El vuelo del avión militar de la congresista Nancy Pelosi que despegó de Malasia y aterrizó en Taiwán fue posiblemente el más seguido de la Historia en las redes sociales. Su aterrizaje en el aeropuerto de Taipei pasadas las 10 PM (hora local) confirmó una visita sin carácter oficial ni anuncio previo pero de potencial tormentoso en el estrecho de Formosa.

Fuentes periodísticas sostienen que la presidenta del la Cámara de Representantes acudirá mañana al parlamento taiwanés y se reunirá con la presidenta, Tsai Ing-wen. Será la etapa más mediática y relevante de su periplo asiático. Singapur, Malasia, Japón y Corea del Sur son teloneros frente a una isla de una veintena de millones de habitantes, siempre a la sombra de China y ninguneada por la ONU. Su escala en Taiwán, desde que fuera anunciada por la prensa estadounidense, enturbió las relaciones entre las dos potencias y estimuló el debate sobre las posibles respuestas de China.

De la retórica se desprende que no será liviana. El presidente chino, Xi Jinping, advirtió a su homólogo estadounidense, Joe Biden, de que “se quemará si juega con fuego”. Desde el Ministerio de Exteriores y embajadas chinas han llegado variadas amenazas y el Ejército ha aclarado que no se quedará cruzado de brazos ante una afrenta a la soberanía nacional. China ya prohibió ayer las importaciones de un centenar de productores alimentarios taiwaneses pero una sanción económica desmerece el desafío. Y, minutos después del aterrizaje, emitió un comunicado acusando a Estados Unidos de violar los acuerdos bilaterales que contemplan visitas estadounidenses no oficiales a la isla, haciendo ver que la de una presidenta de la Cámara de Representantes difícilmente cae en ese saco, y urgiendo a Washington a respetar el acuerdo de una sola China.

El ministro de Asuntos Exteriores de Taiwán, Joseph Wu, recibe a la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi. Reuters

Escenario delicado

El viaje de Pelosi empuja a Pekín a un escenario delicado. Por un lado, medidas militares inéditas; del otro, editoriales inflamados y pataletas diplomáticas. Con uno se expone a consecuencias imprevisibles con la primera potencia militar mundial y el otro sería percibido por el mundo y su pueblo como una rendición oprobiosa. "El tigre de papel" que decía Mao de sus enemigos.

El margen es exiguo: una medida militar tan firme como controlada. Descartemos, pues, que tirasen abajo el avión de Pelosi, como sugería un periodista hiperventilado. Opciones menos insensatas que barajaban los analistas, como escoltar el aparato con cazas chinos u obligarle a aterrizar en suelo continental, tampoco escaseaban en riesgos.

Habrá que diferenciar entre las medidas inmediatas y las posteriores, juzga Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China. “Hasta ahora sus ejercicios militares en el estrecho han sido comedidos, sin que sus aviones y barcos traspasaran los límites. Ahí puede haber un cambio sustancial e irreversible para subrayar una presión militar mas incisiva sobre Taiwán. Habrá algún gesto que marque un salto cualitativo pero tendrán más enjundia las medidas a renglón seguido para responder a la falta de respeto de Estados Unidos por sus intereses. China trasladará un mensaje claro tanto a su población como a Washington”, avanza.

Mar del Sur

El peligro no radica en las intenciones sino en los accidentes. En el Mar del Sur de China, por ejemplo, se ha rozado la tragedia en varias ocasiones por el acercamiento imprudente de barcos o aviones chinos y estadounidenses. La densidad en las aguas taiwanesas multiplica estos días el riesgo. Varios navíos chinos rondan la línea media, la oficiosa frontera marítima, y algunas informaciones aseguran que hasta la zona se dirigen dos de sus portaaviones. Al este de Taiwán también han llegado cuatro buques de guerra estadounidenses y un portaaviones. “Maniobras rutinarias”, ha prometido Washington. Y la prensa taiwanesa habla de envío de cazas para reforzar posiciones y de una alerta máxima en las tropas.

China y Estados Unidos ya se han culpado preventivamente de lo que pueda ocurrir. Pekín ve en la visita de Pelosi otra línea roja que ignora Washington en un asunto sagrado. Para la Casa Blanca, en cambio, el viaje del mayor cargo estadounidense en décadas a la isla, el olímpico desprecio a los intereses chinos y el masivo despliegue de aviones y barcos de guerra en su patio trasero son minucias que Pekín debería digerir sin aspavientos.