Aunque el suyo sea nombre clave del despertar musical que vive China, la pianista Yuja Wang (Pekín, 1987) confiesa con espontaneidad no saber "mucho" de su país. Aunque admira la "devoción y disciplina" de sus compatriotas, ella prefiere la imaginación y la poesía.

Su virtuosismo y rapidez sobre las teclas del piano vuelven este fin de semana al Auditorio Nacional de Música, donde actuará, como ya hiciera hace dos temporadas, con la Orquesta Nacional de España.

"Han pasado muchas cosas desde entonces", confiesa Wang a Efe, entre ellas un sinfín de actuaciones y dos discos, el último grabado hace apenas una semana durante un concierto en Caracas, pero su forma de tocar sigue siendo igual de única.

"Evoluciona sin que me dé cuenta: es un proceso natural", explica.

Aunque para naturalidad la suya, que contrasta con la magia extraordinaria que sale de sus dedos cuando los posa sobre las teclas del piano. "Simplemente, hago lo que me gusta desde que soy pequeña, aunque la gente lo llame talento. Mi madre quería que fuera bailarina, pero era demasiado vaga", bromea.

Hará suyo el "Concierto para piano número 2" del compositor ruso Prokófiev, una obra que ha interpretado en ocasiones anteriores, no por ser la más conocida del autor sino por las similitudes que la joven pianista comparte con ella.

"Es una obra emocionalmente oscura, técnicamente difícil y que compuso siendo muy joven; por eso, es agresiva y sarcástica". Características que bien podrían definirla a ella misma.

En sus interpretaciones deja volar la imaginación, otorgándoles un halo de aparente improvisación que en realidad esconde una técnica y precisión perfectas. "Dedos voladores" la llaman, y no en vano.

"No intento ser rápida, esto no es un deporte. Si la música me pide que la toque deprisa, lo hago", apunta convencida, para luego restar solemnidad: "Soy pequeña, y parece que me muevo más".

Preguntada por su mejor cualidad, a la china le cuesta quedarse con una, porque se reinventa cada día: "Depende del día. A veces soy muy espontánea y poética; otras veces, misteriosa o romántica".

No habla de tecnicismos ni hace referencia a la dedicación, aunque haya mucho de ambas. Gran parte de su formación y de su vida las ha pasado en los EE.UU., ya que hace más de una década que abandonó su país y. a juzgar por su manera de entender su profesión, lo hizo también artísticamente.

"No sé demasiado de China, aunque mis padres viven en Pekín. Desde que soy pequeña existe allí verdadera devoción por la música. La gente es muy disciplinada y comprometida: resulta emocionante hasta dónde puede llegar su rectitud; quieren una cosa y la consiguen", señala.

Pero Wang no sólo rompe los moldes encorsetados de la formación musical de su país, sino del mundo de la música clásica en su sentido más amplio, incluido el de la estética.

Su imagen moderna y actual, casi siempre acompañada de vestidos cortos y ajustados e interminables tacones -como los que luce en la entrevista-, genera comentarios allá por donde actúa.

"Se fijan hasta en tu edad", aunque para ella su juventud sea un ventaja, porque "todo es más fácil".