Informe

El medioambiente, víctima silenciosa de la guerra de Ucrania

1,24 millones de hectáreas de territorio de reserva natural han sido afectados por la guerra, según un informe de Greenpeace y la oenegé ucraniana Ecoaction

Agentes de bomberos trabajan en la extinción de un incendio provocado por un misil en el Donbás.

Agentes de bomberos trabajan en la extinción de un incendio provocado por un misil en el Donbás. / Reuters

Begoña González

Miles de hectáreas calcinadas, suelos y ríos contaminadosreservas naturales devastadas... Son solo algunos ejemplos de los nocivos efectos que la guerra de Ucrania está teniendo en el medioambiente, que se ha convertido en una de las víctimas silenciosas del conflicto.

"Ucrania es un país industrial importante con muchas ciudades que han desarrollado industria pesada como Járkov, Mariúpol, Dnipro, Zaporiyia o Kryvyi Rih. Por eso la contaminación antes de la ofensiva era ya muy alta", explica a El Periódico Javier Raboso, de Greenpeace, organización que en colaboración con la ucraniana Ecoaction ha realizado un informe sobre la catástrofe climática en el país eslavo. Y el nuevo escenario de destrucción rusa ha aumentado sustancialmente los daños ambientales.

Desde el inicio del conflicto, el 24 de febrero de 2022, al menos 1,24 millones de hectáreas de territorio de reserva natural han resultado afectados. Las hostilidades han impactado un área de tres millones de hectáreas de bosques ucranianos y, en la actualidad, 450.000 hectáreas de bosques están bajo ocupación o en zonas de combate.

Las explosiones de cohetes y artillería generan un cóctel de compuestos químicos tóxicos para la naturaleza y la salud humana. Después de la explosión, los compuestos de los que está formado el artefacto se oxidan por completo y los productos de la reacción se liberan a la atmósfera, entre otros: monóxido y dióxido de carbono, óxido nítrico (NO), óxido de nitrógeno (NO2), óxido nitroso (N2O), formaldehído, vapor de cianuro de hidrógeno (HCN) y nitrógeno (N2). Según el Ministerio de Defensa de Ucrania, en 20 días, Rusia disparó unos 900 cohetes de diferentes tipos y calibres.

"Los principales compuestos, como el dióxido de carbono, no son tóxicos, pero contribuyen al cambio climático. Los óxidos de azufre y nitrógeno también pueden causar lluvias ácidas, cambiando el pH de los suelos y causando quemaduras en la vegetación, especialmente en las coníferas. Las lluvias ácidas son, además, peligrosas para las personas", afirma Raboso.

Azufre y cobre

Además, los fragmentos metálicos de las carcasas tampoco son seguros, alertan desde la oenegé. "En las vainas de munición suele encontrarse también azufre y cobre, y esas sustancias cuando penetran en el suelo pueden llegar a las aguas subterráneas y finalmente a las cadenas alimentarias, afectando a seres humanos y animales", añade este miembro de Greenpeace.

Uno de los escenarios de esta guerra que tuvo en vilo al planeta fue la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa. Una catástrofe grave en esta planta tendría un impacto radiológico potencialmente importante no sólo en Ucrania, sino también en los países vecinos. "No es necesario que se produzca un impacto militar directo en la central, basta con causar daños en el tendido eléctrico a varias decenas de kilómetros para que ocurra un incidente grave", asevera.

En el informe, elaborado con datos recopilados por Ecoaction y posteriormente cotejados por Greenpeace a través de imágenes de satélite, se mencionan 900 casos, de los que se han destacado 30 para mostrar sobre un mapa los daños más graves causados en estos 365 días de guerra.

"Es complicado mapear el daño, se cree que gran parte del territorio liberado está lleno de minas y otros explosivos, mientras que las fuerzas rusas aún ocupan partes del país, lo que hace muy difícil recopilar datos. Aun así, debemos prestar mucha más atención a la devastación ambiental para que la restauración de la naturaleza se incluya en la discusión sobre el futuro de Ucrania, ya que necesitará de herramientas, experiencia y compromiso, así como de fondos significativos. Esos fondos deberían asignarse ya, no cuando termine la guerra", señala Denys Tsutsaiev, responsable de Greenpeace en Kiev (Ucrania).

Animales en peligro

Según la oenegé, esperar a que termine la guerra para empezar actuar podría hacer que sea "demasiado tarde" para algunos territorios. "Los ecosistemas marinos, por ejemplo están ya muy afectados. Y no solo en Ucrania, también en Georgia, Turquía, Bulgaria y Rumania", asegura Raboso. Según recoge National Geographic, solo en los primeros seis meses de ofensiva se contabilizaron más de 5.000 delfines muertos en las costas ucranianas. Kiev estima que la cuenta ahora podría ascender a más de 50.000.

En el mar Negro, las emisiones de sonar de los buques de guerra destruyen el oído interno de estos animales y perturban su vida cotidiana hasta que mueren. El científico ucraniano Ivan Russev, director del Parque Nacional de Lagunas de Tuzly, empezó en marzo del pasado año un trabajo de recolección de ejemplares muertos de chacales, delfines y otras especies de mamíferos marinos cerca de Odesa para poder poner cifras a esta masacre.

De igual forma, Ucrania es también una zona de tránsito para las aves migratorias, y la costa del mar Negro es una zona de anidación. La actividad militar ha imposibilitado que muchas de estas especies lleven a cabo sus migraciones dado que varias reservas naturales están situadas en zonas de combate.

Por otro lado, en esos espacios, Ucrania ha visto aumentar "dramáticamente" los niveles de residuos debido a las operaciones militares. Esto incluye vehículos y equipos militares dañados o abandonados, fragmentos de proyectiles, vehículos civiles y escombros de edificios. También hay residuos domésticos y médicos sin recoger, gran parte de ellos tóxicos y que necesitarán una manipulación, transporte y eliminación especiales, avisa la OCDE.

Los escombros de edificios también pueden contener sustancias tóxicas como el amianto -un mineral parecido a las fibras que puede dañar los pulmones- y metales pesados como el plomo y el mercurio, que están relacionados con múltiples riesgos para la salud.

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