Entrevista con Ignacio Ramonet, catedrático de Comunicación

"El enemigo de EE UU es China, no Rusia"

"Existe un modelo común entre la ultraderecha americana y la europea: su" movilizaciones son multitudinarias y le han arrebatado a la izquierda sus tradicionales métodos de protesta”

Ignacio Ramonet.

Ignacio Ramonet. / FDV

Salvador Rodríguez

Se podrá estar de acuerdo o no con sus opiniones, pero las tesis de Ignacio Ramonet vienen siendo atentamente seguidas desde finales del siglo pasado como modelos de explicación de un mundo concebido ideológicamente desde la izquierda o, si se prefiere, desde el progresismo. Director durante casi 20 años de Le Monde Diplomatique, este gallego (nacido en Redondela, Pontevedra) de la quinta de 1943 que ha vivido la mayor parte de su vida en Francia, consultor de la ONU, fundador de la organización Media Watch Global, presidente de honor de la ATTAC y cara reconocida del en su día movimiento antiglobalización, ha plasmado su pensamiento en una prolífica producción de libros, el último de los cuales lleva por título La era del conspiracionismo (Clave Intelectual).

-La era del conspiracionismo arranca con el análisis del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Hay a quien se asombró cuando, hace solo unas semanas, se produjeron unos hechos, casi diría que calcados, en Brasil. ¿Existe de facto una “internacional” ultraderechista?

-No sé si podemos hablar de una “internacional” en lo que se refiere a la existencia de una organización jerarquizada verticalmente, pero lo que sí podemos decir es que se ha internacionalizado una manera de proceder. Pero esto no es de ahora. Hay que recordar que antes incluso del asalto al Capitolio ya se habían producido otros asaltos masivos de la extrema derecha a edificios emblemáticos en otros países. En Berlín, los ultras asaltaron el Bunderstag, en Roma se atacó la residencia del presidente del Congreso y la sede de los sindicatos. Y digo más: después del asalto al Capitolio, y antes de lo de Brasil, también se produjeron otros asaltos muy inspirados en el del Capitolio; uno de ellos, el más conocido, fue el que se produjo a principios de 2022 en Otawa, donde los camioneros iniciaron una operación de paralización del Congreso canadiense que duró varias semanas, y eso por no mencionar a los chalecos amarillos que en Francia trataron de bloquear el palacio presidencial y ocuparon el Arco de Triunfo, aunque tengo que decir que el de los chalecos amarillos es un movimiento mucho más complejo porque, en él, aunque en su seno hay un componente ultra, no podemos calificarlos a todos de extrema de derecha. Lo de Brasil vino a completar ese ciclo que tiene un modelo común en todas estas movilizaciones.

-¿Cuáles son las novedades de este modelo?

-Lo que tiene de particular este modelo es que trata de arrebatarle a la izquierda dos características de sus protestas tradicionales: la ocupación de las calles y la épica de la insurrección. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la de hoy en día ya no es una extrema derecha minoritaria, anecdótica, violenta, uniformada… que se dedica a reivindicar el fascismo o el nazismo, sino que se trata de grupos masivos de personas. Y esto es lo nuevo: que están en la calle, que son muchos y que, como dije antes, recuperan la figura de la insurrección, algo que históricamente ha sido patrimonio referencial de la izquierda desde la Revolución Francesa con la toma de la Bastilla.

-Señala usted que estas movilizaciones son multitudinarias. Igualmente, numerosos son los votos que reciben en las urnas. ¿Por qué un ciudadano normal se convierte en militante de la extrema derecha?

-Sin tener conciencia de ello, los asaltantes del Capitolio no se sentían como militantes de la ultraderecha, pero sí se sentían motivados por algo. ¿Qué les pasaba entonces por la cabeza para que estuviesen allí? Pues eso tiene que ver con varias cuestiones que atañen a lo ocurre en las redes sociales, a la inmigración, a la desigualdad social, al discurso del odio…una serie de ingredientes que van creando un “estado de espíritu” que empuja a esta gente a unirse a la extrema derecha, entendida ésta como modo de acción de ciudadanos que poco a poco van integrándose en un movimiento. Es algo similar a lo que ocurrió en los años 30 del siglo pasado en Alemania y que propició el ascenso al poder de Hitler: al igual que ahora, la gente tenía una serie de aspiraciones, de miedos, de desesperanzas…que les llevaron a enrolarse en el Partido Nacional Socialista.

-El caso es que algunos de estos movimientos han llegado al poder, y lo han hecho con los votos. Italia ya está gobernada por una presidenta que no se ha recatado en proclamar que admira a Mussolini. Usted vive en Francia: ¿será Francia la próxima “sorpresa”?

