Una decisión inimaginable hasta hace unos meses, pero que ha suscitado esperanzas entre los franceses de izquierdas. El comité nacional del Partido Socialista (PS) debatió este jueves la coalición electoral con la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon (ecosocialista) para las elecciones legislativas de junio. Pese a las tensiones internas y unos debates largos y acalorados —en la hora del cierre de esta edición aún no había tenido lugar la votación—, los pronósticos apuntaban que se impondría la opción de sumarse a la "Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES)", también formada por los verdes y los comunistas. Una alianza que ha fracturado las filas socialistas.

"Debemos reencontrarnos con el sentido de una radicalidad que siempre marcó la historia del PS, pero conservando aquello que mejor sabemos hacer: proponer soluciones creíbles", aseguró Corine Narassiguin, secretaria nacional de coordinación del partido, en el inicio de una tensa reunión celebrada en la sede de la formación en Yvry-sur-Seine, en la periferia sur de París. En la Nueva Unión Popular, la Francia Insumisa se presentará en 325 circunscripciones, los verdes en 100, los socialistas en 70 y los comunistas en 50, según un reparto aún no definitivo.

Oposición de Hollande y otros históricos

Esta probable alianza ha provocado fuertes turbulencias en las filas socialistas, así como la marcha de algunos dirigentes históricos. El PS "perdió la brújula" de "un socialismo republicano", criticó el exprimer ministro Bernard Cazenueve, que anunció que rompía su carnet del partido. "Rechazo el acuerdo tanto por el fondo como por las circunscripciones", sostuvo el expresidente François Hollande, cuyo decepcionante mandato continúa pesando en el declive de los socialistas. 

Además de dirigentes afines al hollandismo, la presidenta de la región de Occitanie (sur), Carole Delga, o Anne Hidalgo (alcaldesa de París y candidata fracasada en las presidenciales) también se opusieron, aunque en el caso de la edil anunció que se abstendría. En cambio, lo apoyaron —o lo consideraron un mal menor— algunos dirigentes históricos, como Lionel Jospin, Ségolène Royal o Martine Aubry, así como numerosos alcaldes de un partido que mantiene un considerable poder local.

Tras las presidenciales, la dirección del PS se encuentra entre la espada y la pared. Hidalgo quedó antepenúltima con apenas el 1,7% de los votos. Con estos pésimos resultados, existía un serio riesgo de que los socialistas perdieran la mayoría de sus actuales 28 diputados en la Asamblea Nacional (con 577 escaños). Incluso podrían obtener menos de 15, el mínimo necesario para constituir un grupo propio en la Asamblea. El hecho de quedarse sin un grupo parlamentario supondría un duro golpe para las maltrechas arcas de esta centenaria formación. 

Los simpatizantes, favorables al pacto

Si finalmente integran la Nueva Unión Popular, los socialistas cuentan con más opciones de conseguir este objetivo de mínimos. A pesar de presentarse en un número limitado circunscripciones, una parte de ellas son territorios históricamente de izquierdas. A cambio de ello, aceptan las principales propuestas del programa mélenchonista del Futuro en Común, como rebajar la edad mínima de jubilación de 62 a 60 años (con 40 cotizados), subir el salario mínimo a 1.400 euros netos o "derogar de manera transitoria" las reglas de la UE cuando estas se opongan a los avances sociales y ecológicos.

Pese a las críticas de dirigentes históricos, el 71% de los simpatizantes del PS apoyan esta coalición, según un sondeo reciente del instituto Elabe. Durante los últimos 20 años, el vencedor en las presidenciales —este año Macron y su nuevo bloque rebautizado este jueves como Ensemble (Juntos)— se imponía de manera automática en las legislativas. Sin embargo, los últimos sondeos apuntan que serán los comicios parlamentarios más inciertos desde 1997. La nueva "unión de la izquierda" quiere dar la sorpresa en junio consiguiendo una mayoría alternativa. O al menos erigiéndose en la principal oposición al presidente centrista.