Carlos, de 35 años, es uno de los cinco españoles que siguen en Wuhan, la ciudad del centro de China donde se originó el brote de un coronavirus que este lunes ya había causado más de 900 muertos en todo el país y más de 40.000 contagiados. El pasado 31 de enero, 20 españoles que vivían en Wuhan fueron repatriados y puestos en cuarentena durante 14 días en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid. Pero hubo quienes se quedaron.

Al otro lado del globo, Carlos, encerrado en su apartamento, vive una larga cuarentena. "Llevo 20 días sin salir de casa", explica este profesor de español barcelonés que hace 18 meses que reside en China. El motivo por el que sigue en el país asiático es que el 21 de enero fue al médico porque tenía fiebre. La seguía teniendo cuando el Gobierno de España repatrió a sus ciudadanos, por lo que Carlos no pudo viajar. Eran los días en que la epidemia del coronavirus estaba ganando fuerza. "Me hicieron un TAC y me dijeron que tenía un principio de neumonía. También me hicieron pruebas de sangre y de saliva. No me dijeron que fuera coronavirus, pero he preferido no moverme de casa", relata por vía telefónica desde Wuhan. Es la una del mediodía en Barcelona, las ocho de la tarde en Wuhan.

El malestar le llegó a Carlos pocos días después de que regresara con su mujer e hijo a Wuhan tras pasar las Navidades en Barcelona. "Volvimos el 9 de enero a China. No sabíamos nada del coronavirus. Si no, no hubiéramos vuelto, nos hubiéramos quedado allí hasta que todo pasara". En Wuhan, una ciudad con 11 millones de habitantes, los transportes públicos llevan semanas sin funcionar. El Gobierno chino ha prohibido a la ciudadanía que utilice el vehículo particular, si bien hay personas que se saltan esta restricción. "Nos han encerrado en la ciudad para proteger al mundo del virus", dice sin quejarse.

Aislamiento y compras por internet

Por seguridad, y aunque no tiene coronavirus, Carlos ha decidido él mismo aislarse todo este tiempo de su familia: su mujer, su suegra y su hijo de 2 años están viviendo en casa de la abuela, mientras que él permanece, solo, en la vivienda familiar. "Nosotros, a raíz del coronavirus, hemos empezado a hacer las compras por internet y hemos dejado de ir al mercado", cuenta Carlos, quien reconoce, no obstante, que cada vez ve "más gente" por la calle. Eso sí, todos con "bolsas de plástico en la cabeza" y "mascarillas".

Las infecciones en Wuhan están bajando y Carlos asegura que desde su ventana cada vez ve a más gente por la calle. "Sin embargo, los hospitales siguen desbordados. Ya han construido uno en solo 10 días y están habilitando pabellones de deportes para pacientes que no están muy graves", explica. "El país está paralizado y Hubei [cuya capital es Wuhan] es la provincia que más". Carlos quiere volver a España y está en contacto con el consulado español, por si hay otro vuelo de repatriación. Por eso también pide que no se publique ninguna foto de él, para evitar posibles interferencias en estas gestiones.

"Queremos volver temporalmente a Barcelona por el niño. Él va a la guardería y no sabemos cuándo volverán a abrir. Dicen que algunas en junio... Está que se sube por las paredes, todo el día en casa. Es muy pequeño para entender que no puede salir y a nosotros nos da miedo sacarlo: no le gusta llevar mascarilla y lo quiere tocar todo", dice. "Quiero volver a ver al niño", añade.

Pese a todo, Carlos asegura no estar "asustado". "De gripe muere mucha más gente. Además, quienes mueren por el coronavirus ya tenían otros problemas". Según él, el Gobierno chino mantiene "bien informada" a la población, a diferencia de lo que hizo con el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), el virus que entre el 2002 y el 2003 mató a unas 800 personas de todo el mundo.

Lee la prensa y ve la televisión cada día y, por tanto, es consciente del impacto mediático que está teniendo el coronavirus. Sabe que él es uno de los que están en el ojo del huracán. "Esto va a afectar a más empresas. Se están parando las fábricas de producción de muchos países, porque todo se fabrica en China". Él no conoce a nadie que se haya infectado del virus. Lo único que le preocupa es no saber cuándo acabará todo esto.