Argentina

Crónica desde Buenos Aires: la resistencia está en los libros

La subida del precio del papel pone en jaque a las pequeñas editoriales y librerías de barrio

Una mujer pasea junto a un librería en Buenos Aires.

Una mujer pasea junto a un librería en Buenos Aires. / ABEL GILBERT

Abel Gilbert

Hace 56 años, en febrero de 1967, el editor Francisco Porrúa esperaba en su casa un correo voluminoso: las 1.300 páginas del manuscrito de 'Cien años de soledad'. "Si a ti no te gusta, rómpelo. Olvidaré esta novela", le adjuntó en una nota Gabriel García Márquez. Sabemos de sobra lo que ocurrió con Macondo y los Buendía y cómo contribuyó a cambiar el curso de la literatura latinoamericana.

Desde entonces, la ciudad de Buenos Aires acrecentó su prestigio no solo como lugar faro por el peso de sus propios autores, sino como un doble punto de referencia en relación a su industria editorial y sus profusas librerías. Los ciclos políticos y económicos de un país tan inestable como Argentina impactaron sin embargo una y otra vez sobre el sector. La actividad renació de sus cenizas más de una vez. Las pequeñas editoriales y librerías no solo siguen dando pelea en desventaja, sino que rediseñaron su relación con la misma ciudad.

 La capital argentina exhibe, a pesar de tantas crisis y espasmos, una tasa de librerías por habitante (23/100.000) que no tiene casi precedentes mundiales. Hay algunas avenidas, como Corrientes, que todavía están atiborradas. Otra de las arterias tradicionales, Santa Fe, cuenta con la imponente Ateneo Grand Splendid. Alguna vez fue uno de los cines y teatros más impactantes de la ciudad de Buenos Aires, diseñado por los arquitectos catalanes Manuel Torres Armengol y Rafael Peró. En sus palcos y platea se ha aplaudido a Carlos Gardel. 'National Geographi'c la ha considerado la librería más bella del mundo.

La librería Ateneo Grand Splendid.

La librería Ateneo Grand Splendid.

Del centro al barrio

Pero no es aquel viejo cine-teatro el sello distintivo de este presente. La gran novedad surgida de los días de confinamiento y pandemia es la librería de los barrios, inclusive en zonas alejadas de las avenidas. En Parque Chas, un barrio conocido por sus calles circulares que, antes del Google Maps eran una invitación al extravío, se ha levantado Mala Testa, en homenaje quizá a un viejo anarquista de origen italiano, pero también, quizá a sus dueños: hay que ser cabeza dura para llevar adelante semejante emprendimiento.

En el barrio de Villa Crespo se abrió Mi Casa. "Si buscas libros raros, descatalogados, de autor, o quieres saber qué es lo que está pasando en la escena literaria local, llegaste al lugar indicado", avisan en las redes. Su dueña, Nurit Kasztelan, ha puesto un requisito a la clientela. Solo pueden visitarla con cita previa.

El otro gran fenómeno es la Feria de Editores Independientes (FED). Años atrás, eran apenas 15 editoriales. Hoy son decenas y decenas. Miles de personas la visitan y, además, compran a granel, a diferencia de lo que sucede con la Feria Internacional del Libro que, en los hechos, es un paseo con consumo acotado.

La actividad se expande sobre un camino sinuoso y siempre cercano al precipicio. La inflación, que en 2022 arañó los tres dígitos, carcome el poder de compra y a la misma industria. El salario promedio tiene el mismo valor que en 2003. Su gran caída comenzó en 2016, con el presidente de derechas Mauricio Macri, y se ha profundizado con su sucesor, el peronista Alberto Fernández.

Jaque a los pequeños

Pero por estos días existe otro problema mayor, el incremento del precio del papel que ha puesto en jaque a la industria editorial, especialmente a los pequeños. "Hay que reimprimir, qué bueno. Los costos de imprenta, qué malo″, ha escrito en las redes sociales Victor Malumián, del sello Godot y uno de los fundadores de la FED. La reimpresión cuesta un 352% más que hace dos años. En diciembre pasado, un mes tradicionalmente propicio para la industria, se vendió hasta un 20% menos que en 2021.

El precio del papel, que representa más de un 50% del total de un libro, en tanto, tuvo un aumento del 200% solo entre 2021 y 2022. El papel ilustración para tapas y para interiores de libros infantiles se incrementó cerca 300%. Las razones de esta subida es principalmente que en el país existen solo dos pasteras que imponen sus reglas de juego y la importación es un problema en un país sin dólares. La inflación se siente además en todo el proceso productivo. El valor de los insumos se dispara y obliga a las editoriales a moderar sus planes.

De acuerdo con la Cámara Argentina del Libro (CAL), la tirada promedio de un título es de 1.100 ejemplares, a un precio de 4000 pesos (unos 10 euros en el mercado negro). Y seguirán el camino alcista. "El que compraba tres ahora compra dos, el que compraba dos, compra uno, y hay quienes dejan de comprar", explicó Adriana Fernández, de Planeta en Argentina. Las pequeñas editoriales son las que han quedado más a la intemperie. "El año pasado fue imposible hacer previsiones económicas", se lamenta Gabriela Halac, de DocumentA/Escénicas. Lo notable es que, ante tamaña adversidad, no dejan de florecer las aventuras casi librescas, siempre en soledad, y sin 100 años de garantía de existencia.

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