Ucrania

Si da armas pesadas, inteligencia y entrenamiento de soldados, ¿por qué dice la OTAN que no está en guerra?

"Técnicamente, la UE está más cerca de estar involucrada en la guerra que la OTAN", dice Nick Witney

Ejercicios militares de la OTAN.

Ejercicios militares de la OTAN. / Reuters

Mario Saavedra

Si Estados Unidos ordena acelerar su producción de munición para satisfacer los esfuerzos de guerra de Ucrania, envía armamento sofisticado de última generación (tanques Abrams, misiles Patriot, lanzaderas de misiles HIMARS) que se usan en la línea del frente, ayuda con sus servicios de inteligencia a hundir barcos rusos o pasa imágenes satélite de los movimientos de tropas enemigas, ¿se puede decir que Estados Unidos (o Reino Unido, Alemania o España) está de facto envuelto en una guerra? ¿Cuál es la línea roja en términos prácticos para considerar que un país es parte de un conflicto bélico? Si, además, Joe Biden da discursos de resistencia y defensa de la libertad en Kiev, ¿no es ya parte del conflicto, por mucho que su participación sea defensiva, para impedir una invasión ilegal e injustificada?

En público y en privado, diplomáticos y políticos insisten siempre que pueden en que “la OTAN no está en guerra”, “la Unión Europea no está en guerra” y “España sólo envía armamento defensivo”. Hay una suerte de preocupación estratégica por que las sociedades de los países no se sientan envueltas en el conflicto. Esto permite reducir el hastío bélico y sostener el apoyo sociológico al envío de armas y dinero a Ucrania. Tampoco se quiere dar excusas al Kremlin para que utilice armas más potentes, quizá nucleares tácticas. Pero, ¿hasta dónde se puede llegar? ¿Cuál es el límite en el que se puede mantener esa ambigüedad?

“En última instancia, la línea roja es evitar el combate directo entre fuerzas occidentales y rusas”, opina para este diario Nick Witney, experto en relaciones internacionales del European Council on Foreign Relations (ECFR). “Hay que subrayar que la OTAN como organización ha tenido un cuidado extremo para no verse involucrada ella misma en la ayuda a Ucrania. Las reuniones de coordinación bajo la presidencia de Estados Unidos en Ramstein (Alemania) no han sido encuentros de la OTAN, sino de un grupo de países occidentales. La Unión Europea, como organización, está técnicamente más involucrada: el Fondo de Paz Europeo y la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea tienen la etiqueta de la UE”.

La definición de la guerra

La narrativa de que la OTAN está en guerra con Rusia en suelo ucraniano es la que más conviene al Kremlin. Vladímir Putin ha justificado la invasión de muchas formas, algunas contradictorias entre sí: formalmente, la “operación especial” se lanzó para proteger a las autoproclamadas Repúblicas Independientes de Donetsk y Lugansk tras su adhesión a Rusia y a petición suya. Pero, al mismo tiempo, el autócrata ruso subraya en cada uno de sus discursos que, en realidad, esta es una guerra para defender a Rusia de Occidente, que quiere destruirla. No especifica, por lo demás, ningún “casus belli” concreto, más allá de las presuntas promesas hechas a Kiev por la Alianza de que algún día entraría en el club. En su discurso, la OTAN es simplemente el brazo armado de Occidente, que quiere subyugarles.

“Rusia está siendo derrotada por los ucranianos, no por la OTAN, por muy embarazoso que esto sea para alguna gente”, ha dicho el ministro de Exteriores lituano Gabrielius Landsbergis. “La OTAN no ha comenzado ninguna ‘operación militar especial’ contra Rusia”. 

“Occidente no está en guerra. Actualmente, ni los países de la OTAN ni los de la UE son parte de la guerra: asistir a un aliado no es lo mismo que una declaración de hostilidades”, argumenta para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, Candyce Kelshall, presidenta de la Asociación Canadiense para los Estudios de Inteligencia y Seguridad. “La guerra y la lucha entre dos Estados es un asunto que tiene una definición legal, no hay áreas grises. El ‘estado de guerra’ debe ser legalmente declarado. Existen las guerras “proxy”, cuando luchas pero sin declararte a ti mismo un combatiente”.

En las últimas décadas, las guerras no siempre se declaran de manera formal. En Estados Unidos, es el Congreso el que, según la Constitución, puede declarar una guerra. Sin embargo, sólo ha emitido 11 declaraciones formales, y ninguna ha sido posterior a 1945, a pesar de que desde entonces el país ha invadido Vietnam, Corea o Afganistán, entre otros países. En este último caso, decretó una “operación especial”, con el respaldo de Naciones Unidas, no contra una nación, sino contra un grupo terrorista, Al Qaeda, aunque de facto terminó en una invasión y control total del país. 

Desde el final de la II Guerra Mundial, y con el surgimiento de Naciones Unidas y la legalidad internacional actual, las declaraciones formales de guerra han caído en desuso. 

El relato de la guerra

Analistas y tertulianos, de Washington a Berlín y de Londres a Madrid, han visto en el envío de tanques pesados a Ucrania (Leopard alemanes, Challenger británicos y Abrams estadounidenses) el cruce de una línea roja, el paso que involucra de lleno a Occidente en la confrontación con Rusia. 

“El anuncio del envío de tanques hace que ahora esté más claro que antes que hay una guerra de Occidente contra Rusia por la independencia de Ucrania”, escribe el columnista británico Martin Kettle en The Guardian. “No es que las fuerzas ucranianas sean simplemente intermediarios de los intereses de Occidente [...] eso les negaría la determinación que los ucranianos tienen de forma palmaria. Y los objetivos de Occidente no son otros que defensivos: no piensan ir más allá de ayudar a Ucrania a liberarse de sus invasores”. 

Algo similar se pensó cuando se supo, al comienzo de la guerra, que Estados Unidos había dado la inteligencia necesaria para hundir el Moskva, el buque insignia ruso en el Mar Negro. Dar información secreta y confidencial, obtenida por espías o por satélites, está siendo una de las claves soterradas de la resistencia bélica de Ucrania frente al zarpazo ruso. Pero nadie quiere hablar de ello en estos términos. Al poco tiempo de comenzar la guerra de Ucrania, el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional español organizó una conferencia para hablar de los objetivos de la cumbre de la OTAN de Madrid. En una sala repleta de efectivos de las Fuerzas Armadas, un general apuntó sutilmente que el arma secreta de Ucrania contra Rusia es la inteligencia. Hablaba con media sonrisa y casi en clave porque no se puede admitir abiertamente que Occidente está ayudando a Ucrania a fijar el objetivo, aunque no apriete el gatillo.