Es un periódico inglés, The Guardian, el que ha destacado de manera más singular el hecho de que la baja tasa de mortalidad de Alemania por el coronavirus haya empezado a intrigar a los expertos. Preocupan las muertes confirmadas pero también las desconocidas que se están convirtiendo en enigma. Al mismo tiempo que el virus muta y se vuelve más peligroso aumenta la estadística distorsionada.

El caso es que entre los países más afectados de Europa, Alemania confirma 84 muertes con 23.921 contagios en el momento de escribir estas líneas: un 0,3 por ciento de víctimas mortales en comparación con el 9 de Italia, el 5,3 de España o el 4,6 del Reino Unido. The Guardian apunta, además, que el contraste con Italia es especialmente sorprendente porque los dos países cuentan con el mayor porcentaje europeo de ciudadanos de más de 65 años y cuando los principales índices de salud global indican que los italianos tienen un estilo de vida más saludable que el de los germanos.

Arrojando claves sobre los números del miedo, Corriere della Sera se esforzaba ayer en explicar por qué tantos muertos en Italia y seguía respondiendo a la pregunta con las respuestas ya formuladas con anterioridad: muchas personas mayores y pocas pruebas para detectar los casos leves contagiosos. En Lombardía, foco principal del contagio y un caso especial dentro de la propia especialidad, es que el brote ha afectado a los hospitales, que han actuado como amplificadores. El fino polvo del Valle de Po podría tener también su implicación en los débiles pulmones de los fumadores en circunstancias severas. La interacción de las generaciones influye: en ningún país de Europa como en Italia los ancianos a menudo cuidan de sus nietos y, en general, tienen contacto frecuente con sus hijos y familias. Los hijos adultos y los nietos que son asintomáticos habrían contagiado a los padres ancianos sin saberlo. Y, por supuesto, las patologías habituales entre personas de mayor edad: diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares.

Christian Drosten, virólogo en el hospital Charité de Berlín, arrojó en el periódico Die Zeit la suposición de que muchos jóvenes italianos están o fueron infectados sin ser detectados y que esto podría explicar la tasa de mortalidad tan elevada. Pero advirtió que es probable que esta aumente en Alemania en las próximas semanas a medida que las áreas de alto riesgo se vuelven más difíciles de identificar y se extiende la capacidad de la prueba. Lothar Wieler, presidente del Instituto Robert Koch, organismo central de salud pública del Gobierno, cree que a largo plazo no habrá una diferencia significativa en las tasas de mortalidad. Y Marylyn Addo, directora del departamento de Infectología del Centro Médico de la Universidad de Hamburgo, sostiene que es demasiado pronto para decir si Alemania está mejor preparada médicamente para la pandemia que otros países. Desde luego, chauvinistas no parecen. En vez de sacar pecho lo contraen. La metodología aplicada detrás de la recopilación de datos podría aclarar muchas cosas. Por ejemplo, si la muerte la produce el virus o bien los problemas de salud subyacentes que impiden determinar la causa exacta de la defunción. No hay pruebas post mortem en Alemania.

Merkel, que ayer dio positivo, animó este domingo a mostrar "razón y corazón". Dado que actualmente no hay vacuna ni medicamento, las medidas de distanciamiento son actualmente el medio más efectivo en la lucha contra el virus, dijo la Canciller. "Así es como salvamos vidas". Los encuentros entre personas deben reducirse tanto como sea posible. No son recomendaciones, sino reglas. Algunos estados, como Sajonia y Baviera, han adoptado medidas más estrictas.

A la pregunta de si esto que está sucediendo se podría comparar con algo de lo que ya ha pasado, el cineasta y escritor Alexander Kluge (1932) respondió a Die Welt: "Con los ataques aéreos de 1944. Pero entonces no estaríamos sentados en casa hablando de ello por teléfono". Es nuevamente el hueco que deja el diablo como el propio Kluge supo describir y narrar en uno de sus libros. Y donde recogía aquella frase escrita en el Muro: "El hombre prefiere no ser a no vivir".