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Tensión en Europa del este

"Si vienen los rusos, nos iremos al bosque"

En la región de Ucrania fronteriza con Bielorrusia, por donde podría llegar el primer ataque ruso, predomina el espíritu de resistencia frente al posible invasor

Soldados en Ucrania.

Es uno de los primeros núcleos poblados de Ucrania que podrían divisar los soldados rusos si finalmente el Kremlin se decide a atacar y ordena que la incursión se realice desde Bielorrusia, al norte, cuyo régimen aliado de Moscú podría ejercer de plataforma militar. La mayoría de los habitantes de Lugoviki, a apenas 15 kilómetros de la frontera, una de tantas aldeas agrícolas ucranianas de casas bajas y coloristas ventanales, mantiene un espíritu desafiante, al menos de palabra, ante el posible invasor, al que muchos recuerdan de los tiempos en que compartieron un mismo estado bajo el paraguas de la Unión Soviética.

Sobre un montón de troncos de madera a punto de ser troceados y con la sierra aún en la mano, Vasili Domkenko, de 65 años, empleado de TOV Druzhba, un enorme conglomerado agrícola, da por sentado que Vladímir Putin optará por el ataque y que será precisamente a través de esta región. "Estamos muy cerca de la frontera", constata. A pesar de su avanzada edad y de contar con una nutrida familia de hijos y nietos, promete que no se va a quedar cruzado de brazos viendo cómo los soldados rusos patrullan por el pueblo sin más. "¡Nos iremos al bosque a resistir!", asevera, mientras se indigna cuando recuerda los pedazos de su país que han sido arrebatados por el todopoderoso vecino del este en los últimos años: "antes, Ucrania estaba formada por 24 regiones".

Vasili Domkenko. MARC MARGINEDAS

"Que se queden en su casa"

Más enfurecido si cabe se muestra Georgui Epepanovich, de 66 años, propietario de una pequeña explotación agrícola de subsistencia donde cultiva cebollas, tomates y otros vegetales destinados al consumo familiar. "Seré francotirador, cuando era joven practicaba el tiro como deporte", afirma junto a su casa. Su total disposición a emplear, contra un eventual ejército enemigo, sus adquiridas habilidades con las armas goza de amplia tradición en todo el espacio postsoviético. Durante la segunda guerra mundial, los francotiradores del Ejército rojo jugaron un papel muy destacado contra la invasión nazi, abatiendo a centenares de oficiales y militares alemanes y mermando la moral de unos ocupantes que, debido a sus certeros disparos, no podían siquiera sentirse seguros cuando descansaban en la retaguardia, lejos de la línea de frente.

Georgui Epepanovich, 66 años. MARC MARGINEDAS

Valentina Schutz, pensionista de 63 años de origen checo, vive en una paupérrima caseta de ladrillo con el tejado de uralita situada en uno de los márgenes de la aldea, y no oculta su preocupación ante una posible invasión. "Lo están explicando todo el rato por la televisión", constata. Valia, como la llaman los familiares y conocidos, apenas puede pronunciar un par de frases en ruso sin que se le escapen una o dos palabras en ucraniano, su lengua materna, y se indigna cuando se le recuerda que muchos aseguran que Rusia y Ucrania son un mismo país. "¡Qué se queden en su casa esos rusos!". Si finalmente el ataque se produce, cogerá unos pocos enseres y se irá a Kiev a casa de su hija, a unos 130 kilómetros al sur.

Valentina Schultz, 63 años. MARC MARGINEDAS

Idéntico rechazo hacia los rusos expresa Ígor Boncharenko, un pescador ocasional de 16 años, que asegura no tener miedo de lo que pueda suceder. "Si vienen, hay que luchar", invoca. Maria Dubois, de 49 años, tendera en uno de los pocos colmados de Lugoviki, constituye la única voz disonante en medio del coro de opiniones críticas: "Yo no me voy a ir; ¿a donde puedo marcharme?", se pregunta, dando a entender que no cuenta con medios de subsistencia adicionales. Para esta mujer reacia a dejarse fotografiar, los rusos "son personas, como cualquier otro".

Igor Boncharenko. MARC MARGINEDAS

Desafío estratégico

Aunque muchos esperan que un eventual ataque se origine en el este, donde las milicias prorrusas controlan un amplio pedazo de territorio ucraniano, si en realidad el objetivo es hacerse con el control de la capital ucraniana y derribar al Gobierno proccidental, avanzar desde el norte sería la opción más fácil para el Kremlin. Hace más de una semana, comenzaron a llegar a Bielorrusia tropas rusas que participarán en unas maniobras militares previstas para mediados de febrero. Además, Aleksándr Lukashenko, el presidente del país, ha incrementado en las últimas semanas las críticas ante la presencia de tropas aliadas en países vecinos como Lituania o Polonia.

El ataque desde el norte, sin embargo, reviste un importante desafío estratégico. Los soldados tendrían que avanzar a través de la Zona de Exclusión alrededor de la planta nuclear de Chernóbil, un área contaminada por la radioactividad originada durante la explosión de 1986, con una naturaleza incontrolada y salvaje. De hecho, en ambos márgenes de la carretera de Kiev es posible vislumbrar carteles publicitarios donde se ofrecen visitas guiadas a la planta y una dirección de internet donde obtener las entradas para el macabro tour. Hace unos días, el Gobierno ucraniano ordenó el despliegue de fuerzas para defender esta zona, hasta entonces muy desguarnecida.

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