Segunda vuelta de las elecciones en Uruguay; por un lado, una fuerza política de izquierdas queriendo hacer presidente a Martínez y, por el otro, otro candidato, Lacalle, un aspirante que acaba de recibir el apoyo de todos los principales partidos del país de centro y de derechas para lograr evitar la continuidad en el poder de su contrario.

Una familia uruguaya me dejó pasar las elecciones con ellos. Aquí esto se vive como una auténtica "fiesta de la democracia", pero con la fiesta de verdad. Día de asado con los tuyos, música y caras pintadas.

A las 20:30 estaba en el centro de Montevideo para ver en vivo las declaraciones de Martínez, el candidato a la presidencia del Frente Amplio, el partido de izquierdas. Pero Martínez no salió.

No salió a esa hora ni lo hizo hasta muchas horas más tarde, pisando la medianoche. Tampoco lo hizo Lacalle. No estaban infartados por la tensión del día, una jornada donde, después de 15 años de gobierno de izquierdas, todo apuntaba a que la rueda iba a girar e iba a dar como vencedor al lado opuesto, así decía la gente en la calle, así decían las encuestas y así me comentó el chico que vende banderas de ambas ideologías en la esquina de debajo de mi apartamento: "No está siendo como en la primera vuelta, esta vez estoy vendiendo más banderas de los blancos" -'os blancos'es como se conoce al partido que encabeza Lacalle, una coalición de varios. No estaban infartados, o bueno... quizás sí. Pero lo que estaban, seguro, es sin saber qué decir.

El escrutinio avanzaba y la noche se hacía cada vez más difícil de entender. Entre quienes esperaban bailando y cantando las declaraciones de Martínez, había incertidumbre y poco entendimiento. Unos decían que, aproximadamente con el 30% escrutado, habían perdido, pero pronto se sumaba alguien al corrillo, intervenía y decía que no, que algo no era así, que era de otra forma, otros, mientras, solo festejaban. Y así se mantuvieron durante unas largas horas. Rozando la medianoche, ambos candidatos salieron a sus escenarios, colocados en distintos emplazamientos de Montevideo.

Ninguno pudo celebrar la victoria. Lacalle sacaba el 48'7% y Martínez el 47'5%. Pero estos porcentajes estaban incompletos, les faltaban, y les faltan, un puñado de miles de votos que quedan por incluir y que harán que, a ciencia cierta, solo se pueda saber quién es el presidente electo el próximo viernes.

Así que Lacalle -quien es claro ganador y así lo dicen todos los diarios hoy, ya que Martínez necesitaría como el 90% a su favor de esos votos que faltan para ganar- subió a la tarima y dio su discurso, pero sin poder celebrar porque el resultado era tan históricamente justo, que, como he mencionado, no se podía saber a ciencia cierta quién había ganado. "¡Presidente, presidente!", coreaban sus militantes cuando arrancó a hablar. "Eso lo dicen ustedes, yo no", contestaba con actitud protocolaria y apretándose los dientes.

La noche se cerró con la "fiesta no fiesta" de Lacalle y con la tristeza rebajada por la esperanza de quienes esperaban las declaraciones del líder del Frente Amplio.

Uruguay pasea banderas, se pinta la cara y festeja unas elecciones. Pero cuando se junta, parece entenderse. Simpatizantes de ambos lados se cruzaron hace un par de días en la rambla. Contra todo el probable pronóstico de quien lea estas letras en mi lado del charco, cantaron juntos el himno de Uruguay, un país con fiesta de la democracia.