Debía ser la oportunidad para que Estados Unidos mostrara liderazgo y compromiso, pero la novena Cumbre de las Américas que se celebra en Los Ángeles se está demostrando, de momento, como un difícil examen para la Administración de Joe Biden

El presidente estadounidense llegaba este miércoles a una cita marcada por las ausencias del presidente de México y de numerosos jefes de Estado más, que han optado por enviar delegaciones -en lugar de acudir personalmente a la cita- en protesta por la decisión de Washington de excluir del cónclave a Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y aunque el demócrata llegaba con varias propuestas en la agenda para los próximos días, ya han empezado a quedar en evidencia algunas contradicciones de su política exterior.

Planes sin dinero

El primer proyecto que Biden ha puesto sobre la mesa es la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica. Según había avanzado antes de la presentación oficial la Casa Blanca, en esa propuesta se incluyen ideas como revigorizar las instituciones económicas regionales y movilizar inversiones, reforzar las cadenas de suministros, impulsar la creación de empleos vinculados a las energías limpias o promover cambios fiscales, mejoras en infraestructuras y lucha contra la corrupción. ¿El problema? No hay una sola cifra vinculada a la iniciativa ni detalles o compromisos específicos, para los que Biden necesitaría aprobación del Congreso. Y se emplaza a realizar las “consultas iniciales” con los socios regionales una vez que acabe la cumbre.

La ausencia de anuncios concretos pesa como una losa, especialmente en una región en la que China juega un papel cada vez más relevante. Concretamente, y según los cálculos de la Oficina de Investigación del Congreso estadounidense, Pekín ha invertido o gastado en Latinoamérica y el Caribe 138.000 millones de dólares desde 2005. Y ahí late una de las paradojas de la política de Biden: está enfocado en frenar la influencia de China pero se está demostrando incapaz de hacerlo en la región que EEUU tiene más cerca. Su tradicional patio trasero.

Migración

La gran esperanza para la Administración Biden pasa por acabar la cumbre con la firma de una declaración sobre migraciones. En ese plan jugará un papel que aún no se ha detallado España, que ha sido invitada y estará representada por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Pero cualquier potencial pacto llegará con un asterisco, siquiera simbólico. En la cumbre de Los Ángeles no están ni el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ni ninguno del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), del que llegan a EEUU el 66% de los inmigrantes sin papeles. Y justo en estos días recorre México rumbo a la frontera una caravana con al menos 5.000 migrantes, en su mayoría familias centroamericanas.

Pocos tienen grandes expectativas sobre la cumbre, donde la vicepresidenta Kamala Harris anunció el martes una inversión de 1.900 millones de dólares por parte de empresas del sector privado en Guatemala, Honduras y El Salvador, que elevan a 3.200 millones la cifra comprometida por unas 40 compañías para los próximos años. De hecho hay quien, como Richard Haas, presidente del Council on Foreign Relations, vaticina “una debacle”.

“Nos dirigimos a un descarrilamiento salvo que se cambie de dirección y se reconozca que el hemisferio se ha movido”, ha dicho también en NPR Eric Farnsworth, del Council of the Americas. “Nuestra política en la región es simplemente el estatus quo”.

Bolsonaro

Biden tendrá también en la cumbre su primer encuentro con el polémico presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Y mientras ha vetado de la cita de Los Ángeles a los líderes de Cuba, Venezuela y Nicaragua bajo el principio de “no invitar a dictadores”, planifica un controvertido viaje a Arabia Saudí y un encuentro con el príncipe Mohamed Bin Salman. En campaña Biden prometió hacer de Arabia Saudí un “Estado paria” por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, cuya aprobación la CIA atribuye a Bin Salman.