"Trípoli, ciudad de paz", reza un grafiti en la plaza principal de esta ciudad al norte del Líbano. A sus pies, el bullicio de las calles en pleno mes de Ramadán no se detiene. El fuego arde dentro de un par de contenedores que buscan bloquear el acceso a la rotonda. Mientras algunos jóvenes se enfrentan al Ejército y arrancan carteles electorales, las familias celebran funerales improvisados. Otras aún esperan que el mar escupa los cuerpos de los suyos. Más de 60 personas sufrieron el naufragio de su embarcación al abandonar las costas libanesas. Su búsqueda de una vida mejor fue supuestamente interceptada por la marina libanesa. De momento, siete personas han muerto. 

Rápidamente prendió la rabia en la ciudad más empobrecida del Mediterráneo. A su vez, el propio primer ministro del Líbano, el multimillonario Najib Mikati, es oriundo de Trípoli. "La gente de Trípoli está siendo asesinada por el propietario de este yate", se lee en una pancarta frente al barco del mandatario, valorado en 100 millones de dólares. En una embarcación mucho más pequeña, con capacidad para apenas seis personas, se hacinaron unas 60 durante la noche del sábado. Partían hacia costas europeas. Las más cercanas están en la isla de Chipre, a 233 kilómetros de Trípoli. 

Según los supervivientes, fue la Marina libanesa en su intento de detener el barco quién lo embistió y provocó su hundimiento. Después, una hora y media más tarde, vino el Ejército libanés a rescatarlos. Pero ya era demasiado tarde. El barco se hundía y con él, sus pasajeros. Mientras las labores de búsqueda y rescate se desarrollan a contrarreloj, el combativo pueblo de Trípoli expresa su duelo. Apenas unas horas después de la tragedia, un grupo de residentes han atacado un puesto del Ejército en la ciudad, arrojando piedras a las tropas. Estas han respondido con disparos al aire, cuyo ruido se confunde con las balas de los funerales. 

"Sufriendo durante siglos"

"Desde el naufragio, apenas se han detenido los disparos; puedo oírlos ahora mismo", cuenta Ziad al Zayyat desde Trípoli. "Si el gobierno y las autoridades del Ejército no asumen la responsabilidad de lo ocurrido y paran de negarlo como han hecho en su comunicado oficial, va a haber graves problemas", añade para El Periódico de Catalunya, diario del mismo grupo, Prensa Ibérica, que este periódico. El nivel de pobreza en esta ciudad norteña ya era alarmante antes de la crisis económica que empezó en el 2019. "Ahora viven con menos de un dólar al día", dice el joven tripolitano. Sin nada que perder, su ciudadanía se lanza al mar o aquellos que se quedan en tierra, hoy se instalan en las calles para expresar su indignación. Su práctica desesperación.

Hasta hace un par de años, eran los refugiados sirios quienes partían en las barcazas de la muerte. Ahora la debacle económica ha democratizado el sufrimiento hasta alcanzar a los libaneses. En Trípoli, ciudad históricamente abandonada por las autoridades, la situación siempre ha sido peor. "Todos estamos tristes y enfadados, no solo los familiares de los muertos o desaparecidos, pero todo el mundo aquí sufre, como en el resto del Líbano", reconoce Ziad. "Aunque aquí la gente lleva sufriendo durante siglos, y es la pobreza lo que les lleva a arriesgar sus vidas para llegar a Europa", apunta. 

Elecciones generales

El próximo 15 de mayo Líbano celebrará elecciones generales. Son los primeros comicios después de la crisis económica, de las protestas masivas de otoño del 2019 y de la trágica explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020 que arrasó con más de 200 vidas. Durante las protestas en Trípoli, la juventud ha expresado su rabia arrancando los carteles electorales con los rostros de candidatos millonarios. Mientras continúan buscando a un puñado de desaparecidos, en la frontera sur con Israel se han registrado tensiones tras el lanzamiento de un cohete por los enfrentamientos en Jerusalén. El Ejército israelí ha respondido con fuego de artillería.

Los libaneses pasan sus días intentando sobrevivir y calculando cómo alcanzar un lugar donde vivir dignamente. "Esta gente está intentando imitar el camino que permitió a algunos refugiados sirios llegar a Europa así que tienen esperanza", explica Al Zayyad, "pero el problema es que los libaneses no somos considerados refugiados aunque estemos sufriendo todas estas crisis". Ante la vastedad del mar, decenas de personas, rebosantes de esperanza, depositan su confianza en la oscuridad de la noche para alcanzar un puerto seguro. Desde el puerto de Mina, en Trípoli, las barcazas no se detienen y siguen zarpando de madrugada.