Liz Cheney tiene este martes una cita con las urnas en las primarias republicanas de Wyoming pero hace tiempo que la ha dado por perdida. De hecho, su campaña es tildada por ‘The New Yorker’ como “kamikaze”. Hasta hace no mucho emblema de qué significaba en Estados Unidos ser republicano, y con un récord en el Congreso que muestra casi el 93% de sus votos respaldando posiciones de Donald Trump, Cheney cometió el mayor pecado en la era del ‘trumpismo’: volverse contra el líder al que el Partido Republicano está entregado como en un culto. Y ni Trump ni el trumpismo perdonan.

Cheney, que ya fue relevada por su formación como número 3 en la Cámara Baja tras votar con otros nueve republicanos a favor del segundo ‘impeachment, no busca ese perdón. De hecho, la vicepresidenta del comité que investiga el asalto al Capitolio ha hecho del esfuerzo para que Trump no pueda volver a presentarse y de la denuncia de la deriva del Partido Republicano su misión, personal y política. Pero no es esa la tónica dominante en la formación. Y en la derrota que se le augura este martes late algo mayor que ella misma. 

Populismo y extrema derecha

De los diez conservadores que respaldaron en febrero la imputación del expresidente, que sobrevivió su segundo juicio político, solo dos han sobrevivido las primarias. Cuatro no se han presentado y tres antes que Cheney han sido desbancados por candidatos apoyados por Trump. Ella ha dejado de hacer actos de campaña públicos por las amenazas. Y en la caída de un miembro de una estirpe política tan poderosa como la del expresidente Dick Cheney, se confirma el relevo del conservadurismo tradicional por el populismo y la extrema derecha.

Ese relevo empezó antes de Trump, como recuerda la presencia en otras primarias de este martes, en Alaska, de Sarah Palin. La exgobernadora, que ahora opta al Congreso, ayudó a impulsar al Tea Party cuando John McCain la eligió como su candidata a vicepresidenta. Lanzó mensajes racistas contra Barack Obama, ataques contra “los medios de noticias falsas”... Pero las fisuras y la polarización de esos años solo se han ampliado e intensificado con Trump, que tiene a su partido bajo claro dominio, y puede ampliarlo más.

Avanza ‘la gran mentira’

El expresidente está teniendo un peso decisivo en quiénes llegan a las papeletas, y en el mensaje con que lo hacen. Al menos un tercio de los candidatos al Congreso han aceptado ‘la gran mentira’ de que las elecciones fueron fraudulentas. Según un análisis de ‘The Washington Post’ lo han hecho también unos 250 ganadores en 469 carreras de primarias, incluyendo para gobernador y otros cargos estatales. Y aunque el expresidente sufrió en Georgia el mayor revés en sus esfuerzos que unen venganza con una potencial y peligrosa reforma de las futuras elecciones, tiene muchos candidatos que, de ganar, pueden llevar a consecuencias que irían más allá de solidificar su imperio político.

En Pensilvania, por ejemplo, ha apoyado como gobernador a Doug Mastriano, que respaldó los intentos de enviar electores falsos a Washington para no certificar la victoria de Joe Biden y envió autobuses al mitin previo al asalto al Capitolio. Si Mastriano gana en un estado bisagra fundamental elegirá al secretario de Estado, a cargo de las elecciones. Trump también ha estampado su respaldo a Kari Lake como gobernadora de otro estado decisivo, Arizona.

Seguros y apuestas

El republicano se ha sumado a algunos candidatos cuando ya tenían bien encauzadas sus carreras, como hizo con el aspirante a gobernador del también determinante Wisconsin, Tim Michels, un millonario magnate de la construcción que ha prometido descertificar las elecciones del 2020 y abolir la comisión electoral estatal.

En otros casos ha apostado y ha ganado. Pasó en la candidatura al Senado en Ohio de J.D. Vance, el polémico autor de “Elegía Hillbilly”, o en la de Pensilvania de Mehmet Oz (más conocido como el mediático Dr. Oz que colaboraba con Oprah Winfrey), a quien reconoció haber apoyado por haberle tildado una vez de “sano espécimen”.

Polémica estrategia demócrata

Además de por la gracia de Trump, algunos de los candidatos más extremos han contado con el impulso que les ha dado el Partido Demócrata, que en una polémica estrategia ha estado apoyando a esos ultraderechistas con esperanza de que los votantes los rechacen en noviembre o se movilicen en su contra.

Es algo que Richard Hasen, profesor derecho en UCLA y responsable del Proyecto para salvaguardar la democracia, ha definido como “inmoral y peligroso”. También lo ha denunciado el exasesor de Barack Obama David Axelrod, que ha criticado la táctica asegurando que hace a los demócratas “instrumento de la venganza de Trump”.