La gran mayoría no participa". Así de tajante se muestra el cónsul honorario de Alemania en Tenerife, Ingo Friedemann Pangels, cuando se le pregunta cómo ha vivido la comunidad germana en el Archipiélago las elecciones del pasado domingo, que dieron una arrolladora victoria, cercana a la mayoría absoluta, a la canciller democristiana, Angela Merkel.

No es el desinterés lo que lleva a los residentes alemanes a renunciar a su derecho al voto, sino una legislación que restringe de forma considerable las posibilidades de ejercerlo (por correo y previa inscripción en el Consulado). "Hay una ley -explica Pangels- que impide participar a los que lleven más de 25 años en el exterior, a no ser que justifiquen su vínculo con el país".

El cónsul honorario vive desde hace 44 años en Canarias, pero ha podido votar porque su vínculo con Alemania es obvio. Sin embargo, entiende que esta limitación roza lo anticonstitucional. "Sigues siendo alemán vivas dentro o fuera", sentencia Pangels, quien lamenta que a un importante número de ciudadanos alemanes -en Tenerife son alrededor de 30.000, "una pequeña ciudad"- se vean "privados de un derecho fundamental".

Sobre el resultado de los comicios, el representante honorario de su país en Tenerife lo califica de "muy positivo, pero complicado", dadas las dificultades que puede encontrar Merkel para articular un pacto de gobierno después de que sus socios, los liberales, se hayan quedado fuera del Parlamento federal.

La personalidad de la canciller ha sido, a juicio de Pangels, el elemento clave para que su triunfo electoral haya sido tan abrumador. Es lo que denomina el "voto personalista".

Una de las características que más llaman la atención en el proceso electoral alemán es la extrema deportividad con que parece desarrollarse, lejos de la pasión y la crispación que se percibe en España. Ingo Friedemann Pangels define esta actitud como "una flema casi inglesa".