Un apasionante viaje por las estrellas :: Prensa Ibérica para Volcano Teide

Un apasionante viaje por las estrellas

Desde las faldas del majestuoso Teide, bajo los cielos más limpios y puros del mundo, emprendemos una inmersión astronómica que es, a la vez, un viaje en el tiempo y un recorrido por el firmamento y todos sus fascinantes enigmas

La historia de la creación de las constelaciones de estrellas es tan apasionante como cualquiera de los enigmas que esconde el firmamento. En un tiempo ya olvidado, el hombre miraba emocionado a esos lejanos candiles que iluminan titilando el cielo nocturno con la misma fascinación que lo hacemos en la actualidad. Entre creencias y mitos, aquellos hombres de la antigüedad crearon las constelaciones uniendo con líneas las luces que se repetían cada noche en el firmamento. Así crearon la Osa Mayor, El Escorpión, o Hércules, que permanecen hasta nuestros días y son parte de las 88 constelaciones oficialmente reconocidas por la Unión Astronómica Internacional.

La posición privilegiada de Canarias y la extraordinaria calidad y limpieza de sus cielos permite disfrutar de 83 de esas mágicas constelaciones. La actividad Observación Astronómica que organiza Volcano Teide las acerca de una forma profesional en una experiencia única que combina tanto la contemplación del cielo a simple vista, como la utilización de potentes telescopios.

El guía Starlight que acompaña al visitante en este recorrido, comenzará desentrañando los misterios escondidos en el cielo a simple vista. Con la ayuda de un puntero explica cómo está organizado el cielo. La Osa Mayor, una de las constelaciones más reconocibles del hemisferio norte, sirve de punto de arranque. Desde la parte trasera del carro, dónde se encuentran las estrellas Merak y Dubhe, midiendo cinco veces su distancia en línea recta se llega a la Estrella Polar.

A media que pasan los minutos, y como si se tratase del bisturí de un cirujano del cosmos, el puntero verde disecciona algunas de las constelaciones más conocidas como El Cisne, Hércules, La Lira... A simple vista a medida que la vista se acostumbra a la oscuridad, se observan nuevas estrellas y el grupo empieza a conectar con la imaginación de nuestros antecesores que en un tiempo pasado dibujaron la Constelación del Boyero, aunque actualmente se reconoce mejor buscando un cono de helado dibujado por sus estrellas más brillantes.

El cielo cambia con el movimiento continuo de la Tierra y la actividad cambia a lo largo del año, haciendo hincapié en las constelaciones visibles en el firmamento en ese momento. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, visible desde El Ganso hasta la cola de El Escorpión, solo ha sido observada por el 20% de la población mundial. Las ciudades que ofrecen confort y prosperidad también impiden disfrutar del cielo estrellado por su iluminación. Tampoco podrán ver las estrellas fugaces, las auténticas vedettes de la actividad que despiertan el comentario de sorpresa a quién las encuentra. Los participantes de la actividad descubren qué frecuentemente pueden disfrutarse en un escenario con unas condiciones atmosféricas tan ideales como el Teide.

La actividad finaliza con la observación con telescopios de alta gama, el Celestron de 235mm de espejo primario. Los objetos astronómicos a observar dependen tanto de la época del año como de la presencia de la Luna. Su plateada luz eclipsa las nebulosas y los cúmulos de estrellas, un ramillete de diamantes en el objetivo del telescopio cuando hay luna nueva. “Lo voy a ver otra vez”, se escucha más de una vez.

Los planetas de nuestro sistema solar son los que despiertan más asombro. Ya no se trata de una fotografía de la NASA, o una animación de película. Son los propios ojos los que ven en el visor las franjas de Júpiter y sus principales satélites, o los pálidos anillos de Saturno. Una visión que nos recuerda lo que ha avanzado nuestra civilización desde que se pintaban líneas entre las estrellas para representar las leyendas.

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