La huelga general convocada este viernes por los sindicatos brasileños para protestar contra la reforma del sistema de jubilaciones y los recortes en la educación propuestos por el Gobierno de Jair Bolsonaro se extendió al menos a 300 ciudades de Brasil pero su impacto no fue el esperado.

De acuerdo con un balance divulgado a media tarde por los sindicatos, unos 45 millones de trabajadores adhirieron a la huelga y participaron en protestas en los 27 estados del país.

Pero la protesta se tradujo principalmente en manifestaciones, marchas y bloqueos de carreteras y calles, así como en paralizaciones parciales en los sistemas de transportes, ya que pocos sectores paralizaron totalmente sus actividades y en varias ciudades reinó la tranquilidad.

Aunque hasta el comienzo de la tarde la huelga no había tenido el impacto previsto y tan sólo los profesores públicos y privados se sumaron de forma masiva al paro, se registraron protestas en los 27 estados del país, y en 19 de los cuales más drásticamente por la ausencia de transporte público.

Aunque en general las manifestaciones fueron pacíficas, se registraron algunos disturbios aislados en ciudades como Sao Paulo, Río de Janeiro y Foz de Iguazú, y en municipios de los estados de Bahía y Río Grande do Sul.

En Niteroi, un municipio cercano a la zona metropolitana de Río, un grupo de personas fue embestido por un vehículo particular durante las protestas.

Las mayores concentraciones se prevén para el final de la tarde de este viernes, cuando están programados los principales actos en las ciudades más representativas de Brasil.

La atención está concentrada en Sao Paulo, la ciudad más poblada de Brasil y donde esta noche comenzará a disputarse la Copa América, con el partido entre Brasil y Bolivia en el estadio Morumbi de la capital paulista.

En lo que va de la jornada, el transporte ha operado a media marcha en Sao Paulo, Belo Horizonte y Porto Alegre y no ha sido completamente paralizado, mientras que en Río de Janeiro el servicio público operó normalmente.

No ocurrió lo mismo en Brasilia, la capital del país, donde el servicio de autobuses paró casi por completo y las escuelas y universidades públicas cancelaron las clases.

La paralización afectó principalmente los estados del empobrecido nordeste de Brasil, en su mayoría gobernados por partidos de oposición a Bolsonaro.

Los sindicatos llamaron al paro para expresar su rechazo a la reforma del sistema de pensiones y jubilaciones propuesta por el Gobierno y con la que busca ahorrar 265.000 millones de dólares en una década.

Además, la huelga también protesta por los recortes en educación anunciados recientemente por el Gobierno y los elevados índices de desempleo persistentes en una economía que no acaba de despegar tras la histórica recesión de 2015 y 2016.