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Inseguridad alimentaria

El hambre en Brasil no entiende de campañas

Casi una década después de que la ONU declarara erradicada el hambre en el país, más de 30 millones de personas han vuelto a una situación de inseguridad alimentaria grave

Voluntarios de Ação pela Cidadania reparten 100 raciones de comida en el centro de Río de Janeiro. Lucas Font

Cuando las dos furgonetas de la asociación Ação pela Cidadania llegan al barrio de Lapa, en el centro de Río de Janeiro, decenas de personas ya están esperando en una larga fila a que los voluntarios descarguen la comida de hoy. Antes de abrir las puertas del vehículo, Simone Loreto, una de las voluntarias, lanza un aviso a los presentes: "Solo repartiremos una ración de comida por persona. Si sus familiares y amigos no han podido venir, no podrán recoger su ración por ellos". El número de comidas disponibles es limitado e incluso algunas de las personas que han acudido a la entrega, la mayoría de ellas sin hogar, no conseguirán hacerse con una de ellas.

Una de las primeras en recibir una ración es Thalia, una mujer trans que suele acercarse a este punto de la ciudad todos los viernes, cuando la organización hace el reparto. "Hace más de un año y medio que vengo aquí. Tuve una discusión fuerte con mi familia y acabé en la calle. Ahora recibo la ayuda de 600 reales mensuales [unos 120 euros] del programa Auxilio Brasil, pero no es suficiente para vivir. Sin la ayuda de organizaciones como esta sería mucho más difícil para nosotras comer a diario", asegura la mujer, que vive en la calle junto a otras personas trans, uno de los colectivos más vulnerables en el país debido al estigma social que todavía arrastran.

Lara, una mujer trans que vive en la calle, recibe una ración de comida en el centro de Río de Janeiro. Lucas Font

En menos de cinco minutos, los voluntarios ya han repartido las 100 raciones que tenían preparadas para hoy. "Nunca son suficientes", señala Joice Lima, una de las trabajadores de Ação pela Cidadania, mientras cerca de unas 30 personas se retiran de la fila sin nada que llevarse a la boca. Lima relata el preocupante aumento de personas en situación de sinhogarismo desde la llegada de la pandemia, que golpeó con fuerza a Brasil y que llevó a una situación límite a millones de personas que hasta ese momento vivían del trabajo diario en el sector informal.

Más de 30 millones de hambrientos

El problema del hambre ha vuelto a ocupar gran parte del debate público en los últimos meses, especialmente durante la campaña de las elecciones del 30 de octubre, que enfrentarán al actual presidente, Jair Bolsonaro, con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Según datos de la Red PENSSAN, que engloba a varias organizaciones no gubernamentales, 33 millones de personas pasan hambre en Brasil, tan solo ocho años después de que la ONU declarara esta situación erradicada en el país, durante el mandato de la expresidenta Dilma Rousseff.

El director ejecutivo de Ação pela Cidadania, Rodrigo Kiko Afonso, señala que, en ese período, Brasil se convirtió en un ejemplo mundial en el combate al hambre. "Hasta 2014 venían delegaciones de todo el mundo para saber qué políticas consiguieron sacar a tanta gente de la extrema pobreza. A partir de 2016, con la llegada del Gobierno de [Michel] Temer, se produjo un aumento de la inversión en el agronegocio en detrimento de los pequeños productores. Esta situación produjo un encarecimiento generalizado de los alimentos", explica Afonso.

Trabajadoras de la organización Ação pela Cidadania preparan las raciones de comida que serán entregadas en la calle. Lucas Font

Los cambios en las políticas sociales acabaron por condenar a millones de personas a la extrema pobreza. "Programas como Auxilio Brasil estuvieron congelados durante años y el salario mínimo dejó de actualizarse en relación a la inflación y al PIB del país. Además de eso, el Gobierno de Bolsonaro se ha dedicado a desmantelar los Centros de Referencia de Asistencia Social (CRAS), que se encargaban de buscar a las personas más necesitadas y de ayudarlas a acceder a los apoyos sociales disponibles". Para Afonso, el problema del hambre responde a unas causas claras: "Se trata de una decisión política. Cuando decides no invertir en seguridad alimentaria y eliminas las políticas de transferencia de renta y de apoyo a las familias más pobres, el hambre aparece", afirma.

Un millar de raciones diarias

En la cocina de Ação pela Cidadania, una veintena de trabajadores preparan el menú de hoy: contramuslo de pollo, arroz, frijol negro, patata y una pieza de fruta. En total sacarán 1.000 raciones, entre el turno de comida y de cena. Un trabajo que realizan desde hace poco más de un año junto a decenas de organizaciones sociales de la ciudad y bajo la coordinación de Lícia Marca. "Muchas de las personas que reciben nuestras raciones solo comen una vez al día, por eso es importante hacer comidas con alto valor nutricional", señala la jefa de la cocina, quien reconoce que les está resultando imposible responder a la alta demanda.

A Marca se le humedecen los ojos cuando piensa en las consecuencias de una gestión pública ineficiente. "No estamos de acuerdo con la dirección que el Gobierno está tomando en relación al problema del hambre. Somos uno de los principales exportadores de alimentos y tenemos a una parte de la población que no consigue comer a diario. Salimos del mapa del hambre y volvimos con indicadores tenebrosos por falta de interés político. Si el proprio Gobierno federal no invierte y no establece políticas públicas, ¿quién lo va a hacer?".

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