El 11-S no es desde hace 20 años un día para la política en Estados Unidos. Es la jornada esencialmente dedicada a la memoria, el recuerdo y el homenaje con emocionales actos en recuerdo de las 2.977 personas que fallecieron en Nueva York, Washington y Pensilvania en los atentados terroristas de 2001 orquestados por Al Qaeda que golpearon EEUU y cambiaron el país y el mundo. En este aniversario, no obstante, algo ha cambiado.

PesComo cada año desde entonces salvo el pasado, cuando la pandemia forzó a remodelar las conmemoraciones, los actos solemnes multitudinarios se han repetido este 11 de septiembre. Ante la presencia del presidente Joe Biden y los expresidentes Barack Obama y Bill Clinton, otras autoridades nacionales y locales y familiares de víctimas, en un día del mismo cielo azul cristalino de aquel martes, en Nueva York han procedido los minutos de silencio y la lectura de los nombres en lo que fue la zona cero. Ha habido también ceremonias en el Pentágono y en el campo de Shanksville donde se estrelló el avión que pretendía lanzarse contra el Capitolio. 

Pero esta vez, junto a las palabras emocionadas de familiares que recuerdan a sus seres queridos perdidos, en varios de los discursos pronunciados por las autoridades ha subyacido un mensaje de fondo político: una llamada a la unidad a un país que, en las dos últimas décadas, se ha dividido hasta vivir hoy en una profunda polarización política y social. Y la llamada está ahí, pero es imposible no pensarla como una utopía.

Varios agentes de policía sostienen la bandera de EE UU. EFE

Biden, Harris y Bush

El presidente Biden ha preferido participar en las tres ceremonias sin hacer ninguna intervención pero la víspera colgó un vídeo en Twitter en el que abrió la salva. “Aprendimos que la unidad es una de las cosas que nunca debe romperse. La unidad es lo que nos hace quienes somos”, declaró el mandatario. “Para mí esa es la lección central del 11-S: que cuando somos más vulnerables, en los altibajos de todo lo que nos hace humanos, en la batalla por el alma de América, la unidad es nuestra mayor fuerza”.

Bush, durante su discurso. EFE

Es también el mensaje que reiteraba en la ceremonia de Pensilvania la vicepresidenta Kamala Harris. “En los días que siguieron al 11 de septiembre de 2001 se nos recordó a todos que la unidad es posible en EEUU, se nos recordó que la unidad es imperativo en EEUU, es esencial para nuestra prosperidad compartida, nuestra seguridad nacional y nuestro papel en el mundo”, ha declarado.

Justo antes había hablado George Bush, presidente durante los atentados y responsable último de la respuesta de venganza que se les dio, frecuentemente vulnerando normas del derecho nacional e internacional. Y ha sido el republicano, que ha pasado de puntillas por su "guerra contra el terror", quien ha realizado el análisis más certero de la realidad política, cultural y social de EEUU hoy. Tras recordar los días de unidad de hace 20 años ha reflexionado que “aquellos días parecen distantes de los nuestros”.

"Fuerzas malignas"

Y antes de reconocer que llegaba “sin explicaciones ni soluciones” ha denunciado Bush para añadir: “Parece que fuerzas malignas operan en nuestra vida diaria volviendo cada desacuerdo en una discusión y cada discusión en un choque de culturas. Tanta de nuestra política se ha vuelto una llamada descarada a la rabia, el miedo y el resentimiento que nos deja preocupados sobre nuestra nación y nuestro futuro juntos”.

Bush lanzaba también otra advertencia. “Los peligros en nuestro país pueden venir no solo de fuera de nuestras fronteras sino de violencia que se reúne dentro”, ha dicho. “Hay poco en común culturalmente entre los extremistas violentos fuera y en casa, pero en su desdén por el pluralismo, su desprecio por la vida humana, su determinación por ensuciar símbolos nacionales, son hijos del mismo espíritu repugnante y es nuestro deber enfrentarlos”.

Trump y Afganistán

Una de las señales evidentes de la división la dejaba la ausencia en los actos oficiales de homenaje del expresidente Donald Trump, que por la noche tenía previsto ofrecer el comentario en televisión de un partido de boxeo. Sus declaraciones públicas se han limitado a un comunicado felicitando a Rudy Giuliani, alcalde neoyorquino en 2001, y un vídeo donde dedicaba la mayor parte de sus dos minutos a lanzar una diatriba plagada de insultos contra la Administración Biden por la caótica retirada de Afganistán.

Esa salida, culminada en agosto, ha hecho que este sea el primer aniversario del 11-S que se celebra sin que EEUU esté implicado ya en ninguna de las dos guerras tradicionales que lanzó Bush y que han acabado en fracaso. Se mantiene abierta en cualquier caso la amorfa y conflictiva contienda sin fronteras que abrió el republicano, una “guerra contra el terror” que mantuvo Obama y en la que también sigue apoyándose Biden.

Los fallos y costes de esa guerra teledirigida y de supuesta precisión empañaba también este aniversario del 11-S. El viernes por la noche The Washington Post y The New York Times publicaron sendas investigaciones sobre el último ataque con un dron que EEUU lanzó antes de retirarse de Afganistán. Donde la versión oficial ha mantenido que se frenó un potencial ataque terrorista contra el aeropuerto de Kabul los medios han concluido que se dirigió contra un hombre que colaboraba con una organización humanitaria estadounidense. Dejó en total 10 fallecidos, incluyendo siete niños. Son también, de alguna manera, víctimas del 11-S. Porque el bucle del sinsentido se mantiene, 20 años después.