Aniversario del conflicto

El año de la resurrección de la OTAN y de la defensa europea

La guerra de Putin en Ucrania reafirma el papel de la Alianza Atlántica en la defensa europea y destruye media docena de tabús en el continente

El ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, este martes en Bruselas. /

El ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, este martes en Bruselas. / / DPA

Silvia Martinez

Cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, lanzó la invasión de Ucrania hace justo un año, el 24 de febrero de 2022, el objetivo de la llamada "operación militar especial", la primera invasión a gran escala en el continente europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, era conquistar y controlar la ciudad de Kiev en cuestión de días, aplastar la resistencia del Ejecutivo de Volodímir Zelenski y poner un gobierno títere al frente del país eslavo. Un año después, a punto de cumplirse el primer aniversario de la guerra, Moscú no solo no ha logrado hacer realidad sus objetivos, gracias a la resiliencia ucraniana y al dopaje armamentístico de los países aliados, sino que ha provocado un punto de inflexión en la política de defensa europea y el resurgir de la Alianza Atlántica.

En poco más de tres años, la organización de defensa europea ha pasado de estar en "muerte cerebral", tal y como certificó el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en una provocadora entrevista con el diario británico The Economist a finales de 2019, a renacer de sus cenizas y olvidarse de la amarga etapa que supuso el mandato del expresidente estadounidense Donald Trump, con sus continuos desplantes y llamadas de atención al resto de aliados a gastar más en defensa, que colocaron las relaciones trasatlánticas en su punto más bajo desde la Guerra Fría. Todos los analistas coinciden en que la guerra de Rusia ha dado un vuelco a aquella realidad y ha supuesto un "antes y un después".

Desde el año pasado, los aliados han adoptado el nuevo concepto estratégico -en la cumbre de Madrid- que coloca a Moscú como la "amenaza más significativa y directa" para la seguridad de la Alianza, han hecho la mayor revisión de la política de disuasión y defensa colectiva desde la Guerra Fría, han aumentado los efectivos desplegables sobre el terreno desde los 40.000 hasta los 300.000, reforzado el flanco oriental para disuadir cualquier incursión rusa y lanzado el proceso de incorporación de dos nuevos socios -a la espera de que Turquía levante su veto a los suecos- que hasta la invasión de Putin ni se habían planteado llamar a la puerta de la OTAN -Suecia y Finlandia- y que reforzarán aún más las capacidades militares del bloque. "Para Occidente la consecuencia más evidente de la guerra es que la OTAN ha resucitado. Ha puesto de relieve que la OTAN es el cimiento de la seguridad europea y que no hay alternativa a las estructuras de la alianza para disuadir a Rusia", sostienen varios analistas europeos como Ian Bond y Camino Mortera-Martinez en un análisis conjunto del Centre for European Reform sobre este último año de guerra.

Aire para la OTAN

El secretario general aliado, Jens Stoltenbeg, recuerda no obstante que el cambio ya estaba en marcha antes de que las tropas rusas lanzaran su invasión. "En cierto modo, la OTAN no ha cambiado. Solo ha demostrado su importancia", valoraba hace unos días interrogado sobre el impacto de la guerra en la organización que dirige desde octubre de 2014. "Era una invasión que sabíamos que iba a producirse y, por tanto, estábamos preparados cuando ocurrió" así que "la OTAN no ha cambiado, sólo ha demostrado la importancia de que los aliados se mantengan unidos, tanto para prestar apoyo a Ucrania como para protegerse mutuamente, garantizando que la guerra no se extienda más allá de Ucrania", añadía. Según este ex primer ministro noruego, "el mayor refuerzo en la defensa colectiva en una generación" comenzó el mismo año en el que empezó a dirigir la organización aliada, tras la anexión ilegal de Crimea a Rusia, y no en febrero del año pasado, cuando Putin hizo realidad sus amenazas. 

