La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, aunaron fuerzas hoy, en la recta final a la cumbre de la eurozona, para presentar ante Bruselas una línea conjunta para el rescate griego, forjada entre fuertes presiones sobre ambos líderes, nacionales e internacionales.

Alemania insiste en el mantenimiento de una aportación de los acreedores privados a Grecia -banca y aseguradoras-, a lo que la parte francesa está dispuesta a acceder, según informaciones de la televisión pública alemana ARD, tras dos horas largas de reunión a puerta cerrada, completada con una cena de trabajo.

El consenso dependerá del grado de aportación que defienda Merkel, mientras persiste la incógnita acerca de cómo se articulará esa implicación, con la que Berlín pretende diluir los recelos del contribuyente a que el rescate caiga sólo sobre sus espaldas.

La reunión en Berlín fue convocada tras una conversación telefónica ayer -según medios alemanes, sin acercamiento- entre Merkel y Sarkozy y después de que la canciller advirtiera de que no debían esperarse "resultados espectaculares" de la cumbre del jueves ya que la crisis griega no se diluirá de la noche a la mañana.

Merkel, a quien desde que estalló la crisis de la deuda se ha reprochado no haber actuado con la celeridad debida, frenó durante días la convocatoria de la cumbre con el argumento de que no tenía sentido hacerla si no era para presentar resultados.

Sobre la cita hoy en cancillería flotaban nuevos teóricos reproches contra Berlín, difundidos por el francés "Le Canard Enchainé", según el cual Sarkozy habría atribuido a Alemania actuar con "egoísmo criminal" ante la crisis griega.

El clima estaba enrarecido, pero las presiones de los últimos días sobre los líderes del eje franco-alemán eran casi insostenibles. Tanto el Banco Central Europeo (BCE) como el Fondo Monetario Internacional (FMI) habían lanzado reiteradas llamadas a la "responsabilidad" de los gobiernos y a que pasaran a la acción.

La conversación por teléfono con Sarkozy no fue la única de ayer de Merkel, sino que también abordó por esa vía la crisis de la deuda -europea y estadounidense- con el presidente Barack Obama.

"Todos compartimos el objetivo de (Jose Manuel Durao) Barroso de lograr un acuerdo contando con la buena voluntad de todos", indicó hoy el portavoz de Merkel, Steffen Seibert, haciéndose eco del último llamamiento del presidente de la Comisión Europea.

Con todo ese telón de fondo, Sarkozy llegó a Cancillería poco después de las 17.30 horas (15.30 GMT) y inmediatamente se abrió una reunión, más cena, a la que seguirá el jueves el viaje del presidente francés, directamente a Bruselas y junto a la canciller.

Se trata, de un lado, de escenificar la vitalidad del eje franco-alemán como tradicional motor de consensos en la UE, Y, sobre todo, de desatascar un rescate sobre el que pesan advertencias de contagio no solo entre los países periféricos, sino también del centro de la eurozona.

De concretarse, el resultado debe ser el embrión de la solución final de la cumbre, que se considera será una fórmula combinatoria que asuma, en distinto grado, puntos de varias propuestas.

En este sentido, varias voces desde Bruselas y Berlín han abogado por una "flexibilización del rescate".

Los modelos que se han manejado van desde la reestructuración hasta el recorte o condonación parcial -a las que se opone frontalmente el BCE-, pasando por el establecimiento de los eurobonos -que rechaza Berlín- o la recompra de bonos en el mercado secundario con aportes del Fondo Europeo de Rescate (FEEF).

A las presiones externas sobre la canciller se sumó hoy la de los llamados "Cinco Sabios" -el consejo asesor económico del gobierno- instaron a articular un "Plan B" para evitar "el hundimiento de la eurozona", iniciativa que comprendería el recorte del 50 % de las obligaciones pendientes de Grecia, acompañado de la recompra parcial de bonos, con el aporte del FEEF.

Medios alemanes afirmaban asimismo hoy que ha cobrado fuerza la opción de implantar una tasa europea a los bancos. De aprobarse, la tasa afectaría tanto a la gran banca como a las cajas de ahorro regionales, con independencia de si poseen o no deuda griega.