¿En qué afecta el coronavirus a la mafia? Contaba el inolvidable Camilleri que Bernardo Provenzano llevó a cabo una tarea de inmersión después del sonoro fracaso de la ruidosa táctica militar emprendida por Totò Riina. Entonces se asumió como estrategia la idea de cruzar las estancias del poder con el paso de los ángeles, suspendidos en el aire a un centímetro del suelo. Nadie como las organizaciones criminales sabe adaptarse a las peores circunstancias, a cómo moverse y aprovechar las emergencias. La Interpol -de ello se hace eco "Corriere della Sera"- ha puesto en marcha una operación con numerosas detenciones de mafiosos por la venta de medicamentos y equipamientos médicos fuera del curso legal, mascarillas quirúrgicas, geles desinfectantes y cualquier otro producto susceptible de ser usado por los ciudadanos aterrorizados por la rápida propagación de la pandemia. El sector sanitario es en este momento un objetivo primordial no solo de las familias mafiosas italianas sino también de los gangs internacionales. En realidad este tipo de negocio siempre es a expensas del bienestar saludable de la humanidad.

Aunque a veces las cosas pueden torcerse y funcionar de manera distinta. Por ejemplo, en México el coronavirus afecta a la salud del mayor grupo criminal del DF, la Unión Tepito, que controla gran parte de los productos falsificados en el país. Desde 2010, esta organización dirige una red de comerciantes y mafiosos que hacen posible la llegada de productos hechos en China hasta sus almacenes en el centro de la capital de México. La célula más famosa son Los Marcopolos que conocen China como la palma de su mano sin necesidad de expresarse en mandarín. Negocian la mercancía y la transportan en contenedores que atraviesan el mundo por mar. Los productos alcanzan la zona libre de impuestos de Belice y cruzan la frontera sur hasta México de extranjis. Ya en suelo mexicano, Los Marcopolos llenan los tráileres de la Unión Tepito y transportan sus falsificaciones hasta la Ciudad de México. Pero en las últimas semanas, este grupo de delincuentes se ha quedado sin viajar a China por el confinamiento. Los negocios están desabastecidos y sin rutas alternativas de suministro y a los vendedores ambulantes que se dedican a traficar con las falsificaciones les han pedido que dosifiquen sus mercancías ya que los viajes a Asia han quedado suspendidos indefinidamente.

Tras veinticinco años Palermo, una ciudad altamente simbólica para el crimen organizado, no conmemora a las víctimas de las mafias y la violencia criminal. No estarán allí Don Luigi Ciotti, el cura que las combate, ni los niños de Libera que se reúnen para recordar a los héroes caídos, pronunciando en voz alta los aproximadamente 1100 nombres que componen la lista. No podrá ser nada más que un "clamor silencioso", como cuenta el diario turinés "La Stampa", porque se libra otra guerra contra el COVID-19, un enemigo que está demostrando ser aún más sutil que el propio pulpo.

Cuesta definirlo todo menos el trágico balance de cifras de contagios y muertes. Desde el primer caso de coronavirus en Codogno, Lombardía, un terrible crescendo, condujo a los 4.825 desparecidos en el momento de escribir estas líneas. Mañana, lamentablemente, pueden ser más. Pierluigi Lopalco, profesor de Higiene en Pisa y uno de los epidemiólogos italianos de mayor prestigio, no se atrevió en el diario "La Repubblica" a romper esa regla de la indefinición que inquieta más que cualquier otra cosa. Asegura que únicamente dos o tres días después de comprobar que la curva baja podremos decir que el pico de la infección se ha superado. "Hoy no tienen sentido las predicciones: los modelos de pronóstico en el COVID-19 son como el pronóstico del tiempo. Funcionan a solo 24 horas vista, son buenos a las 48 pero ya después de las 72 horas dejan de ser fiables, hay tantas variables que hacen imposible predecir lo que ocurrirá más allá de lo inmediato".

Murió Gianni Mura, uno de los grandes periodistas deportivos de Italia, porque la gente también se muerte de otras cosas en los feroces tiempos del virus. Veterana firma de "La Repubblica", autor de estupendas crónicas de fútbol y de ciclismo, Mura solía despedirse con unas palabras que siempre le acompañarán en el recuerdo de los italianos. "Che la terra ti sia lieve" ("Que la tierra te sea leve"). Que nos sea leve a todos, pero no en el sentido de la desasosegante brevedad.