A la hora de justificar su residencia en Berlín, el joven pintor conejero Francisco Castro es tan contundente como irónico, ya que argumenta que "antes de llegar allí ya era un poco alemán, sobre todo por mi carácter tímido e introvertido".

No obstante, el primer destino que se cruzó en su pensamiento para "escapar" y probar suerte fuera del Archipiélago, una vez concluida la carrera de Bellas Artes en la Universidad de La Laguna, fue Edimburgo, atraído por el gran ambiente cultural existente en la ciudad escocesa que, en los últimos años, ha ejercido de reclamo para multitud de artistas internacionales.

Aún así, el obstáculo del idioma hizo que descartara esa opción y se decantara por la capital germana, hacia donde, un buen día, sacó un pasaje de avión solo de ida, sin pasársele por la cabeza que, una década más tarde, se convirtiera en el escenario en el que ha construido una familia y donde ha logrado que su nombre figure en las oficinas de la Seguridad Social locales bajo el epígrafe de artista.

Parte de la obra que valida esta categoría profesional se exhibe hasta el próximo 4 de mayo en la Sala de Arte Contemporáneo (SAC) del Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife bajo el nombre de "Picturebook".

En cuanto al punto de partida de este viaje, que ha trastocado por completo el guión que tenía previsto fue "la loca e ingenua idea de estudiar Filología griega en Alemania, que es donde están los más prestigiosos especialistas en Platón y, a partir de ahí, afrontar una ambiciosa tesis doctoral sobre la teoría del arte", apostilla Francho, que es como le conoce su entorno más cercano. Sin embargo, confiesa que este proyecto se disipó enseguida, dando paso al rol de mensajero, empleado de "Fish & Chips", trabajador de la construcción, y, por último, al de asistente de galerías y artistas, en el que, hoy por hoy, ha encontrado una cierta estabilidad.

A pesar de esta frenética actividad laboral, seguía latiendo en su interior la identidad del creador, por lo que "cada vez que encontraba un hueco me ponía a pintar", recalca.

En este contexto, precisa que "en realidad las obras que hacía en mis primeros años en Berlín eran una especie de ejercicios de mano para no olvidarme de que soy pintor", al tiempo que añade que "esto explica que se traten de temas muy dispares y de formatos pequeños".

A la hora de definir su trabajo, Castro determina que "podría considerarse en buena parte como una especie de acciones especulativas, en el sentido en que lo que hago son intentos de metáforas". Bajo esta premisa, arguye que este objetivo es el que impera en esta exposición, en la que "he procurado combinar la imagen plástica con la palabra, la letra o el lema, para que en medio de esos dos extremos se forme una tercera imagen que sería la metafórica".

Con todo ello, Francho sostiene que las piezas resultantes buscan "interactuar con el espectador y estimular su sensibilidad".

Según destaca, este concepto que es el que conforma su argumentario creativo, entronca con su "afición al discurso y a la literatura".

De hecho, subraya que "además de pintar me gusta escribir sobre mis exposiciones, aunque no para justificar o explicar mi obra a través de la línea recta, sino con la intención de sugerir algo que ayude a interpretarla".

En cuanto a sus planes de futuro, aclara que, al contrario de lo que la gente cree, "en Berlín es prácticamente imposible entrar en los circuitos artísticos para pintores anónimos como yo, a lo que se le suma el hecho de que no existe un mercado local muy potente".

Pese a ello, aclara que "se trata de una ciudad en la que hay una saturación de artistas, pero lo que ocurre es que las grandes figuras residen allí, pero venden sus obras en otros países".

Igualmente, asevera que "el impacto de la crisis también se está notando mucho allí, por lo que, a pesar de que reconozcan la calidad de tu obra, los galeristas no se atreven a apostar por nombres desconocidos".

Ante este panorama, deja la puerta abierta a un regreso a su Lanzarote natal a medio plazo. No en vano, afirma que "hace tiempo que tenía que haber vuelto".

Cumpla o no con esta "hoja de ruta" sostiene que, a lo que no renunciará nunca es a pintar. "Yo pinto por defecto, es decir, no puedo dejar de pintar, porque esta es mi condición natural", sentencia.

De este modo, enfatiza que "aunque no entre en el gran mercado del arte voy a seguir pintando, porque si no lo hago me acabo".