Golpe de efecto del presidente de Rusia, Vladímir Putin. Durante una reunión con miembros de su Gobierno, el líder del Kremlin ha anunciado que su país había registrado ya la primera vacuna "efectiva" contra el coronavirus, capaz de crear "inmunidad estable" ante la enfermedad y que había superado "todos los test requeridos". Para dar fuerza a su anuncio, el mandatario ha asegurado que el producto había sido testeado en su propio cuerpo por una de sus dos hijas, a la que no nombró.

Según el mandatario, tras serle administrada la primera dosis, la temperatura corporal subió "a 38 grados" el primer día, mientras que en la segunda jornada descendió "a 37 grados". Después de una "segunda inyección, la temperatura también subió un poco, pero luego se quedó en nada, y ahora ya se siente bien", ha indicado. Putin ha subrayado también que su país podía producir de forma masiva la sustancia, aunque también ha recalcado que ésta debía ser administrada a la población "de forma voluntaria".

El ministro de Sanidad, Mijaíl Murashko, ha puntualizado que la vacuna sería producida por el Instituto Gamalei de Epidemiología y Microbiología, que ha llevado el peso de las investigaciones, y la empresa Vinnofarm, de Zelenograd, una pequeña localidad a unos 60 kilómetros de Moscú.

La agencia Interfax ha contactado con Aleksándr Guintsburg, el director del centro Gamalei, quien no pudo certificar las palabras del presidente ruso acerca de la participación de su hija en los experimentos. "Por supuesto, había voluntarios en los experimentos, pero no vi sus documentos de identidad; y no conozco por su rostro a todos los voluntarios".

Vacunación masiva

Las autoridades rusas pretenden vacunar de forma masiva al personal sanitario en los próximos dos meses. Para los ciudadanos, el producto solo será accesible a partir de comienzos del próximo año. En este intervalo de tiempo, continuarán los experimentos de fase III, que comenzarán, según Guintsburg, en cuanto "esté lista la financiación".

Según coinciden los observadores, Rusia considera que la epidemia de coronavirus proporciona al país una oportunidad inmejorable para romper el aislamiento internacional al que está siendo sometida desde el 2014 debido a la anexión de Crimea y la guerra de Ucrania. En el momento álgido de la crisis sanitaria, suministró ayuda a Italia y a EEUU, una cooperación que, eso sí, vino rodeada de polémica.

En el caso italiano, la prensa local aseguró que el 80% del material médico era "inservible" y que entre el equipo médico trasladado al país transalpino había "expertos en guerra bacteriológica" y miembros adscritos a la inteligencia militar, el temido GRU. En el caso estadounidense, los ventiladores, que habían registrado averías e incendios al ser utilizados en Rusia, llegaron sin haber sido aprobados por el ente regulador de EEUU en temas sanitarios. Además, posteriormete se supo que dicho material no era ninguna donación, sino que había sido comprado y pagado a una empresa rusa que además había sido objeto de sanciones.

Las investigaciones rusas sobre la vacuna también han sido objeto de controversia. A mediados de julio, los gobiernos de EEUU, Canadá y el Reino Unido acusaron a piratas infomáticos de la Cozy Bears, vinculados a la inteligencia rusa, de intentar penetrar en los sistemas informáticos de tres laboratorios en los que se realizaban investigaciones para hallar una vacuna contra el Covid-19.

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