La tregua por la pandemia ha terminado. La forzada dimisión de Angelo Becciu como cardenal -la primera en 100 años-, acusado por el papa Francisco de usar fondos públicos para asuntos privados puede ser el inicio de una parábola descendiente del pontificado de Jorge Bergoglio o, al contrario, la realización de aquella "limpieza a partir de las finanzas vaticanas" que le encomendaron los cardenales al elegirle en 2013. En apariencia, se trataría del primer paso firme que apunta a los niveles superiores de aquella limpieza general y que debía comprender la reforma total del Gobierno central católico, encallada por el camino.

Han transcurrido siete años y medio desde entonces y el Papa que llegó de "casi del fin del mundo" ha visto como, mientras cosechaba amplio consenso de las opinión pública católica, le neutralizaban uno a uno a sus principales colaboradores y en las periferias del catolicismo, empezando por EEUU, se formaban lobis opisitores que pedían públicamente su dimisión. "¿Los americanos me critican? Es un honor", dijo Francisco.

Angelo Becciu no se ha amedrentado por la dimisión y al día siguiente, haciendo caso omiso del protocolo, convocó una rueda prensa al lado del Vaticano en la que reivindicó su inocencia y acusó veladamente al Papa: "Aquí hay un equívoco, quizás el Papa tiene informaciones equivocadas, espero que no haya sido manipulado", dijo el excardenal. "No temo ser arrestado, porque me parece que no he cometido ningún delito", añadió. "

Becciu es el último y más pesado anillo que se rompe en la cadena bergogliana de comando en estos años". Lo escribe Massimo Franco, agudo y diplomático comentarista de Il Corriere della Sera, autor del libro recientemente publicado El enigma Bergoglio, la parábola de un papado.

Desvíos a través de Cáritas

Las reconstrucciones más fiables de la causa que ha llevado Francisco a apartar a un cardenal y despojarle de sus prerrogativas (participar en el Cónclave, congobernar con el Papa y un sueldo) ofrecen pruebas de que el cardenal hizo llegar a Cáritas de la isla de Cerdeña 700.000 euros en tres plazos (2013 y 2015, 2018), a través de los fondos de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) recabados de las declaraciones de la renta.

Dicho dinero, a través de Cáritas, fue dirigido a las cooperativas de tres de sus hermanos, que realizan proyectos para la organización católica, como albergues para inmigrantes y hornos de pan para familias pobres. Otra partida, que los magistrados vaticanos y la policía tributaria italiana investigan, se refiere a la compra de un inmueble en Londres por valor de 200 o 300 millones (no está claro aún el precio y las comisiones a los intermediarios). Se trataría de inversiones que, según Becciu, se hacen para aumentar el patrimonio de la iglesia. En el conjunto, el Vaticano habría perdido unos 454 millones de euros.

En ninguno de los casos citados, según fuentes cercanas al investigado , se ha producido un delito penal. Hablan de "error" y de "culpa", ya que el dinero para obras de caridad ha seguido los cauces de la especulación financiera, en este caso de paraísos fiscales de Europa, Asia y Caribe, precisamente cuanto Francisco combate. "Un obispo ávido de ganancias deshonradas es una calamidad para la iglesia", dijo un día.

El contexto en el que se ha producido uno de los hechos más traumáticos del pontificado de Bergoglio se ha ido definiendo en estos siete años y medio: varios cambios en el organigrama financiero de la Santa Sede, la cúpula de la Curia o el Gobierno central, la dimisión de altos cargos y la remodelación de distintas conferencias episcopales.

Se le llevaron de Roma al cardenal George Pell, que debía de haber sido el superministro de Economía para centralizar todas las finanzas vaticanas, pero el "sistema curial" se le opuso: cuando el Papa pidió su expediente quitaron del mismo que en Australia, su país, algunos le acusaban de encubrimiento de pederastas y se sacó a relucir sólo una vez nombrado. Ha sido procesado en tres grados, reconocido inocente y este martes vuelve a Roma.

El caso más engorroso es el del exnuncio vaticano en EEUU, mons. Carlo Maria Viganò, que no solo ha pedido la dimisión del Papa por sus omisiones frente a algunos casos de pederastia, sino que se ha convertido en punto de referencia del orbe católico estadounidense que gira entorno al Presidente Donald Trump y que definen a Bergoglio como "un comunista". Una de las consecuencia, es la disminución de las ofertas de los católicos, el Óbolo de san Pedro, aunque Trump sigue buscando un apoyo papal, almenos indirecto, para su campaña: este martes llega a Roma el Secretario de Estado, Mike Pompeo. Francisco no le recibirá.