Después de 45 horas de silencio, el presidente de BrasilJair Bolsonaro, se abstuvo de reconocer explícitamente su derrota frente a Luiz Inacio Lula da Silva y aseguró haber perdido las elecciones porque tuvo que enfrentar a "todo el sistema". El rostro demacrado del capitán retirado fue más elocuente que sus escuetas palabras. Bolsonaro agradeció a los 58 millones de personas que lo votaron y consideró que los más de 300 bloqueos que la ultraderecha realizó a lo largo del país eran consecuencia un "sentimiento de injusticia e indignación por cómo se dio el proceso electoral". Sin embargo, llamó a sus simpatizantes a desistir de esas medidas que habían comenzado a provocar problemas de escasez y cancelaciones de vuelos en los aeropuertos. "Las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas, pero no podemos adoptar los métodos de izquierda", remarcó en un discurso que apenas duró dos minutos.

Durante meses, Bolsonaro ha cuestionado, sin pruebas, el sistema electrónico de votación despertando los temores de un posible rechazo del resultado electoral. El mutismo, que se extendió a lo largo del lunes, no hizo más que acentuar los temores.

El mandatario, quien deberá entregar el poder el 1 de enero, se abstuvo esta vez de sus arrebatos retóricos y se limitó a leer el breve discurso. Bolsonaro dijo que, pese al traspié, la ultraderecha ha surgido "de verdad" en Brasil. "Nuestra fuerza y valores son Dios, patria y libertad. Seguimos más vivos que nunca, somos el orden y el progreso. Superamos pandemia y consecuencias de guerra. Siempre fue rotulado de antidemocrático, pero siempre jugué dentro de la Constitución". En ese sentido, aseguró que seguirá cumpliendo su mandato en el marco de la institucionalidad vigente.

Comienzo de la transición

Después de esa escueta intervención, el presidente, el jefe de ministros, Ciro Nogueira, fue mucho más fugaz en su anuncio. Informó apenas que comandará a partir del jueves el proceso de transición con el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin.

El mutismo de Bolsonaro provocó una previsible crisis. Algunos analistas coincidieron en definir las protestas de la ultraderecha como un "mini Capitolio", en alusión a las reacciones de los simpatizantes de Donald Trump que trataron de impedir la asunción de Joe Biden en Estados Unidos. "En el Brasil de Bolsonaro, la historia se repite como un motín", señaló el diario carioca 'O Globo'. El Tribunal Supremo se vio obligado a comunicarse con el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira (PP-AL) y ministros del Gobierno para que intentaran convencer a Bolsonaro que debía tomar la palabra.

Bolsonaro quedó prácticamente aislado en la noche del domingo. El primer golpe lo asestó el escrutinio. De inmediato, la comunidad internacional saludó el triunfo en las urnas de Lula. Los militares no acompañaron a la ultraderecha. El lunes, las grandes cámaras empresarios reconocieron la victoria del PT.

En ese contexto se desarrollaron los bloques en las carreteras. El silencio de Bolsonaro fue considerado en los hechos un llamado a la acción. Los grupos radicales hablaron en Telegram de una "resistencia civil", a la espera de un pedido del propio presidente a las Fuerzas Armadas para que tomaran cartas en el asunto.

La policía intervino este martes para disolver cientos de protestas. "En este momento estamos con 267 puntos de bloqueo activos" y otras manifestaciones junto a las carreteras, informó Marco Antônio Territo de Barros, director ejecutivo de la Policía Federal de Carreteras (PRF). Según este alto cargo policial, se ha puesto fin a más de 300 manifestaciones.