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Elecciones en Italia

Las colas del hambre en Milán

La escalada de precios arroja sombras sobre la estabilidad social en un país que, una vez más, cambiará de gobierno a finales de mes

Colas del hambre en Milán. Irene Savio

El autobús 90 se detiene en la esquina de la Vía Toscana de Milán cuando todavía no son las ocho de la mañana, y un grupo de personas baja con prisa. Es sábado, día de mayor afluencia para la distribución del pan y otros alimentos, y nadie quiere perder su turno. Pero la cola es ya larga delante del banco alimentario Pane Quotidiano, y no para de crecer. Lleva meses así. Los automovilistas paran y la observan, porque la instantánea sorprende también por unos lujosos edificios de estética futurista que hacen de fondo a la escena.

Alessandro Continello, abogado y voluntario desde hace diez años, lo ve como un signo de los tiempos. “Están llegando más familias, jubilados, personas que han perdido el trabajo, la clase media. Gente que vive en casas”, afirma. “La cuestión es que Milán es un termómetro; si aquí las cosas están mal, no quiero imaginar lo que se avecina en el resto de Italia", añade.

Italia se tambalea, y la explosión de la inflación arroja sombras sobre la estabilidad social en un país que, una vez más, cambiará de Gobierno antes del final de la legislatura después de las elecciones del próximo 25 de septiembre. Luigi Rossi, vicepresidente de Pane Quotidiano, lo ilustra con lo que se ve en el terreno. "No son filas inéditas, pero sí están creciendo. Desde hace tres meses, estamos atendiendo a alrededor de 500 usuarios más al día, lo que corresponde a un aumento del 10%", asevera, al añadir que son hasta 4.000 las personas que cotidianamente piden ayuda alimentaria en su asociación. Es una situación que se produce cuando ya preocupaba la tasa de personas en riesgo de pobreza y exclusión social, que en Italia subió del 20% al 25% (14 millones de afectados) entre 2020 y 2021, según el centro de estadísticas Istat.

Nuevos pobres

Davide, un italiano de 34 años, y Pedro, originario de Perú, son un ejemplo prototípico de víctimas del fenómeno: clases medias y trabajadoras laminadas por la desigualdad que se han convertido en nuevos pobres. Davide, que acude casi a diario al banco de alimentos, empezó a tener dificultades en la primavera cuando su pareja y madre de su hija, perdió su empleo como camarera. Luego, en agosto, el servicio de grúas para el que Davide trabajaba también decidió prescindir de él. "Tengo un problema en la espalda y mi empleador me dijo que no podía permitirse tener un empleado así", explica, al añadir es la primera vez en su vida que está en esta situación. Pedro, obrero en una acería y padre de una niña pequeña, también hace un relato similar. "Mi esposa no trabaja y yo cobro 1.200 euros, de los cuales 800 euros se van en el alquiler. Nunca me pasó tener que pedir ayuda, pero con los aumentos, es nuestra única opción", detalla este inmigrante afincado en Italia desde hace 23 años.

El economista Tommaso Monacelli es catedrático de la Universidad Bocconi de Milán. Explica que la inflación está golpeando particularmente en Italia, porque "como Alemania, el país es muy dependiente del gas y del petróleo importado". Además, "en Italia, hay muchísimas pequeñas empresas que tienen la energía como gasto principal. Así que las subidas se transfieren rápidamente a los precios (de los productos y servicios)", argumenta. “Estos fenómenos golpean principalmente a las familias con las rentas más bajas de los suburbios de las grandes ciudades, que gastan sobre todo en bienes primarios”, precisa antes de subrayar que si el Gobierno de Mario Draghi no hubiese dado ayudas a las empresas, las cosas estarían bastante peor.

Las cifras avalan estas tesis. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico ha señalado que el poder adquisitivo de los italianos se verá particularmente afectado este año, con un descenso de los salarios reales del 3%. En este contexto, la asociación de artesanos Confartigianato ha explicado que la crisis amenaza 800.000 empresas y 3,5 millones de puestos de trabajo. La razón básicamente es la inflación récord (8.4%, según el último dato de Eurostat), la más alta desde los ochenta.

"Una trampa terrible"

En ciudades como Milán, la urbe más rica de Italia y una de las más costosas de Europa, esta pérdida de poder adquisitivo supone un golpe durísimo. "Perdí mi empleo en 2018 pero ahora las facturas son más caras y es muy difícil. No tengo dinero ni para ir al dentista y probablemente no lo tendré tampoco para la electricidad, así que me quedaré sin", afirma Tiziano, de 45 años. "Todo ha aumentado; lo que salía 50 centésimos, ahora cuesta 70 centésimos", se queja María Rosa Mammone, una jubilada de 78 años. "Es una trampa terrible. Los precios han aumentado, pero no las pensiones y los salarios", razona Rossi, el directivo del banco alimentario.

Se trata de un fenómeno que alimenta también el desengaño de esos italianos que, como Davide, aseguran que no irán a votar. "No creo en lo que dicen", afirma este joven. Su caso no es aislado. Según los sondeos, la cifra de indecisos y de los que no saben si votarán supera el 40%. Una herida para la democracia difícil de sanar, y con la que deberá lidiar el próximo Gobierno italiano.

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