-Es posible. De hecho, desde las elecciones presidenciales del año pasado, la extrema derecha se ha convertido en el grupo político más importante de la Asamblea Nacional, el que más diputados tiene. Y ya van dos elecciones presidenciales consecutivas en las que una de las finalistas ha sido la señora Le Pen. Para los próximos comicios presidenciales faltan aún tres años, pero preguntarse si la extrema derecha podría llegar al poder en Francia es totalmente legítimo: pues sí, claro que podría.

"Con la pandemia del COVID, la gente descubrió que, finalmente, no estábamos tan bien gobernados como pensábamos"

-Sumado a todo ello, ocurre además que estos movimientos ultra han “arrasado” con la derecha democrática, con los conservadores, con los moderados, vaya. ¿Por qué?

-Hoy día, todos los partidos políticos tradicionales, los de derechas pero también los de izquierdas, están en crisis, y por muchas razones, que son a la vez económicas, sociales e incluso comunicacionales y culturales. Sucede todo lo que Donald Trump encarna, que es que la gente ya no lee los problemas en términos sociales, sino que cada vez más lo hace en términos identitarios, étnicos, etnoculturales, y que se manifiesta sobre todo frente a la inmigración, que es un fenómeno mundial. Ese cambio de lectura, de no sentirlo como un problema social, hace que la extrema derecha hoy tenga más imaginación en términos de militancia que la derecha tradicional. Como dije antes, propone una épica al militante que la derecha no hace… y la izquierda tampoco.

-Donald Trump ya ha anunciado que se presentará las próximas elecciones presidenciales. Si tuviera que apostar ¿suscribiría que el trumpismo va a tomar o ya ha tomado al Partido Republicano de Estados Unidos?

-El trumpismo va mucho más allá de Trump, al punto de que uno de los problemas que tiene el Partido Republicano, y cuenta con solo un año para para resolverlo, es encontrar un candidato trumpista, pero que no sea Trump. El análisis que se hace desde el Partido Republicano es que en los resultados de las últimas elecciones llega a la conclusión de que los candidatos derrotados son precisamente aquellos que estaban apadrinados por Trump. Así pues, el dilema que tienen que resolver los republicanos es si van a ir con Trump o con un trumpista de apariencia más amable, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que es tan trumpista como Trump pero que, a ojos del electorado, es mucho más amable de apariencia. En cualquier caso, la radicalización a la derecha del PR es una realidad en Estados Unidos

-Da usted por hecho que el trumpismo tiene ya el poder dentro del Partido Republicano.

-El Partido Republicano en Estados Unidos está ahora muy tomado, globalmente, por las ideas que podemos llamar de extrema derecha. Cada vez más, los candidatos elegidos del PR son los más radicalizados hacia la derecha. Y esta es una evolución que antecede incluso a la llegada del propio Trump. Hay que recordar al Tea Party. Estamos ante un movimiento que ha ido creciendo hasta llegar a donde está.

GUERRA DE UCRANIA

-La mayor parte de los analistas coinciden ya en señalar que la guerra de Ucrania va camino de su enquistamiento, que habrá que esperar tres o 4 años…por la paz ¿Qué opina?

-La de Ucrania es una guerra en la que los estrategas militares están descubriendo que no poseen herramientas para hacer una guerra de estas características porque, en los últimos 50 años, desde la de Corea, no ha habido un tipo de guerra como esta, que cada vez se parece más a la Gran Guerra que a la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces hemos visto guerras en las que una superpotencia se enfrentaba un país del Tercer Mundo o a ejércitos profesionales contra organizaciones armadas no estatales (guerrillas). Digamos que se especializaron en eso y, claro, llega una guerra como esta, que es frontal, de un Estado contra otro Estado, y los militares descubren que no están equipados. Otra novedad que se ha descubierto, es que desde la Primera Guerra Mundial, este es el primer conflicto bélico en el que la aviación no encuentra su función; los aviones ya no atacan, porque esos ataques aéreos se efectúan con drones o misiles, y resulta que las armas antiaéreas son mucho más eficaces que las aéreas. De igual modo, y aunque se haya desatado el debate sobre los tanques Leopard, lo que esta guerra ha mostrado es que los tanques no sirven. Los rusos atacaron con miles de tanques y tuvieron que retirarse perdiendo cientos de ellos, porque las armas antitanques son mucho más baratas y eficaces que estos carros de combate. Llegados a esta altura, no es evidente quién va a ganar esta guerra y, por lo tanto, se suscitan dos problemas: cómo avanzamos hacia la paz y cómo evitamos que derive hacia una guerra nuclear. Lo que está claro es que ninguno los dos bandos está pensando en ceder. Y, por último, que no se nos olvide: también hay que dilucidar hasta qué punto va a llegar la implicación de la OTAN, sobre todo si los ucranianos consiguen tener la capacidad de invadir el territorio ruso.

