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Crisis del coronavirus

El incansable martillo chino contra el covid

China confía a Sun Chunlan, única mujer del Politburó, el control de todos los brotes de virus en el gigante asiático

Sun Chunlan, vicepresidenta de China y responsable de la gestión del covid-19. EP

Desde aquella misteriosa neumonía de Wuhan a la variante ómicron que estos días castiga Pekín, el coronavirus se ha topado en cada embate y mutación con su némesis de rostro ovalado, media melena descuidada y tal entusiasmo por la política de tolerancia cero que los chinos corren al supermercado cuando aterriza en su ciudad asumiendo un encierro inminente. Es la vicepresidenta Sun Chunlan, la única mujer del Politburó y al cargo del control de la pandemia.

La misión más exigente de su carrera política le alcanza cuando ya expira, cumplidos los 71 años y con su probable jubilación en el Congreso del Partido Comunista de otoño. Sun exhibe un vigor juvenil y un mando prusiano desde aquellos lejanos e inciertos tiempos de Wuhan. Más de un centenar de días permaneció en la presunta cuna del covid-19, aún sin vacunas ni el conocimiento certero del enemigo, ordenando el aislamiento de todos los casos y asegurando los suministros a los once millones de confinados. "Esto no es el juego del escondite, la política tiene que ser implementada sin excepciones", tronó con el puño en alto en una reunión ante funcionarios varones. Aquella fórmula medieval fracasaría, anticiparon los expertos de Occidente. Funcionó, fue replicada semanas después en medio mundo y sigue vigente en China con ligeras variaciones.

Ha reconocido Sun su coste económico y social pero subrayado la prioridad de las vidas. También ha corregido el excesivo celo de funcionarios con comprensible miedo al despido si se desvían un milímetro de las coordenadas. Ocurrió en Xian cuando una mujer perdió el feto tras haberle prohibido el acceso el hospital por el resultado caducado de su test. Admitió Sun que se sentía "profundamente avergonzada" y ordenó que todos los enfermos fueran aceptados sin excusas.

Allí donde hay un brote, allí aparece Sun con su litúrgico discurso urgiendo a los gobiernos locales a esforzarse sin descanso. "Los desertores estarán en el pilar de la ignominia para siempre", ha aclarado. Fue enviada a la frontera con Hong Kong cuando la excolonia pasaba sus días más oscuros. Su llegada a Shanghái certificó el fin del experimento de convivir con el virus y los irresponsables retrasos de los confinamientos mientras los casos diarios crecían sin bridas. Los shanghaineses han visto este miércoles cómo se levantaban las restricciones tras pasar los dos peores meses de sus vidas. Su traslado a Pekín dos semanas atrás subrayó, además del final de la crisis de Shanghái, que a los pequineses les esperaban días duros. Se ha evitado el confinamiento, absurdo con apenas una cincuentena de casos diarios, pero la huella de Sun es evidente: muchos inmuebles en cuarentena, controles estrictos a la entrada de las callejuelas del centro histórico, toda la industria del ocio paralizada…

Única mujer del Politburó

El éxito de Sun es improbable por mujer y ausencia de estirpe revolucionaria. Nació en Hebei, la provincia que abraza Pekín, y pasó sus primeros años en la fría y norteña Liaoning. Trabajó en una fábrica de relojes y fue ascendiendo en sus órganos de gestión primero y en las organizaciones sindicales provinciales después. Fue nombrada jefa del partido en 2009 en la provincia de Fujian, donde atrajo copiosas inversiones taiwanesas, y en 2012 transferida a Tianjin, la ciudad portuaria a media hora en tren de la capital.

No son desdeñables la vicepresidencia y una de las 25 sillas del Politburó. Y con Sun, sin embargo, pesa una sensación de injusticia. Compañeros varones con currículums menos lustrosos han alcanzado el Comité Permanente. A ese peldaño superior, formado por siete miembros, fue empujado su predecesor en Tianjin, Zhang Gaoli, célebre después por su traumática relación con la tenista Peng Shuai.

La invisibilidad de la mujer en la élite política contrasta con sus conquistas en el resto de órdenes sociales y económicos. Nunca ha tenido China una secretaria general del partido, tampoco ha contado con mujeres el Comité Permanente ni se vislumbra un relevo para Sun en el Politburó. El coronavirus, la peor crisis que ha sufrido la humanidad en el último siglo, ha subrayado su relevancia. La doctora Zhang Jixian fue la primera en alertar a las autoridades de que aquellos casos en Wuhan podían responder a un virus nuevo. Hay en el mundo pocas epidemiólogas que rivalicen con Shi Zhengli, más conocida como 'mujer murciélago', quien durante décadas ha recogido, almacenado y catalogado muestras del mamífero volador. Y la crisis del SARS, la peor epidemia en Asia del siglo hasta el coronavirus, fue gestionada por Wu Yi, apodada 'La dama de hierro' y predecesora de Sun en el Politburó.

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