La Franja de Gaza se encara al mañana otra vez. Y en esta ocasión, los gazatís lo hacen un poco más solos. Con sus propias manos barren los escombros y la destrucción que han dejado 11 días de bombardeos israelís. Mientras, Israel y la comunidad internacional se plantean alternativas para hacer llegar la ayuda humanitaria y el material para la reconstrucción sin que pase por Hamás, que gobierna de facto el enclave. La milicia palestina presume convencida de su victoria ante el Estado hebreo. 

“El pensamiento no muere”, reza un cartel amarillo sobre las ruinas. Bajo estas letras escarlatas en árabe, languidecen decenas de miles de libros de la editorial Samir Mansour. La semana pasada un ataque aéreo israelí destrozó la librería más grande de la Franja, dejándola huérfana de literatura. Pero una iniciativa ciudadana de 'crowdfunding' trabaja para devolverla a la vida. De momento, ya llevan más de 100.000 dólares (81.897 euros) recaudados en solo cuatro días.

Aunque a Gaza le faltan años y centenares de millones de dólares para ser el territorio empobrecido que era hace apenas 15 días. Los ataques aéreos israelís destruyeron más de 1.000 viviendas y unidades comerciales, dejaron más de 750 inhabitables. Diecisiete clínicas y hospitales resultaron dañados, junto a la única planta de producción de electricidad y a las redes de suministros. Esto ha afectado a 800.000 personas, o casi la mitad de la población, que sufren un difícil o inexistente acceso al agua potable. 

Desplazados

También la educación se ha visto afectada con más de 50 escuelas dañadas. El resto están siendo usadas para albergar a las personas desplazadas. Según la ONU, más de 100.000 personas han tenido que abandonar sus hogares. A su vez, las redacciones de 33 medios de comunicación y 75 edificios oficiales se han visto dañados. “A medida que el daño físico en Gaza se hace visible, no debemos perder de vista el daño infligido a las personas”, tuiteó el sábado Matthias Schmale, director de Gaza de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés). 

Ante un paisaje desolador, los esfuerzos por reconstruirlo no son inmediatos. Tanto Israel como la comunidad internacional expresan su preocupación ante el riesgo de que los materiales para la reconstrucción sean usados por Hamás para su red de túneles o sus fábricas de cohetes. “Es muy complicado”, ha reconocido el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz. “Al final, se necesita cemento para construir, y entendemos que alguno va a los túneles”, ha añadido a la vez que ha hecho hincapié en que toda ayuda, excepto la humanitaria, estará condicionada a la liberación de los cautivos israelís y los cuerpos de los soldados retenidos por Hamás. 

Visita de Blinken

Esta vez la destrucción es menor que en la escalada anterior del 2014. Más de 50 días de bombardeos provocaron la desaparición de barrios enteros y de 141.000 casas. Unas 2.310 personas perdieron la vida entonces. Durante 11 días, al menos 248 gazatís han muerto, entre los cuales hay casi una setentena de menores. Después de la guerra del 2014, los donantes internacionales prometieron 2.700 millones de dólares en ayuda para la reconstrucción. Está por ver si se repetirá la generosidad en el contexto actual de crisis por la pandemia y de desgaste diplomático en el estancado diálogo de paz. 

“La escalada ha exacerbado una situación humanitaria ya grave en Gaza, generada por casi 14 años de bloqueo y divisiones políticas internas, junto con hostilidades recurrentes”, ha dicho Lynn Hastings, coordinadora humanitaria de la ONU para los territorios palestinos, en un comunicado emitido el domingo desde el enclave. Esta semana el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, realizará su primer viaje por la región. A petición de Biden, aterrizará primero en Jerusalén para reunirse con líderes israelís y luego, en Ramala, se encontrará con los dirigentes palestinos de Cisjordania. 

Hamás victorioso

Este domingo 22 de mayo electores palestinos tendría que haber votado por primera vez en 15 años pero hace unas semanas, el presidente palestino Mahmud Abás canceló los comicios. Con este gesto perdió una legitimidad cada vez más menguante tras el residual papel que ha jugado en la reciente escalada. Así, Hamás capitaliza el malestar popular palestino erigiéndose primero como defensor ante Israel para después presumir de líder implacable de la causa palestina. 

De forma paralela, Netanyahu se constituye como el único garante de la seguridad israelí contra las amenazas de las milicias palestinas, alentadas por el gran enemigo iraní. Con una Autoridad Palestina marginada, Hamás se alza como el protector de un pueblo cien veces atacado.