Israel, por fin, tiene gobierno. Y Netanyahu no forma parte. En una sesión parlamentaria muy tensa, Naftali Bennett, líder del ultraderechista Yamina, ha sido ratificado en el cargo de primer ministro. Por primera vez en doce años, Binyamin Netanyahu no gobernará Israel. Empieza una nueva y frágil etapa con una coalición integrada por ocho partidos de todos los colores políticos, pero con el objetivo común del cambio. Bennett ocupará el cargo durante los dos primeros años para dar paso al artífice del milagro, el centrista Yair Lapid, en agosto del 2023. 

Tras dos años de parálisis política con cuatro elecciones inconclusas, Israel comienza a caminar hacia cierta estabilidad. O, por lo menos, hacia un panorama novedoso sin el único gobernante que ha conocido el país en la última década. Como era de esperar, Netanyahu no se ha ido –o despedido de forma temporal– sin hacer ruido. Durante la sesión de ratificación del nuevo gobierno, el ya exprimer ministro ha asegurado que buscará “derrocar” al nuevo Ejecutivo para liderar el país. 

Naftali Bennett, un multimillonario del sector tecnológico, se convierte en el primer gobernante israelí que viste kipá, símbolo de su ferviente fe. El líder de Yamina personifica los intereses de los colonos de los asentamientos ilegales de los territorios ocupados. Con seis diputados, gobernará Israel durante dos años. Después, ocupará la cartera de Exteriores que ahora está en manos de Yair Lapid, el virtuoso de esta coalición histórica. El jefe de Yesh Atid representa a los judíos seculares de la cosmopolita Tel Aviv. 

Obra del conciliador Lapid

Con 17 escaños en las elecciones del pasado 23 de marzo, Lapid ha conseguido los suficientes compromisos para echar a Netanyahu del poder. El juramento de este gobierno es resultado de su trabajo incansable y conciliador. Por ello, es el único partido que sale beneficiado de este pacto. “El gobierno durará mientras sus socios lo deseen y mientras ninguno de ellos crea que se beneficiará más de una elección anticipada”, escribe Yossi Verter en 'Haaretz'. 

Solo Yesh Atid podría salir favorecido en otros comicios pero si los acuerdos se mantienen Lapid ya será primer ministro en 26 meses. Se espera que la coalición de partidos desde la extrema derecha hasta la izquierda se centre en cuestiones económicas y sociales sin acercarse a los temas más espinosos, como las relaciones con los palestinos o la anexión de la Cisjordania ocupada. La mayor prioridad es aprobar un nuevo presupuesto ya que el país lleva dos años prorrogando sus cuentas. 

Netanyahu no se rinde

Este es el primer Ejecutivo que cuenta con un partido en representación de los palestinos de Israel. El islamista Raam, liderado por Mansour Abbas, responde por el 21% de la población del país. Pero para los palestinos de Cisjordania y Gaza, este nuevo gobierno no supone ningún cambio. Bennett seguirá con la agenda de derecha que tenía Netanyahu. Solo ha cambiado el rostro, no el sistema. 

La tensión con los palestinos sigue latente y podría concretarse el próximo martes en la marcha ultranacionalista de las banderas que se celebrará en Jerusalén. Netanyahu desoyó las recomendaciones de la policía y convocó de nuevo el evento que hace apenas un mes provocó el primer lanzamiento de cohetes por parte de Hamás desde la Franja de Gaza. Este será el primer gran reto de seguridad al que se enfrentará el nuevo gobierno. 

Con apenas 60 apoyos y 59 negativas de los 120 escaños de la Kneset, se inicia una legislativa compleja. Netanyahu pasará a liderar la oposición de forma férrea y nadie descarta su retorno. Es precisamente su presencia en la cámara lo que avivará las perspectivas de futuro del nuevo gobierno. “La amenaza de Netanyahu seguirá eclipsando la arena política y unirá a todos los que piensen que el bibismo (el fenómeno de Netanyahu) es una amenaza para Israel”, opina Ben Caspit en Al Monitor. Tampoco se desecha la posibilidad de que Bibi sea expulsado del Likud.