades francesas niegan que haya una crisis diplomática, pese a las discrepancias evidentes entre ambos países

Emmanuel Macron.

Emmanuel Macron. / Reuters

Enric Bonet

Las históricas relaciones entre Francia y Marruecos atraviesan un momento turbulento. El país magrebí no tiene embajador en la capital francesa desde hace casi dos meses, mientras se multiplican en Rabat las críticas contra el Gobierno francés por su posición sobre el Sáhara Occidental y por la resolución en enero del Parlamento Europeo muy crítica con el reino marroquí. Las autoridades galas se resisten a reconocer esta crisis diplomática soterrada, a pesar de las discrepancias evidentes entre París y Rabat.

"Las relaciones no son amistosas ni buenas, tanto entre los dos gobiernos como entre el Palacio real y el Elíseo", aseguró a principios de marzo una fuente del Ejecutivo marroquí en declaraciones a la revista francesa Jeune Afrique. Con esas palabras, respondieron a la voluntad del presidente Emmanuel Macron de quitar hierro a este aparente enfriamiento diplomático, tras haber sido preguntado sobre ello durante su conferencia de prensa para detallar su estrategia sobre África, a finales de febrero.

El embajador de Francia en Marruecos, Christophe Lecourtier, negó que hubiera una crisis diplomática, pero reconoció "incomprensiones e incluso pequeñas turbulencias", en una entrevista para el diario a saudí rab News. La ministra francesa de Exteriores, Catherine Colonna, expresó ante una comisión de la Asamblea Nacional su voluntad de "practicar apaciguamiento". 

De hecho, Macron tenía prevista una visita a Marruecos a finales del año pasado, pero, primero, fue aplazada al primer trimestre de este año y, luego, se dijo que no se celebraría al menos hasta finales de abril. De momento, no hay confirmación oficial sobre este desplazamiento, su fecha exacta ni si incluirá una reunión con el rey Mohamed VI, aunque cuesta de imaginar que la presidencia francesa acepte una visita oficial sin una reunión con su homólogo. La reciente cumbre hispano-marroquí —la primera de alto nivel en los últimos ocho años— ya había generado cierta polémica debido a la ausencia del monarca.

'Qatargate' y visados

Estas turbulencias se deben tanto a algunas cuestiones coyunturales como otras más estructurales. Como era previsible, las autoridades marroquíes están muy molestas tras la aprobación el 19 de enero de una resolución en el Parlamento Europeo en que se criticaba duramente a su país por el encarcelamiento de periodistas y se expresaba preocupación por las acusaciones de corrupción contra Rabat en el marco de la trama del 'Qatargate', que incluye una supuesta rama marroquí. 

Desde ese mismo día, el embajador marroquí en París cesó sus funciones y aún no nombraron a uno de nuevo. Esto no resulta una coincidencia, puesto que desde el otro lado del Mediterráneo señalan al Elíseo por esa resolución, debido al peso que tiene en el grupo de los liberales —tercera fuerza en la Eurocámara— el eurodiputado Stéphane Séjourné, quien preside el partido de Macron. "¿Es un acto del Gobierno francés? No", afirmó el presidente galo sobre el texto aprobado en Estrasburgo. 

Los vínculos entre el Gobierno francés y el marroquí ya se habían enturbiado tras la decisión de la administración gala en septiembre de 2021 de reducir a la mitad los visados otorgados a la población marroquí para viajar al territorio francés. Una medida tomada en respuesta a las reticencias de Rabat para aceptar las expulsiones a su territorio de personas migrantes marroquíes en situación irregular. Aunque al final el Ejecutivo galo renunció a esa polémica limitación de visados, eso erosionó la relaciones.

Sáhara Occidental

"A principios de los años dos mil, ambos países mantenían una relación muy estrecha. Pero esto cambió y cada uno de ellos dispone actualmente de mayor autonomía", explicaba en el verano de 2021 a este periodista de EL PERIÓDICO el historiador Pierre Vermeren, autor del libro Le Maroc en 100 questions: un royaume de paradoxes. Los tiempos en que Francia consideraba a Marruecos la niñita de sus ojos en el Magreb y del idilio entre Mohamed VI y Jacques Chirac, su "verdadero hermano mayor", pasaron a la historia. Las élites marroquíes observaron con cierta desconfianza al presidente François Hollande y ahora a Macron, por haber erigido en una de sus prioridades la reconciliación con Argelia.

Rabat presiona a París para que siga la estela de Estados Unidos y España y reconozca el Sáhara Occidental como un territorio marroquí. Francia se opone, sin embargo, a ello. No solo lo hace para respetar las resoluciones de Naciones Unidas, sino también para no disgustar a las autoridades argelinas. Mientras la diplomacia gala se ha concentrado en los últimos años en un delicado equilibrio basado en concentrar sus esfuerzos en Argel, con la esperanza de que esto no afecte las relaciones con Rabat, Marruecos ha emergido como una potencia regional, que no duda en comportarse de manera desafiante con potencias europeas, a priori aliadas. Así sucedió con el espionaje por los servicios secretos marroquíes a través de Pegasus del teléfono móvil de Macron y quizás también el de Sánchez.

Esta crisis diplomática soterrada entre París y Rabat se produce en un momento de declive de la influencia gala en África. Cada vez más dirigentes africanos se muestran desafiantes con las autoridades de su excolonia. Y un país con tantas ambiciones como Marruecos no podía ser una excepción.