"Empezó en 2014 y eso desencadenó una gran adaptación de nuestra Alianza, con una mayor preparación de las fuerzas, con más presencia en la parte oriental de la Alianza, con más ejercicios" y con el aumento del gasto en defensa. El objetivo es que todos los aliados dediquen al gasto militar el 2% del PIB para 2024 pero sobre la mesa de la cumbre de líderes de Vilnius, que se celebrará en el mes de julio, estará la idea de elevar aún más la ambición. "Cuando nos reunamos este verano en Vilnius tenemos que llegar a un nuevo compromiso. Si era obvio que había que comprometerse a gastar el 2% en 2014, ahora lo es aún más porque vivimos en un mundo más peligroso", argumentaba la semana pasada.

Decisiones de la UE

Pero si hay una estructura en la que el vuelco ha sido todavía más evidente es en la Unión Europea, que ha terminado por asumir que tiene que coordinarse más en defensa y gastar y mejor -los líderes ser han comprometido a aumentar el gasto en defensa en 200.000 millones- aunque la OTAN siga siendo la piedra angular de la defensa colectiva. Desde hace un año no hay reunión de ministros de exteriores, de defensa, de economía ni de líderes europeos que no tenga una discusión sobre la guerra emprendida por Putin y sus consecuencias para la seguridad europea. Una invasión que ha roto a su vez media docena de tabús. El primero y el más evidente la financiación de la compra de armas para terceros países, una línea roja hasta el año pasado. 

El Tratado europeo no permite financiar con el presupuesto europeo operaciones con implicaciones militares o de defensa así que los Veintisiete echaron mano del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (EPF en sus siglas en inglés), un instrumento intergubernamental dotado en su creación con 5.000 millones de euros para el período 2021-2027, para financiar la compra de "material letal" y ayudar a Kiev. Hasta el momento los Veintisiete han inyectado 3.600 millones aunque la aportación global europea a la compra de armas y otros suministros suma 12.000 millones, a lo que se suma el entrenamiento especializado de 30.000 soldados ucranianos y las promesas de envío de más material y particularmente los tanques Leopard 2, otra línea roja para Berlín, que se ha terminado por romper ante la presión del gobierno ucraniano y el apoyo de los países bálticos y Polonia.

La invasión también ha logrado lo que no logró la guerra de Siria en 2015, cuando millones de personas huyeron del país y llegaron al continente europeo. En cuanto los ciudadanos ucranianos empezaron a huir de los ataques rusos, los Veintisiete acordaron activar la Directiva europea sobre Protección Temporal, una normativa adoptada en 2001, a raíz de la guerra de los Balcanes y el desplazamiento de más de 3,2 millones de personas, que nunca se había llegado a utilizar. La norma concede a los ucranianos derecho a obtener durante al menos un año -aunque prorrogable hasta tres años- un permiso de residencia, educación o formación profesional, alojamiento adecuado, ayuda social, apoyo financiero y atención médica. Según datos Naciones Unidas, a día de hoy hay más de 8 millones de refugiados ucranianos instalados en Europa y 4,8 millones que han solicitado protección internacional.

La política de sanciones puesta en marcha por los Veintisiete también ha roto otros tabús inimaginables hace un año. El primero, y pese a las resistencias iniciales de países como Alemania, desconectar a bancos rusos del sistema de comunicaciones Swift que facilita el envío o la recepción de pagos internacionales y al que están adscritos 11.000 instituciones financieras de 200 países. La UE también ha impuesto todo tipo de restricciones y prohibiciones de exportación e importación con Rusia, particularmente de productos tecnológicos, para impedir que el Kremlin siga financiando su maquina de guerra y esto incluye la prohibición de todo tipo de transacciones con el banco central ruso, limitaciones a los hidrocarburos rusos e incluso la posibilidad de utilizar los intereses de los activos congelados a Rusia para financiar la reconstrucción de Ucrania que en apenas unos meses logró superar otra barrera impensable antes de la guerra: lograr el estatus de país candidato a la UE.