La Unión Europea afronta hoy en el Eurogrupo -la reunión de ministros de Economía y Finanzas de la eurozona- un nuevo intento de reconciliar las posiciones enfrentadas entre los países del norte y los del sur de la UE sobre la terapia que requiere el gigantesco desafío económico y fiscal que entraña la pandemia tanto para los erarios públicos y la sostenibilidad presupuestaria de los países como para la preservación del tejido empresarial y la capacidad productiva de las naciones y la recuperación de sus mercados laborales. La disyuntiva está planteada entre una respuesta nacional e individualizada de cada Estado o un plan de choque europeo y mutualizado.

Alemania, Países Bajos, Finlandia y Austria lideran el bloque de países renuentes a la emisión de eurobonos (instrumento de deuda común para los países del área y respaldado de forma solidaria por todos los tesoros nacionales), aun cuando tengan un propósito y finalidad acotados a hacer frente solo a los gastos extraordinarios originados por la emergencia sanitaria y su impacto económico, en lo que sería una versión temporal de deuda compartida y mancomunada por los 27 países de la UE y que por su condición finalista se ha dado en llamar coronabonos.

La negativa a este plan, reclamado por España y otros nueve países, obedece a motivaciones conceptuales y criterios ortodoxos, a una desconfianza arraigada hacia la que se considera como una inveterada indisciplina fiscal de los países del sur y a una visión estricta del rigor y, sobre todo, de la responsabilidad fiscal para evitar el 'riesgo moral': la despreocupación en la gestión si el estropicio lo pagan otros. A estas consideraciones, y al temor al crecimiento de las fuerzas de extrema derecha entre sus electorados si se desvían recursos del centro a la periferia, se suma la consideración de costes y ventajas económicas para unos y otros. A Alemania, Finlandia y Dinamarca endeudarse no solo no les supone coste alguno, sino que ganan dinero con la emisión de sus bonos nacionales porque en tiempos de dificultad (como ocurrió durante la crisis de 2008 y ahora) se dispara el pánico en los mercados financieros y los inversores huyen de las bolsas y los activos considerados de mayor riesgo para cobijarse en aquellos que, por su acreditada solvencia nacional, son considerados valores refugio. Esto explica que los inversores acepten tipos de interés negativos y asuman pagar en vez de cobrar por financiar y prestar dinero a diez años de plazo a países como Alemania, Finlandia, Países Bajos, Suiza y Suecia, así como Austria, cuyo bono, con una rentabilidad positiva aunque casi nula en los últimos días, ha tenido retornos negativos desde junio.

Mientras estos estados ganen dinero por financiarse con sus propios bonos (los inversores más cautelosos asumen una pérdida limitada de riqueza a cambio de comprar seguridad para sus capitales) serán refractarios a cualquier mutualización de riesgos soberanos con sus socios, porque la colectivización de débitos encarecería el servicio de sus deudas (la calificación crediticia propia es superior a la mancomunada), mientras que a la inversa el respaldo de esos estados a unos bonos europeos conjuntos elevaría el rating y reduciría el coste de financiación para las economías periféricas, lo que en los países centrales se entiende como un trasvase de renta del Norte hacia el Sur.

El ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, fue hiriente en la cumbre de jefes de Gobierno y de Estado del día 26, como ya lo había sido su compatriota Jeroem Dijsselbloem en marzo de 2017. Los campeones de la deuda pública en Europa respecto al PIB son Grecia, Italia, Portugal, Bélgica, Francia y España, todos ellos partidarios de los eurobonos junto con Irlanda y Eslovenia y Luxemburgo, el segundo Estado menos apalancado de la Unión.

Hoekstra se quejó de que España haya agrandado su deuda durante los siete años de crecimiento (lo hizo en la friolera de 165.815 millones), aunque, en relación con la riqueza nacional, se haya reducido en 3,8 puntos de PIB. Sin embargo, esto no es consecuencia de un dispendio desbocado (España tiene un gasto público en términos de PIB solo superior a Reino Unido, Irlanda, Malta y siete países del este), sino de unos ingresos escasos. La cuarta mayor economía de la UE es la quinta que menor porcentaje de su riqueza recauda como impuestos: solo más que Letonia, Bulgaria, Lituania e Irlanda. Esto aún alimenta más la incomprensión con el sur en países con una elevada presión fiscal.

Hoekstra y el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, han hecho gestos de distensión en los últimos días y se han mostrado proclives a líneas de apoyo que no entrañen mutualización. Los eurobonos siguen siendo, por lo tanto, tabú. La Comisión Europea trabaja en una batería de medidas que permita utilizar recursos para hacer frente a la devastación. Se trataría de una línea nueva de crédito del mecanismo de rescate (MEDE) a interés casi nulo y sin condiciones de política económica.