En la ciudad libanesa de Naqoura, la historia de Oriente Próximo ha experimentado este miércoles una discreta alteración. Por primera vez en 30 años, Israel y el IsraelLíbano: la demarcación de sus fronteras marítimas. Tras una década de disputas, el diálogo auspiciado por la ONU y mediado por EEUU pretende resolver los desencuentros en una zona del este del Mediterráneo donde lucrativos recursos de gas natural aguardan para ser explotados por ambos países. Las recientes sanciones estadounidenses a Hizbulá han aumentado la presión sobre las autoridades libanesas para sentarse con un Israel pletórico en la escena internacional después de los pactos de normalización con Bahréin y EAU.

Unas 330 millas marítimas cuadradas -860 kilómetros cuadrados- en el Mediterráneo han sido la fuente de desacuerdos entre Israel y el Líbano durante la última década. Estos desencuentros han impedido la exploración en la zona rica en gas natural y el consecuente desarrollo de campos de gas. Lejos de un acuerdo de paz, ambos estados han afrontado las negociaciones que han tenido lugar este miércoles por la mañana en la ciudad fronteriza de Naqoura desde un punto de vista técnico-económico.

"Nuestra reunión pondrá en marcha el tren de negociaciones técnicas indirectas y representa el primer paso en un viaje de mil millas para demarcar las fronteras del sur", ha afirmado durante el encuentro el líder de la delegación libanesa, el general de brigada Bassam Yassin, según un comunicado del Ejército. Ambas partes han insistido en la necesidad de resolver la disputa "en un tiempo razonable" y han acordado volverse a reunir el próximo 28 de octubre.

Sin acuerdo de paz

En plena racha de pactos de normalización con estados árabes después de más de dos décadas de sequía por parte de Israel, muchos han querido ver este acercamiento como las bases para un futuro acuerdo de paz o normalización con el Líbano. El ministro de Energía israelí, Yuval Steinitz, ha insistido este martes en la necesidad de mantener unas expectativas "realistas". "No estamos hablando de conversaciones de paz o negociaciones sobre normalización, sino del intento de solucionar un problema técnico-económico que desde hace una década nos impide desarrollar recursos naturales en el mar en beneficio de los pueblos de la región", ha concluído.

Pero la verdad es que este primer encuentro en tres décadas para discutir un asunto civil supone un tímido gesto que rompe con la tónica común de la ausencia de relaciones diplomáticas entre países vecinos. El Líbano no reconoce a Israel como estado, aunque en caso de acuerdo, sí estaría reconociéndole unas fronteras al Estado hebreo, hecho que algunos expertos ven como una leve normalización. La herida de la guerra del 2006 que enfrentó a Israel contra la milicia chiíta Hizbulá, muy poderosa en el país de los cedros, sigue abierta a ambos lados de la frontera.

Sanciones a Hizbulá

Precisamente han sido las sanciones de Estados Unidos a los aliados de Hizbulá las que parecen haber acelerado las negociaciones. Dos influyentes ex miembros del gabinete del partido chiita Amal, aliado del partido pro-iraní, fueron sancionados hace unos meses por su apoyo a Hizbulá. El presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri del partido Amal, afirmó que el diálogo ya se había iniciado antes de las sanciones ya que la explotación de los recursos de gas natural podría "ayudar a pagar la deuda" del Líbano, sumido en su peor crisis económica desde la guerra civil (1975-1990).

La disputa por la frontera marítima empezó en el 2011 cuando Israel acordó un pacto con Chipre que utilizaba como punto de referencia para la demarcación territorial el acordado entre el país isleño y el Líbano en el 2007, aunque este nunca fue ratificado por el Parlamento libanés. Con tal de aclararlo, el país de los cedros declaró ante las Naciones Unidas que su frontera incluía 860 kilómetros cuadrados más al sur de la acordada en el 2007. Israel no lo aceptó, y ambos países empezaron también a pelearse por un pedazo de mar.

A ambos lados de la frontera la inestabilidad política define la actualidad de estos países de Oriente Próximo. Pese a los éxitos del primer ministro israelí Binyamín Netanyahu en la arena internacional, su pésima gestión de la pandemia y su involucración en casos de corrupción han despertado a un movimiento ciudadano que lleva meses exigiendo su dimisión. En el Líbano, la ausencia de un gobierno tras la explosión en el puerto de Beirut se suma a la presión fuera y dentro del país para aplicar reformas que saquen al país de la crisis económica y de la corrupción sistémica.