María -no es su nombre real- dice que a veces tiene algo más de esperanza en que todo termine rápido, pero otras no, y que cambia de estado emocional varias veces al día. Pero que como mínimo, ahora que ha llegado a Europa, está algo más tranquila. 

Ciudadana rusa, salió de Moscú hace algunos días ante el caos creado por la invasión de Ucrania. "Fue un poco estresante porque las aplicaciones online para comprar los billetes no funcionaban bien y los vuelos se encarecían. El avión estaba lleno y mucha gente en él parecía también estar marchándose de Moscú por un tiempo", explica María desde Europa.

Como ella, en los últimos días, son muchos los rusos que están intentando irse de su país. No es fácil: con la UE habiendo cerrado a cal y canto su espacio aéreo y conexiones con Rusia, las opciones restantes son pocas. La más viable es a través de Estambul, el último gran aeropuerto europeo con conexión al país eslavo. 

"En el avión [a Estambul] conocí a un hombre que el día anterior estaba volando desde Moscú hacia Alemania, pero justo mientras estaba en el aire Europa cerró su espacio aéreo. Me contó que su vuelo dio media vuelta y aterrizó de nuevo en Moscú. Mientras volábamos estaba bastante nervioso. Me decía que no estaría tranquilo hasta que llegásemos a Estambul", dice María, que estaba algo más relajada en el trayecto porque su marido es europeo y ella tiene la tarjeta de residencia permanente en el espacio Schengen.

Rutas y precios

En los últimos días, los vuelos de última hora desde Moscú a Estambul han casi triplicado su precio, hasta los 1.000 euros, si es que no se han agotado antes. Hace un mes, antes de que empezase todo, se podía conseguir un billete por cerca de 100 euros o incluso menos si se compraba con algunas semanas de antelación.

Pero no solo es la ruta hacia Estambul, aunque ésta sea la más concurrida. Los que se se escapan, van también a Everán (Armenia)Bakú (Azerbaiyán) y Tiflis (Georgia). El vuelo a Ereván desde la capital rusa vale ya 1.300 euros. A Tiflis, 2.000 euros. Todo esto, claro, si aún quedan asientos. También se están llenando los vuelos a Belgrado, Serbia, así como los trenes que van desde San Petersburgo a Helsinki

"De momento no conozco a mucha gente que también esté intentando marcharse. En Moscú la situación aún no es desesperada. A veces se hacía raro pensar que la ciudad es la capital de un país en guerra. Pero no sé... Todo cambia tan rápido tantas veces al día que me es imposible saber qué pasará mañana", se lamenta María.

A cada día que pasa

El hoy, sin embargo, es cada vez más oscuro. Se han cerrado casi todos los medios rusos independientes que quedaban -de los muy pocos que, de momento, sigue en pie es Novaya Gazeta, cuyo director ganó el premio Nobel el año pasado-. Casi 10.000 personas han sido detenidas por manifestarse en contra de la guerra y la Duma, el Parlamento ruso, ha aprobado este viernes una nueva ley que castigará con un máximo de 15 años de cárcel a todo aquel que esparza "noticias falsas sobre el Ejército ruso".

Y luego está la galopante crisis económica que empieza ya a notarse en Rusia debido a las sanciones económicas impuestas por Occidente, además de la salida a marchas forzadas de empresas extranjeras del país.

Aunque esta crisis aún no se ha manifestado del todo. "Por el momento es más bien el efecto del pánico que la realidad. Algo así pasó al principio de la pandemia, cuando la gente compraba como loca el papel higiénico. Es la sensación que dan las redes sociales", explica una joven moscovita que prefiere mantener su anonimato.

Ley marcial

"Hay mucha gente mayor que apoya el Gobierno y que solo ve la tele oficial. Ellos están muy tranquilos. Yo, por ejemplo, no hablo del tema con mi familia. Ellos son de los que tienen el canal público en voz alta las 24 horas del día", explica esta joven.

Pese a ello, cada día son más los que intentan marcharse de Rusia, y más aún con los rumores -negados por el Kremlin- cada vez más insistentes de que el Gobierno podría declarar en cualquier momento la ley marcial, que significaría el cierre de las fronteras y la adscripción obligatoria al Ejército de todo hombre en edad de luchar.

Mientras tanto, sin embargo, billetes para salir se agotan, las colas para comprar los vuelos en las oficinas de las pocas aerolíneas que aún operan aumentan y los hoteles en Estambul se llenan. "Cuando llegamos al aeropuerto de Estambul escuché a dos parejas que estaban hablando entre ellas mientras sacaban dinero de un cajero -explica María-. También venían de Moscú y comentaban que trabajan todos en el sector tecnológico. Hablaban de sus planes de futuro. Una pareja incluso decía que quizá intentarían quedarse en Europa".