Si un virus no es un ser vivo, con qué derecho se introduce a Joe Biden en la biología. Según la vigente esperanza de vida en Estados Unidos, el candidato Demócrata falleció hace dos años, lo cual explica su comportamiento mortecino. De acuerdo con el mismo índice, Trump no acabará la próxima legislatura. Por tanto, el choque del pasado miércoles entre Kamala Harris (Pocahontas, según el actual presidente) y Mike Pence adquiere el rango de debate presidencial.

Si Kamala se sabe superior a Biden, por fuerza debía tratar con condescendencia al actual vicepresidente. Cuidado sin embargo con subestimar a Pence, que era el encargado de combatir al coronavirus («Chinavirus», según el actual presidente) y consiguió infectar al único obstáculo que lo separa de la Casa Blanca. Además, alguien debió advertir a la senadora por California de que no puedes reírte cuando se habla de la pandemia, aunque dispongas de la sonrisa enérgica de Tina Turner con la voz serrada o husky de Lauren Bacall.

Simétricamente, el Republicano eludió su responsabilidad en «delegamos la salud en los ciudadanos». También se equivocó al atacar la vicepresidencia de Biden, que no interesa a nadie. Para demostrar que ambos candidatos son intercambiables, basta preguntarse cuál de ellos pronunció la frase «deje de hacer política con las vidas humanas». Fue Pence, aunque le hubiera encajado mejor a Kamala.

La senadora Demócrata pretendió arrollar a su rival, pero ni sus toques Obama desmontaron al granítico vicepresidente. Pence es un robot incluso para los estándares políticos estadounidenses, que ha llegado a ser cristiano después de profesar el catolicismo. Recuerda a un Gerald Ford que puede tropezar con la presidencia, a un Trump en blanco y negro, sin efectos especiales. Nombró cinco veces a su número uno en la intervención inicial, otro síntoma del afán por sustituirlo. No derrotó a Kamala, pero consiguió neutralizarla.