La imagen mostraba un tanque varado en un montículo en medio de un río. De pronto, se escuchaba un sonido sibilante, seco, y una explosión. El carro, que quedó destrozado en medio de la masa de agua que trataba de cruzar, era ruso; el soldado, que disparó escondido entre los árboles cercanos, ucraniano; y el arma, española. En concreto un lanzagranadas C90 fabricado por la empresa zaragozana Instalaza

Hace tres meses, al principio de la guerra, la ministra de Defensa anunció el envío de 1.370 de estas unidades de guerra ligera. Esa cifra es coherente con el total enviado finalmente, según fuentes diplomáticas. Con ellas se ha destrozado un número indeterminado de tanques, sobre todo en la primera fase de la guerra, cuando los ucranianos resistieron con éxito escondidos en los bosques de los alrededores de Kiev y haciendo emboscadas contra la interminable columna de tanques rusos.

Porque el C90 es bueno para la guerra de guerrillas. “Está pensado para acercarte al objetivo mucho, sigilosamente, disparar y dejar el tubo abandonado en el lugar (es un cohete de un solo uso y el tubo que lo lanza es desechable) antes de salir huyendo”, explica a El Periódico de España Enrique Navarro, militar, exdirector en el Ministerio de Defensa y ahora consultor en Seguridad y Defensa. “El alcance que tiene es de entre 300 y 500 metros, pero a mayor distancia menor capacidad de penetración”.

Una de las características de la guerra de Ucrania ha sido que el ejército del país ha ido recibiendo un aluvión de armas extranjeras a medida que avanzaba la guerra. No tenían mucho tiempo para adiestrar a sus tropas en el uso del armamento. En ese contexto el C90 español encajaba bien: es muy sencillo de usar.

“Una vez llevé a mi hijo de diez años a una feria de armas. Él, con el simulador del C-90, consiguió aprender a utilizarlo en unos minutos. Se pone sobre el hombro, se saca la mirilla y se dispara”, cuenta Navarro.

Características del C90

El lanzagranadas Instalaza tiene cuatro versiones estándar, en función del tipo de munición que lleve cargada.

Pueden ser munición contra carro de combate (el modelo C90-CR); contra búnkeres (C90-BK), en los que la carga está especializada en reventar el cemento; o del tipo mixto (C90-CR-BK) anticarro y de alta fragmentación, para “destruir y hacer mucho daño alrededor de un punto”. En este último caso el alcance es de hasta 700 metros. Hay también una versión especializada en crear una columna de humo e incendios para crear distracción y obstaculizar las operaciones del enemigo (C90-AM).

El conjunto completo pesa poco, cinco kilos, lo que favorece la movilidad de la guerra de guerrillas para la que está pensado. No es útil para sostener una confrontación o para batallas en campo abierto.

En el fondo, es esencialmente un cohete envuelto en un tubo metálico. Es el proyectil el que tiene el combustible y el motor para la propulsión hasta el objetivo. El contenedor queda inservible tras el disparo. “Por eso se han visto tantas fotos de soldados rusos con los restos de los Instalaza que, en realidad, ya no sirven para nada”, subraya Navarro.

La munición es de 90 milímetros de calibre (es decir, 9 centímetros de diámetro). "Es capaz de penetrar blindajes de tres o cuatro centímetros de grosor", dice el experto. 

Técnicamente es un cohete, en oposición a los misiles que conforman la munición del arma estadounidense Javelin, que tiene un aspecto similar y que se está usando en Ucrania también con profusión. 

“Hola a todos: mirad lo que tienen las Fuerzas Territoriales de Defensa [el C90]. Si nosotros tenemos esto, imaginad lo que tienen las Fuerzas Armadas"

La munición del C90 tiene forma de cohete, parecido a un pepino. Se apunta con un visor óptico de aumento 2X plegable, incluido en el tubo lanzador desechable.

Los misiles, por el contrario, pueden perseguir el objetivo. El sistema de guiado puede ser óptico (hacia un puntero láser o un infrarrojo si es de noche) o por el calor que emite el objetivo (sistema de guiado térmico). Por eso los Javelin pueden llegar a objetivos hasta a cinco kilómetros de distancia, y por eso pueden servir tanto para inutilizar tanques (como el C90) como aeronaves (helicópteros o aviones de combate).

Pero cada misil Javelin cuesta decenas de miles de euros (hasta un cuarto de millón según las unidades), mientras que los Instalaza rondan los 5.000 euros, dependiendo del tipo, indica Navarro. 

Anticarro barato

Por ser tan asequibles son adquiridos por países con menor gasto en Defensa. Están presentes en la guerra civil de Yemen, por ejemplo, y los han comprado ejércitos de Ecuador, Colombia, Chile o El Salvador, pero también otros como Italia. Estonia, país vecino con Rusia, firmó un contrato, el pasado 2 de marzo, ya empezada la guerra, por casi 6.000 unidades del C90-CR-RB.

Una de las primeras referencias que se tienen sobre el terreno del uso del C90 es del pasado 7 de marzo, dos semanas tras el comienzo de la invasión de Ucrania. En un vídeo publicado por la cuenta de Twitter especializada en armas usadas en Ucrania Ukraine Weapons Tracker, se veía a un soldado sostener con una sola mano un ejemplar del Instalaza C90-CR (M3.5). En medio de los sonidos de las bombas, el infante sonriente levantaba el pulgar ante la cámara.

“Hola a todos: mirad lo que tienen las Fuerzas Territoriales de Defensa (antiguos soldados reservistas reclutados en cada región para luchar contra Rusia). Si nosotros tenemos esto, imaginad lo que llevan las Fuerzas Armadas. Un enigma para los “liberadores rusos”. Vamos a acabar con vosotros, orcos (forma despectiva de referirse a los invasores)”.

Es muy difícil conocer cuántos tanques rusos ha inutilizado el ejército de Ucrania en esta guerra usando los lanzagranadas españoles.

Sus Fuerzas Armadas aseguran que, este primero de junio, día 98 del conflicto, han destruido un total de 1361 carros de combate invasores. 

Los C90 empezaron a suministrarse al ejército español en los años noventa. Utilizaban un concepto clásico que procede de la Segunda Guerra Mundial del uso de cohetes contra carros de combate, explica Navarro. En el fondo, un C90 se parece bastante a los clásicos morteros que se soltaban sobre un tubo y salían disparados.

Tampoco son un ingenio únicamente producido en España. Están, por ejemplo, los AT4 fabricados en Suecia por Saab Bofors Dynamics y que son suministrados a la OTAN

Pero, en la guerra con más información de la historia, los C90 se han convertido en un símbolo de la participación española en la defensa de Ucrania.