Alemania continúa echando jarros de agua fría sobre la cumbre extraordinaria de líderes de la zona euro de mañana, en la que se buscará una solución definitiva para la crisis griega que desactive el riesgo de contagio a países como España o Italia. La canciller alemana, Angela Merkel, descartó ayer que la reunión vaya a saldarse con un resultado "espectacular" que ponga fin a todos los problemas de la economía helena.

En una rueda de prensa que ofreció en Hannover junto al presidente ruso, Dmitri Medvédev, Merkel explicó que Grecia requiere de un "proceso controlado y dominado", con múltiples medidas para reducir el volumen de deuda del país y mejorar su competitividad.

Así, aunque es "humano" pretender que ciertos problemas recurrentes "desaparezcan" definitivamente de la agenda, "quien se toma en serio sus responsabilidades políticas" debe evitar los golpes de efecto, a juicio de Merkel.

La opinión de la canciller, que desde el principio ha sido reticente a la convocatoria de la cumbre por dudar de su éxito, contrasta con la de los países más acosados por los mercados, como España o la propia Grecia.

Desde Atenas o Madrid se han escuchado las declaraciones de distintos dirigentes que consideran que no es posible demorar aún más la búsqueda de una solución definitiva que ponga punto y final a una crisis de confianza sobre la deuda soberana de la zona euro, que ya dura más de un año.

"Las alternativas a tomar una decisión son pocas, por no decir ninguna", dijo ayer un alto funcionario europeo, quien advirtió de que "las consecuencias de no hacerlo podrían ser muy graves", dado el "enquistamiento de los problemas", los ataques a la deuda española e italiana, las dudas sobre las pruebas de solvencia a la banca y las necesidades de liquidez de Grecia en septiembre.

"Nadie saldrá de rositas"

La fuente consideró que "las soluciones que se han dado hasta ahora no han sido suficientes, pues no han arreglado los problemas de fondo", y criticó el debate público de muchas de ellas, que "lo único que ha hecho ha sido agravar las cosas".

En este sentido, destacó que la solución a la crisis "no va a ser sencilla" ni va a permitir que "nadie se salga de rositas", pues "todo el mundo va a tener que pagar" parte de la factura en el rescate a Grecia, que es el asunto central que ocupa ahora las conversaciones.

En el corazón de problema están las diferencias entre Alemania y el Banco Central Europeo (BCE) sobre la aportación del sector privado al segundo rescate de Grecia, valorada en unos 30.000 millones (que unidos a unos 80.000 millones de ayuda multilateral sumarían un total de 110.000 millones).

Un grupo liderado por Alemania, Holanda y Finlandia desea obtener una "sustancial" contribución de los bancos, a la que se oponen el BCE y otros países como España, ante el temor de que se perciba como un impago parcial de la deuda helena y aliente una mayor desconfianza de los mercados.

Ayer, un miembro del Consejo de Gobierno del BCE, Ewald Nowotny, abrió la puerta a una flexibilización de la postura del instituto emisor sobre la declaración de impago parcial, pero luego matizó sus declaraciones y se alineó con el presidente de la institución, Jean-Claude Trichet.