-Si el mundo es un tablero de ajedrez .¿Cuál cree que será el próximo movimiento de China?

-Por primer vez, desde hace 50 años, China tiene un crecimiento demasiado débil, y cuenta con una población envejecida que no va a poder compensar la que se incorpora al mercado de trabajo. Esto es importante en un país. Y ¡ojo! Que no nos distraiga la guerra de Ucrania, porque China, que no Rusia, es el principal rival estratégico de Estados Unidos; son los chinos los que ponen en peligro el liderazgo imperial de los norteamericanos, quienes, y ya con Trump, iniciaron una guerra tecnológica contra China. Ante esta situación, algo harán, claro.

-¿Cabe la posibilidad de que ese movimiento sea militar?

- No lo creo. La tradición histórica de China no es de invasión militar, ellos nunca han invadido a nadie y, en cambio, han sido invadidos constantemente.

-Bueno, ahí están los amagos con Taiwán.

-Pero eso es diferente porque, para los chinos, Taiwán es China.

NUEVA IZQUIERDA

- Hace años que se debate sobre la Nueva Izquierda, pero la verdad es que cuesta trabajo encontrarla. ¿Dónde y cuál es la Nueva Izquierda, la que puede dar respuesta al neofascismo y al neoliberalismo?

-Desde principios de los años 80 la izquierda está en crisis, porque está en duda. Me remito a los 80 porque es cuando se extiende el neoliberalismo y cala tanto que hasta es adoptado por la propia socialdemocracia europea. En esa misma década, se derrumba la Unión Soviética, y eso también tuvo sus consecuencias. Desde entonces, la izquierda anda en busca de su propia identidad pero, en Europa, no acaba de hallarla. De manera que hace ya unos cuantos años que el relevo está en América Latina, con la sucesiva llegada al poder de Chávez, Lula, los Kirchner, Rafael Correa…. Con ellos ha surgido un pensamiento diferente en torno a los nuevos movimientos y dinámicas sociales: ahí están los problemas de género, de identidad, de medioambiente….que el socialismo tradicional no había considerado globalmente. Y todos estos elementos ha habido que integrarlos en un corpus que permita no solo elaborar un programa sino también gobernar, por eso no me extraña muchas izquierdas europeas hayan vuelto su mirada hacia las experiencias latinoamericanas y hayan surgido formaciones interesantes. Sobre todo a partir de 2011, con el estallido de las movilizaciones en las plazas, que en España cristalizó en el 15-M que dio lugar a Podemos, o en Francia con el movimiento de Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) que es una izquierda nueva, rejuvenecida. Todo esto está creando un caldo de cultivo novedoso y con muchas posibilidades de acceder al poder, que es lo que se está extendiendo también en América Latina, donde se ha demostrado que hay una nueva izquierda posible, porque sólo la izquierda puede corregir las desigualdades tras el paso de ese neoliberalismo que ha sido el modelo de funcionamiento del capitalismo que mayor desigualdad ha provocado. La izquierda resulta más necesaria que nunca.

-Si concebimos la pandemia del COVID como una guerra, y aunque aún no hemos salido del todo, ¿quiénes la han ganado y quienes la han perdido?

-La han perdido, evidentemente, los millones de fallecidos, los que continúan con secuelas y un poco todos y cada uno de nosotros. ¿Quién no conoce a alguien cercano que haya muerto a causa del COVID? Y la han ganado los grandes laboratorios farmacéuticos. En realidad, no ha salido nadie bien parado. Ahora que la COVIDestá ya en reflujo, muchos gobiernos se ufanan de haber conseguido vacunar masivamente y levantar las medidas más estrictas, pero tenemos que recordar lo que pasó a lo largo de esos años, cuando descubrimos, por ejemplo, que nuestros países no fabricaban ningún medicamento básico, que no había mascarillas ni respiradores, que los hospitales, en su mayoría privatizados, carecían de servicios adecuados …en fin. Todo esto ha sido terrorífico, y en la memoria eso ya se ha quedado ahí grabado con marca para siempre. La gente llegó a la conclusión de que, finalmente, no estábamos tan bien gobernados como pensábamos.

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