El Gobierno ha dado este viernes un giro histórico en su postura sobre el Sáhara Occidental al respaldar por primera vez el plan autonomista de Marruecos sobre este territorio. EEUU fue el primero en hacerlo, en contra del consenso internacional, después se adhirió Francia y hace unos meses Alemania. España se suma ahora a esta lista de países para poner fin así a la crisis diplomática con el reino alauí, abierta desde hace 10 meses. El reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara era la exigencia que ponía Rabat para retomar las relaciones. Durante todo esto tiempo el Ejecutivo se ha resistido. Pero finalmente ha claudicado. Pedro Sánchez lo ha hecho, a pesar de que esta decisión supone abrir un nuevo frente con Unidas Podemos, que no se ha movido de su postura de defensa de un referéndum de autodeterminación.

El bloque socialista del Ejecutivo hace tiempo que había superado la idea de la consulta y estaba anclado a la propuesta de una salida negociada entre las partes, sin decantarse del lado marroquí, como pedía Mohamed VI. Este es el enorme paso que se ha producido ahora y que el Gobierno ha asumido con el envío de una carta del presidente Pedro Sánchez al rey alauí, que ha dado a conocer Marruecos. "España considera la iniciativa de autonomía marroquí, presentada en 2007, como la base más seria, realista y creíble para resolver las diferencias", señala. Esta es la frase del cambio histórico sobre el Sáhara Occidental. España deja atrás su postura públicamente neutra para apoyar el plan que convertirá este territorio es una provincia más del país, pero con un estatus especial. El Frente Polisario reaccionó de manera inmediata y ha acusado a acusa a España de “sucumbir ante el chantaje y la política del miedo utilizada por Marruecos”. Argelia, el gran apoyo de los saharauis, por ahora guarda silencio.

Aunque ha sido el Ministerio de Exteriores marroquí quien lo ha hecho público, el Gobierno era conocedor que el escrito se iba a difundir la tarde de este viernes. En él aparecen todas las cuestiones que se han negociado durante estos meses, como el compromiso de Rabat de no amedrentar a España permitiendo la llegada masiva de inmigrantes, como sucedió en mayo pasado, el blindaje de Ceuta y Melilla y la promesa de trabajar conjuntamente ante el fenómeno de la inmigración. Sánchez apunta en su carta su "determinación para afrontar juntos los desafíos comunes, especialmente la cooperación de la gestión de los flujos migratorios en el Mediterráneo y el Atlántico, con un espíritu de total colaboración". Y añade que "todas estas acciones se llevarán a cabo con el objetivo de garantizar la estabilidad y la integridad territorial de los dos países", en referencia a que el siguiente objetivo de Rabat no puede ser la reclamación de Ceuta y Melilla y también de Canarias.

“Nuestro objetivo es construir una nueva relación, basada en la transparencia y la comunicación permanente, el respeto mutuo y los acuerdos firmados por ambas partes y absteniéndose de cualquier acción unilateral, estando a la altura de la importancia de todo lo que compartimos”, asegura, en alusión a que Rabat promete que no dejará de controlar conscientemente la frontera para propiciar que que miles de marroquíes, muchos de ellos niños, llegaran a nado a la ciudad autónoma.

En definitiva como asumen los dos países, una nueva etapa, con las reclamaciones de uno y otro pero sobre todo con el giro histórico de España sobre el Sáhara. Que nos encontramos ante el final de la crisis diplomática entre los dos países, la más grave que se ha atravesado, lo prueba los comunicados posteriores que se difundieron, el anuncio de una próxima visita de Sánchez a Rabat y una comparecencia del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, para refrendar de viva voz, el aval al plan marroquí para el antiguo territorio español.

Marruecos destacó que "aprecia altamente las posiciones positivas y los compromisos constructivos de España sobre la cuestión del Sáhara marroquí" y que esto permite prever "una hoja de ruta clara y ambiciosa" para iniciar una "asociación bilateral". Este último concepto conecta con la propuesta del pasado mes de agosto de Mohamed VI de inaugurar una nueva "etapa inédita", en la que Rabat quiere tratar a España de igual a igual. Mientras desde el reino alauí se pone el acento en que debe basarse en "la confianza, el respeto mutuo y la transparencia" desde España se apunta a que debe garantizar "la estabilidad, la soberanía, la integridad territorial y la prosperidad" de los dos países.

De hecho el Gobierno de España pide explícitamente "restablecer la plena normalidad en la circulación de personas y bienes", en alusión a que Marruecos mantiene cerradas las fronteras de Ceuta y Melilla, desde marzo de 2020. La nueva relación y la solución a todos estos flecos pendientes se comenzará a vislumbrar con la visita de Albares a Rabat el próximo mes de abril, que servirá además para preparar un próximo viaje de Sánchez. No se ha dejado nada sin abordar, todo ha sido pactado.

Pero el cambio en la postura sobre el Sáhara deja nuevos jirones entre el presidente del Gobierno y Unidas Podemos. Albares aseguró, en una comparecencia desde Barcelona, que se ha puesto en contacto con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y que hay "una unidad total en el seno del Gobierno". Lo cierto es que, posteriormente, Díaz defendió a través de Twiitter que "toda solución al conflicto debe pasar por el diálogo y el respeto a la voluntad democrática del pueblo saharaui" y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, y líder de Podemos dijo que "España no debe apartarse del derecho internacional".

A nivel internacional, aunque el Gobierno sigue la senda de Francia y de Alemania, esta decisión podría también generar tensiones con Argelia, el país que ha guarecido históricamente el Frente Polisario. Albares sostiene que no afectará a la relación con Árgel, a pesar de que están absolutamente enfrentados, de que han roto relaciones diplomáticas y de que Argelia ha cortado el suministro de gas a Marruecos.

España ha escrito este viernes una nueva página en sus relaciones con el reino alauí, con la que se pone fin a un conflicto que empezó exactamente el 10 de diciembre de 2020, cuando Donald Trump avaló la marroquinidad del Sáhara. La falta de apoyo del Gobierno en ese momento enfadó a Marruecos que, como castigo, suspendió la Reunión de Alto Nivel prevista una semana después y permitió que llegaran más pateras a Canarias, pero sin desvelar nunca las razones de su enojo. Sólo lo hizo cuando tuvo la excusa perfecta para cargar contra España y eso se produjo con la acogida al líder polisario, Brahim Gali. Pero el Sáhara siempre fue el motivo real. Y la única manera de resolver la crisis era que España cambiara su postura. Sánchez ha dado por fin el paso. Parecía que nunca sucedería porque la opinión pública española siempre ha sido muy cercana al pueblo saharahui.