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Guerra en Europa

Las zonas ocupadas de Ucrania esconden un lucrativo botín para Putin

La riqueza mineral, agrícola y energética ucraniana se concentra en el este y el sur del país, las regiones ambicionadas por la ofensiva rusa

Las zonas ocupadas de Ucrania esconden un lucrativo botín para Putin.

El Mar Negro no es solo la gran puerta de salida para las exportaciones ucranianas o uno de los principales reclamos turísticos del país, es también un enorme depósito de hidrocarburos. De acuerdo con algunas estimaciones, solo la zona económica exclusiva de Ucrania podría contener dos trillones de metros cúbicos en reservas de gas. Casi todas están por desarrollar, un proyecto que había empezado a tomar vuelo cuando Rusia se anexionó ilegalmente la península de Crimea en 2014, privando a su vecino del “80% de sus depósitos de gas y petróleo en el Mar Muerto”, según el ministerio de Energía ucraniano. Moscú no tardó en tomar el control del botín. Sus fuerzas en la península expropiaron las subsidiarias del conglomerado estatal ucraniano Naftogaz, activos por valor de miles de millones de euros que fueron eventualmente transferidos a Gazprom, el gigante gasístico ruso controlado por el Kremlin.  

Mucho se hablado de los motivos que llevaron a Vladímir Putin a ordenar la invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero. Desde el acercamiento de la OTAN a sus fronteras a la fantasiosa “desnazificación” del liderazgo ucraniano, desde las veleidades imperiales que esconde su discurso revisionista a su obsesión por impedir que Ucrania salga de la esfera de influencia rusa. Pero muy poco se ha analizado el posible componente económico de la ofensiva rusa, a pesar de los vastos recursos ucranianos, que hacen del país una superpotencia agrícola y mineral, a la vez que un lucrativo filón para la exploración energética.   

Litio y otros minerales

Ucrania produce el 12% del trigo consumido en el mundo, el 16% de su maíz, el 18% de la cebada global o casi la mitad del aceite de girasol. Pero al mismo tiempo tiene algunas de las mayores reservas mundiales de uranio, hierro, titanio, mercurio o magnesio. Algo parecido a lo que sucede con los minerales raros que yacen en su subsuelo y que le ponen en competencia directa con China, Australia y la República Democrática del Congo, sus principales productores. El más conocido es el litio, un elemento fundamental para la producción de baterías empleadas por los coches eléctricos. El año pasado, solo unos meses antes de que comenzara la guerra, Kiev comenzó a subastar licencias para explotar sus reservas de litio, cobalto y níquel. Compañías australianas y chinas se hicieron con los primeros contratos, concentrados en Donetsk (este) y Kirovograd (centro) y ahora varados por la guerra.  

El grueso de tanta riqueza se encuentra en el este y el sur del país, precisamente las zonas ocupadas por las tropas rusas. “No creo que los recursos económicos fueran parte del cálculo de Putin para invadir Ucrania. Pesaron más los motivos geopolíticos, pero está claro que el beneficio económico es un aliciente importante para los rusos”, opina en una entrevista Olha Pindyuk, economista ucraniana del Vienna Institute for International Economic Studies.

“Juzgando por el curso de la guerra hasta ahora, no parece que Rusia busque apoderarse de la industria ucraniana, sino destruir su economía. No se explica de otra forma que estén bombardeando almacenes de cereales y plantas metalúrgicas o bloqueando los puertos para frenar las exportaciones”. De acuerdo las proyecciones del Banco Mundial, la economía ucraniana se contraerá este año un 45%, o lo que es lo mismo, perderá casi la mitad de su tamaño. Esa idea está reforzada por lo que Rusia y sus aliados ucranianos han hecho en las zonas ocupadas del Donbás desde 2014, un tercio de su territorio hasta el inicio de esta última invasión.

Destrucción de la economía ucraniana

A diferencia de lo sucedido en Crimea, donde Moscú puso en marcha una estrategia desarrollista con inversiones en nuevas carreteras, centrales eléctricas, líneas de transmisión o un puente de 3.500 millones de euros para conectar la península con el territorio ruso, en Lugansk y Donetsk el abandono ha sido la norma. “Ninguna de las fábricas y empresas de la región opera a su capacidad máxima. La mayoría están paradas o han sido destrozadas o saqueadas”, asegura el político liberal y bloguero ucraniano, Anton Shvets. “Hay que subrayar que esas fábricas no han sido destruidas por la guerra, sino por la mala gestión y falta de inversión. Básicamente han dejado que se mueran las fábricas”.  

No es lo mismo, sin embargo, la industria de un país que el potencial económico que esconden sus recursos. Y en el caso de Ucrania solo la agricultura ha sido desarrollada plenamente, algo que no ha sucedido con la minería y el sector energético. De hecho, Ucrania sigue siendo un importador neto de energía, a pesar de contar con las segundas mayores reservas de gas de Europa y las octavas de carbón del mundo.

Una circunstancia que los expertos explican por la prioridad que la Unión Soviética concedió a la extracción de gas en los yacimientos de Siberia Occidental en el último tercio del siglo pasado, en la que volcaron también los especialistas ucranianos del ramo. “Como consecuencia de esta transferencia de cerebros, los recursos de gas ucraniano quedaron insuficientemente desarrollados, mayormente inutilizados y parcialmente sin explorar”, escribe en ‘Foreign Policy’ el politólogo Robert Muggah. 

Todo esto hace que la guerra en Ucrania esconda un jugoso botín para Putin, por más que su país sea una superpotencia de las materias primas. Como mínimo logrará neutralizar a un correoso competidor, que había iniciado la privatización de su sector energético y abierto la puerta a la explotación extranjera de sus minerales, proyectos ahora frenados por las bombas. 

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