El principal representante español del impresionismo, Darío de Regoyos, centra una retrospectiva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde desde hoy se muestran más de 130 obras del pintor asturiano, incluidos sus paisajes, un género denostado en su época.

Regoyos (Ribadesella, 1857, Barcelona, 1913) trabajó entre 1884 y 1912 en el País Vasco, donde contribuyó a la modernización de la pintura vasca en el cambio de siglo.

La nuestra recorre las sucesivas etapas de la trayectoria del pintor, siempre interesado por los paisajes, la mayoría de paleta clara, de azules vivos y malvas, pero otras veces oscura y sombría como en su serie sobre la España negra.

Así, comienza con la etapa inicial de Regoyos, marcada por el descubrimiento de la pintura de paisaje y sus primeros viajes, a Bélgica, donde fue huyendo del academicismo español de la época.

Por ejemplo, en el nocturno "Efectos de luz en la estación de Bruselas", o, a su regreso, "Plaza en Segovia" (1882), una pintoresca vista castellana bajo la potente luz del sol.

Siempre inquieto y trotamundos, en 1888 conoció los paisajes y rituales de la España provinciana, en un viaje junto al poeta Verheren, que dio lugar al libro "La España negra", reflejo de un país de pesadumbre y dolor.

La obra más importante de esta época es "Noche de difuntos", fragmentada en tres cuadros reunidos en la exposición, en el que solo hay mujeres cuidando las tumbas del cementerio de Polloe (San Sebastián). Otra obra de esa época es el pastel "Víctimas de la fiesta", en el que muestra el triste aspecto de los caballos muertos en las corridas o "Viernes Santo en Castilla".

El siguiente periodo está marcado por el uso de la técnica puntillista, que conoció gracias a su amistad con pintores como Seurat y Pissarro. Su ejemplo más destacado es "Las redes" (1893), pero fue un periodo breve porque le impedía pintar al aire libre, su gran obsesión.

La última y más conocida etapa es la impresionista, a la que la exposición presta atención al reunir un importante número de óleos que permite conocer las novedades que Regoyos aportó a la pintura de su época, lo que le valió críticas del "orden imperante" entonces.

El impresionista Regoyos, obsesionado por los paisajes, trabajaba directamente del natural, con rapidez y sin bocetos previos, y por ello en su obra abundan los formatos pequeños y mediados, fáciles de transportar.

Se dedicó a investigar sobre la luz y sus efectos fugaces: sus temas eran vendavales, aguaceros, salidas y puestas de sol, rayos, nieve...

En obras como "Aguacero, Bahía de Santoña", dominada por un arco iris, o "La Concha, nocturno", se hace evidente este interés, que alcanzó su máxima expresión en la representación de sendos momentos de la plaza de Burgos, por la mañana y al atardecer, de 1906.

El humo y el movimiento de los barcos y los trenes, propios de la vida moderna, también aparecen a menudo en su obra, como en la estampa bilbaína "El puente del Arenal".

La muestra se completa con grabados y documentación original del pintor como cartas, fotografías y catálogos de exposiciones.

El comisario es Juan San Nicolás, y tras su estancia en Bilbao hasta el 26 de enero, la muestra viajará, en versiones no tan amplias, al Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (con cien obras, del 18 de febrero al 1 de junio de 2014) y al Museo Carmen Thyssen Málaga (cerca de 60 obras, del 26 de junio al 12 de octubre).