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Crisis

Turquía, consumida por la inestabilidad de la lira y una inflación superior al 20%

Cada semana, la lira, la moneda turca, ha roto récords históricos en una caída que no parecía tener fin, hasta la intervención artificial del Banco Central turco

Varias personas caminan junto al puente de Galata.

Murat es un tipo con suerte, y su suerte se basa en que el año pasado se compró un coche. Con dificultades, claro, porque es trabajador en una fábrica en Estambul y cobra poco más del salario mínimo turco, 2.850 liras .

"El otro día miré en internet, y mi coche ahora cuesta tres veces más de lo que pagué yo. No sé si es suerte o no, pero entonces me lo pude pagar. Ahora con mi salario no podría", explica Murat, cuya fortuna se basa, en definitiva, en la desdicha de los demás, de los que tuvieron la misma idea que él pero más tarde.

Sin embargo, Murat tampoco tiene tanta suerte. Cuando compró el vehículo, hace 18 meses, cobraba cerca de unos 460 euros al cambio. A principios de este mes, ya cobraba el equivalente a 210 euros. La razón es la enorme pérdida de valor de la lira, la moneda turca: este año ha perdido el 50% de su valor respecto a las divisas internacionales hasta el 21 de diciembre, cuando Erdogan anunció una nueva serie de medidas y, sobre todo, el Banco Central turco empezó a vender sus divisas a discreción (y a endeudarse) para rescatar a la lira, que se recuperó cerca de un 35%. Con la llegada de 2022, sin embargo, los salarios subirán.

Perspectivas pesimistas

Y las perspectivas para el futuro siguen siendo las mismas: la lira, consideran los expertos, seguirá bajando pese a haberse recuperado algo. "El dólar sube cada día y se come por completo nuestro poder adquisitivo. Todos estamos igual. No soy solo yo o no es solo con los coches. Ya es imposible alquilar un piso. Hasta comprar unos cereales en el supermercado cuesta más del doble que hace unos meses", se queja Murat durante una manifestación de trabajadores celebrada este mes de diciembre en Estambul.

Según el instituto oficial de estadística de Turquía, la inflación interanual se sitúa en el 21,3%, un número ya de por sí altísimo -en España está en máximos de varias décadas y no llega al 6%-. Pero estudios independientes aseguran que la inflación real en el país anatolio se acerca a más al 65%, una cifra descontrolada.

Confianza en el plan

El Gobierno turco, sin embargo, insiste en que tiene un plan, y pide a los ciudadanos que tengan fe y paciencia porque en tan solo seis meses la situación estará mucho mejor. 

Esta esperanza se traslada hacia sus votantes y simpatizantes, pero cada vez convence a menos. El AKP, el partido de Recep Tayyip Erdogan, sigue siendo la primera formación turca según las encuestas, pero cada vez por un margen menor. La gran mayoría de estudios demoscópicos aseguran, de hecho, que el partido de Erdogan perdería el Parlamento ante la coalición opositora.

"Si nuestro nuevo modelo falla, estaré triste. Si falla, fallamos todos. Si funciona, ganamos todos. Hay algunos que intentan dar una imagen pesimista de la situación, que no creen en nosotros", dijo hace unas semanas el nuevo ministro de Finanzas turco, Nureddin Nebati, que accedió a su puesto ante la renuncia, hace unas semanas, del ministro anterior.

"A todos ellos les digo: ¿Qué es lo peor que puedes perder? Sufrirás por la inflación. Pero yo perderé todo mi patrimonio si no tenemos éxito. Seré la deshonra de mis nietos. Solo le pido a la gente que tenga esperanza", dijo el ministro. En las calles, sin embargo, donde la pobreza cada día es más visible, hace meses que ya no queda.

Atención a la etiqueta

Son las ocho de la tarde y el supermercado está a punto de cerrar. Una dependienta, ya haciendo inventario, va estantería por estantería cambiando las etiquetas de los precios. Un cliente lo ve y pone mala cara. "¡No, no! Tranquilo. Estoy poniendo los precios para mañana. Para usted, los de hoy siguen vigentes, mire: la leche aún son siete liras", dice la dependienta. Mañana, reza la nueva etiqueta, serán 15.

La situación cambia tan a menudo que muchos supermercados han puesto un límite máximo de productos que un cliente puede comprar. Los que tienen más dinero compran comida fácil de conservar en grandes cantidades. La lógica es clara: los precios de hoy son más altos que los de ayer pero los de mañana serán más caros que los de hoy. La broma de moda en Turquía funciona así: "Sonreíd, porque hoy somos más pobres que ayer, pero más ricos que mañana".

"Yo trabajo como soldador -dice Cemal, compañero de Murat en la manifestación- y tengo que decir que mi salario se ha reducido a la mitad desde el inicio de este año. Voy al supermercado y apenas puedo comprar nada. Todo vale el doble. Nuestra pérdida es enorme, y la gran mayoría de turcos vivimos en estas condiciones ahora mismo".

En las últimas semanas, de hecho, decenas de ciudadanos hacen colas en Estambul en quioscos municipales donde se vende pan subsidiado, a mitad de precio que en una panadería normal.

"Creo que el responsable de todo esto son los dirigentes, que actúan sin tener conocimientos económicos", dice Murat, entre cánticos: "Actúan según su propio beneficio. Y a nosotros, los trabajadores, nos venden barato".

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